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El frío

Cerro del Cuerno/63

Contrariamente a lo que se anuncia en la contraportada, Los cuerpos oscuros de Juana Castro (Ediciones Hiperión, 2005) no trata de temas nuevos, aunque su leit motiv primero sean las enfermedades de Alzheimer y las demencias, materia ciertamente atípica para un libro de poesía. Pero precisamente ahí se halla la enseñanza de los clásicos: en tratar siempre los mismos temas, escondidos bajo la apariencia de novedad. Y la poeta jarota, con la sinceridad y emoción que sólo da la experiencia personal, nos habla en esta ocasión, como siempre se hizo desde Homero, de la soledad, del amor, de la memoria y del frío. “Frío” es quizás la palabra que más se repite en este poemario, lleno de tristezas y de dolor, del tremendo dolor que supone contemplar el deterioro implacable que sufren los cuerpos y, sobre todo, la mente de las personas que queremos, a las que los progresos de la sociedad permiten vivir más años de los que la sensibilidad –y acaso la dignidad- humana está preparada para soportar. Porque no hay metáfora que, como el frío, exprese mejor la sensación de soledad y de miedo del poeta frente al destino negro que aguarda al ser humano: la vida hacia atrás, la descomposición, la desmemoria. La grandeza del hallazgo de Juana Castro al abordar este asunto en sus versos reside en el paralelismo inquietante que pudiera establecerse entre el mal retratado del individuo en particular (un padre, una madre anónimos) y el de la sociedad en general. Allí, atrancado, aherrojado también en el último cuerpo de la casa, dormita un mundo ajeno a la muerte que ronda fuera, un mundo ya iniciado en un grave proceso de olvido y de desmemoria, despreciando los plazos del porvenir. Parece como si hoy las gentes que todos somos hubiéramos preferido sumirnos voluntariamente en la demencia dulce de mirar el otoño desde el otro lado del cristal y gozáramos en el ejercicio infantil de des-aprender nombres, des-conocer pájaros y des-memoriar calles, por usar tan felices expresiones de Juana Castro. Hay una complacencia generalizada en fingir que las cosas no ocurren cuando están ocurriendo, en no ver lo que está a la vista, en no escuchar lo que tan fuerte se oye. Frente a la responsabilidad valiente y compleja que supone plantar cara al destino incierto que ha de traernos el futuro, anudado inevitablemente a nuestros actos e impulsos de hoy y de ayer, la sociedad que somos parece querer vivir encerrada en una vacilante habitación de olvido, voluntariamente desmemoriada y apática, protegida a qué precio del exterior, porque ahí afuera llueve, nieva y hace frío, tanto frío.



El farero
La niebla



Premio Solienses

1 comentarios :

Anónimo | sábado, febrero 04, 2006 10:45:00 p. m.

Paris, como varón hizo su elección en el famoso juicio con la polla. Así le salió.

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