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Memorias de un niño de la guerra

El autor con sus padres (1925)
A través del Foro de Hinojosa del Duque, donde se publica el texto íntegro, he conocido el libro de Félix Jurado Ramos Memorias de un niño de la guerra (1936-39), que fue publicado en 1999 por la Editorial Emboscall. Luego he encontrado también su versión digital, publicada en el año 2000. El título, en realidad, es un tanto engañoso, pues el contenido desborda ampliamente los límites temporales señalados en él para convertirse propiamente en unas memorias que abarcan hasta el momento en que fueron escritas, en 1989. Sin embargo, el contenido más significativo, y desde mi punto de vista el que ofrece mayor interés, es el incluido en los siete primeros capítulos, en los que se cuenta la infancia y primera juventud del autor (hasta los 20 años aproximadamente) en el marco mísero y terrible de la guerra civil y la posguerra en Hinojosa del Duque. Luego el autor se extiende en la narración de sus aventuras en el servicio militar en Sevilla y en sus años de emigrante en Cataluña, ofreciendo también una visión personal de esa otra posguerra, pero que no ofrece ya el interés añadido de la proximidad geográfica, de nuestra propia historia comarcal.

En cambio, los siete primeros capítulos ofrecen una visión tremenda, necesariamente personal y subjetiva, como corresponde a unas memorias, de la vida miserable (en lo material y, sobre todo, en lo espiritual) de la Hinojosa (es decir, de cualquier pueblo de Los Pedroches) del segundo cuarto del siglo XX. El estilo narrativo es espontáneo, desordenado, elíptico, que va y viene, pero de una efectividad sorprendente. A pesar de la evidente falta de conocimientos técnicos narrativos del autor (e incluso de los errores sintácticos y aun ortográficos, ya no achacables a él mismo sino a la editorial -si es que la versión digital es un calco de la... ¿analógica?-), el texto consigue un ritmo muy atractivo y los acontecimientos narrados logran imponerse sobre cualquier consideración estilística.

El autor cuenta su primera juventud en Hinojosa y Montilla, a donde sus padres se trasladaron en busca de trabajo y donde el pequeño Félix tuvo su primer contacto con algunos de los avances tecnológicos de la época:

"También fue en Montilla donde yo vi por vez primera el cine mudo que entonces era el cine que había. Al lado nuestro había un hombre que iba leyendo lo que salía en la pantalla, también fue allí donde yo vi el primer automóvil, toda la gente salía de sus casas para verlo. Los chavales íbamos detrás del coche y los que eran más grandes que yo corrían ellos más que el coche. También fue en Montilla donde yo hablé por teléfono, hablar es un decir porque sólo dije adiós a mi abuela, porque yo veía tan difícil que sintiera la voz de mi abuela que me quedé espantado y no pudieron hacer que le dijera nada más".

Luego, su primera escuela:

"Me pusieron en la escuela de la Vitorina. Allí no sé si llegue a juntar las letras y a conocerlas todas pero a rezar sí que me enseñaron: todos los días por la mañana nos hacían rezar y por las tardes nos hacían ir a la doctrina y lo que teníamos que hacer, que era leer y escribir, poco nos daban (...). Yo no sé de quien sería la culpa de que en vez de enseñarnos a leer nos enseñaran a rezar, si era culpa de la maestra o de los curas. Para mí, con lo que he visto después, debía ser culpa de los curas porque allí nos preparaban para la otra vida, que dicen ellos que hay. Y en esta pensáramos por sus cabezas y las nuestras las tuviéramos para contrapeso del culo; por eso, cuando en la cabeza te meten hipocresías, el trabajo que cuesta de ver la realidad y muchos nunca llegan a verla".


Ya se va viendo por dónde va la cosa.

Pronto, en cambio, ya en Hinojosa, debe empezar a trabajar, siendo el catálogo de sus ocupaciones el de la España rural de la época: porquero, tejero, vendedor ambulante, pastor... El trasiego episódico de unos trabajos a otros, siempre con el hambre y la necesidad como escenario, nos recuerda a veces las andanzas del Lazarillo, incluso en el modo de contarlas:

"Empecé a andar, perdí de vista la casa, puse la chiva al suelo y ella se lió a berrear, yo andando hasta que la chiva se vio sola y como que las cabras son tan asustonas, cuando se ven solas. La llamé que como era de dos colores le decía colorina. Cuando se decidió a seguirme nos pusimos los dos en marcha hacia el pueblo. Desde allí había ocho o diez kilómetros. Cuando llegamos al pueblo, era casi mediodía, la chiva iba comiendo hierba y yo tenía que ir a su paso y sin comer".


