Este año hemos vivido el final de una época. Nos vamos haciendo viejos y cada día se cierran etapas de esto o de aquello. La etapa de las "cruces de la Felisa" ha concluido por agotamiento. Los noriegos de cierta edad comprenderán lo que digo. La revolución en el arte de vestir cruces interiores que se inició a finales de los años setenta del siglo pasado, cuando se dejaron atrás las formas tradicionales en la decoración y se impuso la elaboración artesanal de flores y adornos, ya venía dando signos de cansancio desde hace tiempo y este año ha llegado, quizás, a su punto de no retorno. Que solo se vistan cuatro cruces resulta indicativo, pero bastaba entrar este año a contemplar la habitual explosión de luz y belleza para que te invadiera la nostalgia y saltaran a flor de piel las emociones, al comprender que aquello que hemos vivido durante cuatro décadas se ha terminado. O está a punto de hacerlo. El trabajo es inmenso y el resultado espectacular, pero se advierte la fatiga y la debilidad. No paso por alto la mucha osadía primorosa de la cruz de calle Andalucía, todavía con buenas ideas, o la elegancia clásica de calle Doctor Benítez, que ha sabido también romper con la simetría sin que se note. Pero ya no somos los de antes. Al menos yo. Puede que la salvación sea volver a los orígenes prerrevolucionarios, a la sencillez de la maceta de jarros y el caldero de cobre reluciente, antes de que una empresa de inteligencia artificial acabe vistiendo ella sola todas las cruces de Añora y a eso lo llamemos tradición.
Las cruces exteriores han dado también un salto cualitativo en su desgaste, con la aparición de artilugios motorizados que caminan hacia otros escenarios diferentes de la imagen que tenemos sobre las cruces de Añora. Norias, molinos de viento, un tren en movimiento... Son intentos loables de innovación, pero en una dirección equivocada; una búsqueda de alternativas que nos salven, pero avanzando hacia el abismo. Destaca este año el impulso imaginativo y artesanal de la cruz de calle Amargura, justamente premiada. Pero vayan buscando también en el fondo de los baúles, donde los guardaron, los trajes de tela blanca que cubrían antaño la piedra de estas cruces monumentales, porque la esencia de los orígenes parece más deseable que un progreso sin rumbo.
Se están viviendo cambios importantes en el fundamento de la fiesta tal como la conocíamos hasta ahora, siendo uno de los principales y más peligrosos la desconexión entre quienes visten la cruz y el vecindario del entorno, algo impensable hace pocos años. El sentido integrador de las cruces por calles, por barrios, por familias incluso, está desvaneciéndose suavemente urgidos por la necesidad de mantener los estándares de las declaraciones protectoras institucionales. Hay una orquesta tocando pop en la plaza de España, hinchables y colchonetas para los niños, barras de cerveza frente a las cruces, hay puestos oficiales para repartir chocolate, la plaza de la Iglesia abarrotada de casetas feriales de venta ambulante de artesanía y bisutería y hasta de chacinas y churros, una tuna anda por ahí cantando clavelitos y unos niños de puerta en puerta pidiendo el mayo, mayo, como quien dice truco o trato, mientras para los adultos la mayor preocupación es comprobar que resulta imposible tomar fotos de las cruces con el móvil. Y los jóvenes, dónde están.
Ojalá parte de la solución venga de ese asociacionismo cultural emergente que da una patada en el culo a los veteranos incómodos y se lanza a descubrir el universo como si no hubiera un pasado del que aprender para no cometer siempre los mismos errores. No sé, los tiempos están siempre cambiando, pero esta transformación de ahora nos pilla quizás demasiado mayores para comprenderla. Lo mejor será continuar fingiendo que no pasa nada.
La revolución de los años 70 se debió al acceso a más materiales y recursos e información lo mismo que ahora. Hay nuevos materiales, modas y diseños por lo que los vecinos reflejan en la cruz también la evolución humana.
ResponderEliminarLa revista del ayuntamiento que publica para las cruces debería recoger colaboraciones como esta y opiniones de cruceras que expusieran su problematica para que sepamos exactamente en que punto estamos y los problemas que tenemos. Las reuniones con el alcalde no sirven para nada, porque la gente tiene miedo a decir lo que realmente piensa. Ahora se han sacado de la manga un grupo de cruceras nuevo, pero ya veremos si antes no hemos perdido dos de las que hay. El año que viene puede que haya solamente una o dos cruces de interior.
ResponderEliminarA veces, en estos casos cuando uno se encuentra un poco perdido, sin saber qué camino tomar, lo mejor es volver la vista atrás para ver de dónde uno viene e intentar reconocerse. Lo demás será motivación, ilusión y trabajo. José María.
ResponderEliminar