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Lunes analógico

Aunque el elemento humano compensó sobradamente la molestia, ayer falló la tecnología y, como si de un presagio se tratara, desde entonces vivo en analógico. Una incidencia familiar me fuerza a este destierro, sin apenas medios informáticos, sin ADSL, justo cuando más se necesita. Apenas anoche un robo para un avance de urgencia y habré de esperar quizás a mañana para mayor cobertura, tal como la jornada de ayer se merece.

Esta mañana, después de mucho tiempo, he comprado los periódicos de papel. El Córdoba y El Día de Córdoba se hacen eco de la noticia. Me agrada que ambos lo lleven en la sección de Cultura, y no en la de Provincia, como suelen los capitalinos con todo lo de nuestros pueblos. El Día destaca la propuesta de Juana Castro de formar una red comarcal de creadores y también yo quiero más adelante dedicarle mayor atención a esta sugerencia, que quizás debiera apoyarse desde superiores instancias. El Córdoba subraya la emocionante intervención de Paquita Alcaraz y de Mario Murillo, que pusieron la sensibilidad a una mañana que derrochó sentimientos. Cuando regrese al mundo virtual, tengo que reflexionar sobre sus palabras, que son las que llenan los cuentos de La puerta de los sueños, libro que Prode, en un inabarcable gesto de generosidad, regaló a los presentes que no habían podido conseguirlo por otro medio.

Los amigos de Radio Hinojosa-Ser me han entrevistado por tercera vez en esta edición del Premio. Hay más atención al acontecimiento, se percibe su consolidación, me dicen, y es verdad, para qué negarlo. Es cierto que ayer señaló una marca de exceso que habrá de corregirse en próximas ediciones, si las hubiere, so pena de correr el riesgo de morir de éxito, y mejor será volver en cierto modo a la humildad de los orígenes. Pero actos como este nos llenan de orgullo, por la celebración de la cultura que suponen, por la viveza del sentimiento comarcal, por la demostración de cómo el apoyo solidario de personas que no se conocen (pues tras las empresas, tras las instituciones, siempre hay personas que las hacen posibles) logra metas impensables.

Hoy, viviendo en analógico, he recuperado el ronroneo de mi gata y he cocinado sin vitrocerámica, mientras las vecinas llegaban a preguntar por la salud. Hay en la calle un silencio abismal, como de viernes santo. El piar de unos pajarillos refuerza la irrealidad. Respiro hondo y me olvido de todo en estas cuatro horas que aún me quedan de condena en el paraíso.

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