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He leído en Los Pedroches Información una crónica sobre el pregón de la feria de Pozoblanco, pronunciado por José Márquez Ranchal, maestro jubilado. Al parecer, su intervención versó sobre determinados aspectos históricos de la comarca, especialmente sobre las épocas prerromana, romana y musulmana. Por la reseña del periódico, imagino que en ella dominaría el tono costumbrista habitual en muchos eruditos locales que consideran que la historia de un lugar hay que enaltecerla obligatoriamente con hechos fastuosos, sean ciertos o no. Se trata de una tradición que viene de muy atrás en nuestra historiografía comarcal y que ha dado lugar a lamentables errores que se transmiten de unos a otros sin mayor sentido crítico ni comprobación documental, dando lugar a una narración de fábula cercana a lo mitológico.

Así es, por ejemplo, y lo he leído en varios lugares, el considerar que la comarca de Los Pedroches tuvo en la antigüedad diversos nombres, a cual más romántico o evocador. Se dice en la crónica del pregón que "tras la dominación de los Tartessos, la zona que hoy conocemos como Los Pedroches recibió el nombre de Beturia(...), los íberos la llamaron Reino Servisino; los Fenicios, el Valle de las Maravillas; los cartagineses, el Valle de las Conquistas;los Romanos, el Valle de los Metales y los musulmanes el Valle de la Ilusión". Casi ná.

Todo ello es falso. Lo cierto es que la primera denominación documentada por las fuentes que acoge más o menos a la comarca es la árabe Fash al-Ballut ("Llano de las bellotas"). Se admite que Los Pedroches pertenecieron a la Beturia de los túrdulos, región que tenía unos límites mucho más amplios que los de nuestra comarca, aunque todavía no totalmente definidos. Todos los demás nombres son invenciones de una historiografía romántica que no deja constancia de la procedencia de sus afirmaciones. De hecho, las fuentes literarias grecolatinas, las más antiguas que se conservan, no hacen ninguna referencia a nuestra comarca ni citan ninguna población situada en ella (salvo si admitimos un error en Plinio y consideramos a su Baebro como el Baedro de las inscripciones). Desde luego, ninguna noticia tenemos de fuentes íberas, fenicias o cartaginesas, cuya literatura, si existió, ha desaparecido por completo. No hay, por tanto, documento de donde puedan provenir tan legendarias denominaciones, todas ellas más propias de un lenguaje poético que historiográfico.

Sería conveniente que la historia de Los Pedroches comenzara a conocerse y a transmitirse con más rigor y que se comenzara a diferenciar con nitidez lo que es certeza de lo que es ficción. Historia mater vitae est. Necesitamos conocer bien nuestro pasado para conocernos mejor a nosotros mismos. Maquillar la historia no es más que ocultarnos nuestro porvenir.

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