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"Te quiero mucho"

El cadáver de Olga Savenchuk reposa en el tanatorio de la carretera de Almodóvar, pero nadie lo vela, nadie lo ha reclamado aún. Es la soledad inmensa de la muerte, no buscada, como sí la buscó Manuel en Zarzahuriel, ese universo deslumbrante de Los asquerosos de Santiago Lorenzo. Buscar la soledad total como forma de vida es un lujo que la sociedad consumista no puede permitir. Sometidos  como estamos permanentemente a tantos estímulos, romper de golpe con todos ellos implicaría un colapso general del sistema, la autodestrucción. La imagen de soledad de Olga en el tanatorio resulta poéticamente turbadora, más allá de su tristeza infinita, pero ella no lo quiso así. O, al menos, no lo sabemos. Son dos caminos diferentes para llegar a la soledad. Y ambos dan miedo.

Los campos helados de Los Pedroches al amanecer replican otro tipo de abandono, en su melancolía. Hay una neblina que impide ver bien, acaso como protección de un futuro que aguarda y no se atreve a mostrarse todavía. Las encinas se van secando, calladamente, sin que se oiga su lamento. Bajo el alfarje mudéjar de la iglesia apenas unas cuantas voces ennegrecidas rezan ya en discretos murmullos, sabedoras de la revelación profética. El arroyo corre escondido bajo las piedras secas de pizarra, que señalan su horizonte. Esta mañana he salido a pasear por la dehesa, cuando esperaba visita. He dejado una nota encima de la mesa.

6 comentarios :

Araceli Fernández | jueves, enero 16, 2020 3:07:00 p. m.

Vestidos de opulencia
somos el sujeto en la oración,
el adjetivo que anida
en los paréntesis de la muerte,
asombro de la clepsidra
y sus puntos suspensivos.

Anónimo | viernes, enero 17, 2020 12:02:00 a. m.

Gracias al editor por tan buen artículo y por corregir la palabra que estaba mal escrita.

Anónimo | viernes, enero 17, 2020 2:42:00 p. m.

¡Ah la tristeza y la melancolía! Cuando Antonio cruza el umbral de lo cotidiano y se vuelve filósofo, uno no sabe qué hacer. ¿Quizá mandarle un consuelo? ¿Quizá ofrecerse como confesor? ¿O tal vez enviarle el arma adecuada, el fino estilete de la sabiduría plena o esa palabra mágica que lo deslumbre hasta consumirlo? ¿Acaso esperabas la muerte, Antonio, cuando decidiste levantarte de la mesa camilla? ¿No querías culpar a nadie de tu muerte y por eso dejaste una nota escrita? Una mujer muerta es siempre una profanación. Esa porción divina de la vida, su capacidad de crear arrebatada por quienes debían arrodillarse ante ella como ante una diosa. La soledad total, esa utopía inalcanzable en vida. Ni siquiera en esta tierra sola, siempre sola, de Los Pedroches. Amén.

Anónimo | jueves, enero 23, 2020 12:34:00 p. m.

Un buen tema para una novela o relato de nuestro paisano Félix Ángel Moreno. Él sabría sacarle jugo a esta noticia, tan triste como repetida.

Anónimo | miércoles, enero 29, 2020 5:17:00 p. m.

Antonio, exiges demasiado a tus lectores. Tu escrito solo lo puede entender quien haya leído "Los asquerosos", y no sé si habrá muchos. Espero impaciente tu regreso.

Anónimo | viernes, febrero 07, 2020 8:48:00 p. m.

Antonio Merino que te pasa? Ultimamente nos tienes abandonados. un abrazo para ti.

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