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Cerro del Cuerno/31

En mi libro Ensayo sobre fiestas populares de Los Pedroches intenté defender la idea de que muchas celebraciones populares de la comarca están relacionadas, de uno u otro modo, consciente o inconscientemente, con un primitivo culto a la encina, si bien el cristianismo dominante habría enmascarado bajo una apariencia religiosa aquellas antiguas tradiciones paganas. Testimonios históricos y antropológicos certifican esta sacralización naturalista en otras zonas de España, aunque en Los Pedroches la escasez de investigación arqueológica impide ir más allá de meras hipótesis especulativas. Sin embargo, en pleno siglo XXI, cuando todos presumimos ya de descreídos y nos suponemos liberados de viejas supersticiones y ataduras rituales, parece que el espíritu dendrólatra renace en cuanto se escarba en nuestro subconsciente colectivo. El último caso pudiera ser el del culto a San Martín, patrón de Añora que ha celebrado esta semana su festividad y cuya ermita ha nacido a la par del tercer milenio. La devoción nuevamente renacida a este santo ha desarrollado una vinculación naturalista de la que carecía en sus orígenes, y que incluso va en contra de su hagiografía, que Sulpicio Severo compone con numerosos derribos de árboles adorados por los paganos. La ermita del patrón noriego se ha construido en plena selva de encinas de los Jarales, con voluntad expresa popular de que así fuera, a pesar de que, obviamente, no había ninguna hierofanía ni hecho fundante que lo exigiera. Pero el levantamiento de la ermita precisamente en la dehesa ritualiza, aunque los propios gestores lo ignoren, la idea subyacente en la memoria cultural de la comarca de la consideración de los encinares como lugares sagrados en sí mismos, aunque todo ello aparezca ahora arropado bajo intereses ecológicos o meramente lúdicos, sin faltar un alto componente de intriga política consustancial tantas veces a la propia religión. Aunque todavía no se han definido los rituales al santo en la nueva ermita, parece obvio suponer la creación de una romería y la conversión de su fiesta titular en una jornada de comunión con la naturaleza encinada, transformando, finalmente, en excusa el fundamento. Ante maravillosas anacronías como ésta, donde se revela la auténtica querencia de los pedrocheños por su árbol ritual, cuya savia es nuestra sangre, ¿cómo entender que, según un estudio del Observatorio Agenda 21 Provincial, más de once mil encinas se hayan cortado en Los Pedroches en los últimos ocho años, y que mil quinientas más vayan a arrancarse para conducir el agua potable a Villanueva de Córdoba? ¿Podría alguien parar esta sangría?.

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