Inauguraciones
Cerro del Cuerno/11Siempre me ha producido curiosidad esa afición de la clase política por inaugurar obras. No hablo ya de grandes teatros, palacios de la música o polideportivos, sino que en los últimos tiempos hemos asistido atónitos a “inauguraciones” tan pintorescas como la de unos cuantos kilómetros de autovía o, ya en el paroxismo del ridículo, la de una traviesa de una futura línea ferroviaria. Con frecuencia me pregunto por la necesidad insoslayable que tiene el político de someterse a este acto de humillación pública, pues no es posible que voluntariamente uno pueda acceder a tan grosero insulto a la inteligencia.
Todo esto viene a cuenta, por supuesto, del esperpento de la semana pasada con respecto a la falsa apertura del viaducto del Guadamatilla, todo tan propio de Berlanga y Azcona que a veces sólo se echaba en falta a un López Vázquez preguntando sibilinamente qué había de lo suyo. El subdelegado del gobierno gritando “¡que me quitan la obra!”, el presidente de la Diputación aplicando el lema de “quien inaugura primero inaugura dos veces”, los alcaldes de El Viso e Hinojosa que acuden al lugar de los hechos y se encuentran con que una pareja de la Benemérita les impide el paso, y mientras tanto los vecinos contemplando con impotencia como el flamante viaducto lleva varios meses terminado pero sin poderse usar porque alguien, en la mejor expresión de Larra, ha decidido que todavía quedaba un papel sin firmar. ¿Cabe mayor ineptitud, mayor insolencia, mayor descaro político?. ¿Será preciso recordar la obviedad de que las obras no son de la Diputación ni del Gobierno central, sino de los ciudadanos, que las pagamos con nuestros impuestos y para quienes el bochorno del trámite de inauguración nos resulta totalmente prescindible?.
Y en todo este episodio echo en falta una vez más que se levante de entre tanta ignominia una voz política autorizada de la comarca y, poniendo por delante los intereses de su tierra, plante cara a su partido y le reclame un mínimo de dignidad y un trato justo para Los Pedroches. Que no es suficiente con hacer salir a los vecinos a la calle. Que los políticos locales están obligados a impedir que sus superiores nos sigan ofendiendo, si no quieren participar como cómplices en esta sucia jugada que nos hace sentir tan humillados como ciudadanos, tan avergonzados como personas. Hay silencios que pesan como una losa y en la política comarcal vemos últimamente demasiados silencios, demasiadas ausencias en la explicación de temas tan fundamentales.
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