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Carnavales, comadres y un febrero

Aquí está la memoria, la historia. Buscando hace algunos años datos y testimonios para mi libro Ensayo sobre fiestas populares de Los Pedroches topé de bruces en muchas ocasiones con lo más descarnado de la oralidad, valga la palabra. Testimonios crudos nacidos llanamente de la rememoración espontánea y selectiva de quien no alcanza a recordar una cita de antes de ayer pero refiere con la precisión de lo obvio el número que obtuvo en quintas su hermano hace sesenta o más años. Hablar es ir hilvanando despacio los recuerdos que son vivencias de un mundo que perteneció a otros; puede ser, quizás, ir tejiendo los encajes de la vida con los bolillos viejos y antiguos de la palabra. Así aparece la memoria, la historia, en los labios temblorosos de quien al comienzo puso reparos débiles para abrir el arca de su pasado pero enseguida inundó el aire con ecos recientes que ya conocen el medio siglo. Esta mujer habla hoy de febrero, porque llueve y hace frío y así se justifican los sentimientos. Del carnaval hablamos, sí, y de los quintos. Pero hay muchos más delirios en los febreros de su vida.

"Salían muchas comparsas en Añora. Y luego venían también de otros pueblos, de Alcaracejos y de Pozoblanco y de Pedroche, a cantar. Y las máscaras salían con sacos, con las caras tapadas, a correr detrás de los muchachos. Y algunos hasta en cueros y en mantas arropados. Entonces el carnaval era muy grande... Y el jueves de comadres sí que, huy, el jueves de comadres: perros colgados en las puertas, gatos, carros puestos en las puertas para que no pudieran abrirlas, estiércol, molinillo de la fragua... muchísimas cosas hacían".

Según Caro Baroja, el carnaval se inicia propiamente con el año, siendo las cencerradas de San Antón uno de sus actos inaugurales. Este día siempre tuvo en Añora los sonidos añejos de los campanos: "Iban por El Casar y por la dehesa y hasta Dos Torres, con los cencerros, corriendo de noche. Iban hasta Dos Torres y luego venían. En ca la María don Juan había unos cencerros que le cabía una cuartilla de trigo, los llevaban grandísimos y otros más chicos y otros cencerritas y iban así corriendo. Antiguamente todo lo celebraban, Jueves de Comadres, aunque hicieran lo que hicieran, San Antón y todo. Y cantaban "San Antón hizo buñuelos, convidó a los mozuelos, y a mí no me convidó, San Antón, San Antón, ¿qué te he hecho yo?", cantaban las coplas, tocaban los cencerros, se ponían un montón en corro y se metía uno grande en el medio y le respondían los otros, y todo eso era de noche, pero ya no, ya se ha acabado todo."

"El jueves de comadres nosotras nos estábamos muchísimas veces levantadas de noche, para que no nos pusieran nada en la puerta, y los sentíamos a los mozuelos que venían y abríamos la puerta y salían a correr y se iban. Pero luego si pinta venían otra vez. Nos estábamos hasta las dos o las tres levantadas, las amigas en nuestras casas, ay, que no nos pongan, ay, que no nos hagan... Venían sobre todo a donde había mozuelas, algunos también a las mujeres viejas, pero más donde había mozuelas. A la Isabel de la Posada le pusieron una vez una mula muerta atada al aldabón de la puerta, no podían abrir, liada con alambres, se la tuvieron que cortar y no podían abrir la puerta, y le hicieron eso, y carros puestos en las puertas."

El invierno traía también la cansina jacaranda de los quintos y su derecho inapelable, con fundamentos carnavalescos, de besar a su antojo a las mozas del pueblo los días previos a su marcha al servicio militar. "Toda la noche con la pandereta cantando, toda la noche con un candelorio de encinas en la plaza de la Iglesia. Íbamos a por agua y salían a los pozos y nos cogían y te tenían que besar y no podías decir nada, porque era la costumbre. Iban a los lavaderos, los tunos, a la Jontana o San Juan y ni que querías ni que no te tenían que besar, y si te pillaban con un cántaro en la cabeza y otro en el ijar y con una pila de ropa que venías desde la Labradora o desde la Huerta del Herrero con una pila de madera o de zinc en la cabeza y la caldereta debajo del brazo, hartitas, pues te tenían que besar. Y las madres, ¡burros, sinvergüenzas!, pero ellos, a ver, cosa de juventud, hoy no hay nada de esas cosas".

Así, entre añoranzas y melancolías viejas se va hilando la tarde. Transgresiones a la norma justificadas por la costumbre inmemorial de las gentes que han bebido este elixir de la espontaneidad. Pero en la tradición oral de este pueblo dominará todavía por muchos años el tema recurrente de una contienda a la que llaman civil. Fueron padres contra hijos e hijos contra padres, dice la mujer, y eso hará que no se olvide fácilmente. No es ahora el momento de estas historias que son la Historia, pero en los meandros de sus recuerdos he aquí que se unen la guerra de su juventud y un febrero de carnaval que trajo su propia mascarada. Un febrero especial que no se olvida de entre los muchos febreros de su vida. Los frentes cercaban el pueblo. Las tropas rebeldes en Alcaracejos, los rojos en los eucaliptos de la carretera, al pie del cementerio, y Añora en medio. Eran frecuentes las alarmas, los ataques de la aviación, los sobresaltos y las carreras al refugio. Pero en este febrero de la guerra cesaron los disparos en sus oídos y ya no hubo aliento para murgas y zaragatas. Murió su hijo, con una edad que todavía se contaba por meses, y la noche acogió los lamentos de una velada: "La aviación tirando en Dos Torres. Y entonces viene a la casa un capitán con una pistola por la noche y grita: ¡Puertas cerradas y luces apagadas!. ¡Todo el mundo al campo!. Y el niño muertecito, con diecisiete meses. Aquí muchísima gente queriéndose quedar a velar, pero otras se iban para las viñas y otros sitios. Y yo digo, pues a ver, aunque sea lo cerramos en un arca y nos vamos de aquí, qué le vamos a hacer, no nos vayan a matar a nosotros también...". Pero no. No es ese el tono, no lo dijo de esa manera, no fue así. "El niño muertecito, con diecisiete meses... aunque sea en un arca...". ¿Cómo fue, cómo habló, cómo podré decirlo?. ¿Cómo comprender entonces los abismos inmensos de su pensamiento?. Sólo sé que fue en febrero, que era carnaval en la historia y que hubo lágrimas en los ojos.

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