La
oposición de la Delegación del Gobierno a los encierros de toros en Pozoblanco nos devuelve el debate sobre la oportunidad de crear tradiciones anacrónicas motivadas exclusivamente por su presunto interés turístico o por un mimetismo absurdo que tiende a igualar unas fiestas con otras independiemtemente del lugar donde se celebren o la causa que las justifique. En efecto, la tradición puede justificar determinados espectáculos que, aunque en la actualidad desprovistos de su sentido originario, responden a unas motivaciones primitivas acordes con el sentido de la fiesta que las acoge. Sin embargo, la creación artificiosa de nuevos ritos, absolutamente desligados de la tradición y con un objetivo meramente esteticista y no pocas veces mercantilista, contribuye a desvirtuar el sentido de la propia fiesta, a hacerla menos auténtica, más vacía. Habrá que entender que todas las fiestas no pueden ser iguales, que cada una contiene los elementos que la tradición les ha legado en función de unas circunstancias y unos motivos, que, contrariamente a lo que muchos puedan pensar, nunca son irrelevantes. Las fiestas son un conjunto de ritos no siempre bien comprendidos por aquellos que los practican, pero que siempre responden a motivaciones profundas. Hoy en las fiestas suelen predominar exclusivamente los componentes lúdicos, en detrimento de los más simbólicos y rituales, y en ello está la clave de la progresiva desaparición de muchas de ellas. Incorporar a una fiesta los rituales de otra no la hace más rica, sino más pobre, al irla privando de su singularidad en favor de otras prácticas que no por más vistosas han de ser más queridas.
0 comentarios :
Publicar un comentario