Pronto estalla la guerra, y la narración de Félix Jurado se convierte en un documento de primer orden. Cierto que nadie puede buscar objetividad ni rigor histórico en lo que cuenta (hablamos de unas memorias), pero su escrito se eleva como un testimonio directo de lo que ocurrió, con el valor indiscutible de quien vivió los acontecimientos en primera persona y los cuenta como los percibió y los sintió, con su verdad. Se trata de un aporte fundamental para la elaboración histórica de este tristísimo episodio de nuestro pasado cercano, de la historia de España, pero también de nuestra historia comarcal, del que hasta ahora yo sólo conocía, en forma de libro, las también imprescindibles Memorias de un miliciano, de Emiliano Mascaraque Castillo (publicadas por el Ayuntamiento de Pozoblanco en 1997).

Así vió el pequeño Félix aquellos primeros días de la guerra en Hinojosa:

"Como las últimas elecciones municipales las habían ganado las izquierdas, ellos no podían soportar que hubiera un alcalde de izquierdas gobernando en el ayuntamiento. Y el día de la Ascensión, aquella noche mataron a un joven en la puerta de la Virgen del Castillo (iglesia que está en la plaza mayor del pueblo); aquel joven venía de ver la novia e iba para su casa cuando le dieron el tiro. Estando agonizando se lo llevaron a Córdoba, por no decir que lo habían matado.

Aquel crimen que fue el primero de los muchos que habría después en Hinojosa. De aquel crimen se responsabilizó a la Guardia Civil, aunque la gente decía que habían sido los pistoleros. Aquella noche hubo aquel muerto y muchos tiros por las plazas y calles adyacentes. Mi padre, cuando dejaron de oírse tiros, él que estaba en nuestra casa le dijo a mi madre: "voy a ir a casa de mis padres. Como mi padre y mi hermano son socialistas no les haya pasado nada si estaban en la casa del pueblo". Mi madre le dijo "ya voy yo contigo, que los niños están durmiendo". Yo no sentí nada de los tiros ni de que ellos se fueran. Yo me enteré al otro día de lo que había pasado. Nosotros vivamos en la calle Fontanilla, mis abuelos en la calle San Gregorio. Cada calle está en un extremo del pueblo. Cuando mis padres llegaron a la calle Corredera, en aquel cruce estaba la Guardia Civil a caballo y no querían dejar pasar a mis padres. Mi padre decía que iba a casa de sus padres a ver si les había pasado algo a ellos como habían pegado tantos tiros. Pero como habían matado a aquel joven no querían ver a gente por las calles. Nada más que ellos. Mi padre insistía para que le dejaran pasar y en vez de dejarlo pasar se liaron a dar sablazos y a mi madre le pusieron un brazo amoratado.

Mi padre cuando vio a mi madre los lamentos que daba le echo mano a las bridas del caballo y se encabritó el caballo. A mi madre se la llevaron a curar y a mi padre a la cárcel".


Luego, los días de guerra y el final de la lucha, y más tarde la altivez de los vencedores y la humillación de los vencidos.

Pocos días antes de ser fusilado, ya en la cárcel, el padre de Félix le envió a su madre esta carta, oculta en el fondo de un cesto de ropa:

"Querida Petra: Si estuviste en mi juicio estarás enterada de los que me han puesto las denuncias, que son Pablo Calderón y Fernando, el que está de carcelero, pero tu bien sabes que te lo he dicho yo muchas veces que vi al pobre Pepe muerto y lo que yo lo sentí, fíjate que ahora dicen que lo había matado yo. Pero Dios está en el cielo y a cada uno le dará lo que se merezca. Tu háblale bien y si a mí me matan puedes llevar la cabeza en alto, porque he tenido la suerte de no ser criminal. Fililberto, sé muy bueno con tu madre y con tus hermanos, trabaja para ellos y véngame si puedes algún día, igualmente te lo digo a ti Fulgencio, sed buenos con todos pero venga algún día si puedes a tu padre, que lo han hecho mucho sufrir. María tú sé también muy buena y honrada, te lo pide tu padre, y tú Carmelilla llegarás a ser grande, te digo lo mismo. Petra tu también sé honrada y buena con tus hijos, te lo pido que seas tan buena que lo seas como lo has sido siempre. Yo si me matan voy con mi conciencia
tranquila de no haber matado ni haber hecho padecer a nadie. Dale muchos besos a nuestros hijos y ten mucha resignación con este que te lo pide tu Agapito que os quiere mucho a todos. Adiós Petra de mi alma, hijos de mi alma, sed buenos todos y si me matan yo no he matado a nadie, vengadme algún día si podéis. Adiós a todos".


Y eso me ha parecido a mí este libro. La venganza debida a un padre.

Carta autógrafa del padre Carta autógrafa del padre

1 comentarios :

nueva_magia | martes, junio 05, 2012 6:41:00 p. m.

Buenas tardes,

Estoy aquí en Vic sentado con Félix Jurado Ramos, el autor del libro que comentan. La edición digital de la obra ya no está disponible en internet y nos gustaría pedirles si ustedes la conservan de alguna manera... Querríamos crear un blog sobre el libro y añadir mucho más material literario de Félix.
Mi contacto es: novamagio@gmail.com

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