Sabiendo quizás que me encuentro lejos de mi
ordenador central, el que contiene todos los trucos,
Blogger ha aprovechado para colocarme en la cabecera un banner publicitario y, de paso, descolocarme los elementos gráficos que, no obstante, intentaré corregir en los próximos días. Mientras, leo
un artículo sobre Fran Rivera y su drama torero/mediático y pienso, tal
como decía hace unos días, en lo difícil que resulta liberarse de los tópicos, especialmente de los negativos. Parece que no es posible trazar un perfil biográfico-periodístico del hijo de
Paquirri sin referirse a la negra jornada de Pozoblanco. Cuando están a punto de cumplirse los veinte años de la muerte del torero en su enfrentamiento con
Avispado (que eso es el toreo, una lucha entre dos en la que casi siempre vence el mismo, pero a veces no), todavía hoy parece que, como ya en su día denunció
Domingo Reina en respuesta a un artículo de
Antonio Burgos, todavía hoy, digo, parece que fue Pozoblanco quien mató al torero, todavía hoy parece la ciudad la culpable, como si ningún factor más hubiera intervendo en el suceso. Y todavía hoy, para algunos, Paquirri fue el único que murió en la eterna curva de la carretera a Córdoba, despreciando así la vida de tantos pedrocheños cuyo corazón también dejó de latir con el rumor del agua agria. Se cumplen veinte años y esa negra sombra sigue sobre Pozoblanco, donde murió el torero, aunque lo que parece querer decirse es "la que mató al torero". -"¿De dónde eres?. -"De Pozoblanco". -"¡Ah, sí, donde mataron a Paquirri". Qué pena.
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