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Sin que la iniciativa sea muy conocida por los propios ciudadanos de la comarca, el Ayuntamiento de Pozoblanco está llevando a cabo desde hace ya varios años uno de los proyectos culturales más importantes que a nivel nacional se desarrollan en el campo de la bibliografía. Se trata de la edición crítica de las obras completas del humanista Juan Ginés de Sepúlveda, natural de esa localidad pedrocheña y máxima gloria de las letras de cuantos han nacido por estas tierras. Precisamente hace unos días se reunió el consejo directivo de este proyecto, formado por autoridades del máximo nivel académico, cuyo prestigio investigador concede a sus trabajos sobre Sepúlveda las máximas garantías de calidad y rigor científico, reconocidas a nivel internacional.

Ginés de Sepúlveda nació en Pozoblanco en 1490, en el seno de una familia humilde, probablemente relacionada con el curtido de las pieles. Estudió en Córdoba, Alcalá de Henares, Sigüenza y Bolonia, donde trató a personajes ilustres como Julio de Médicis, quien le encargaría luego la traducción de las obras de Aristóteles. En 1536 acepta el nombramiento de capellán y cronista oficial de Carlos V, fijando entonces su residencia en Valladolid, sede habitual de la corte, aunque pasa largas temporadas en su hacienda de Pozoblanco. Aquí pasó retirado sus últimos años, hasta su muerte en 1573. Fue un gran hombre del Renacimiento y estuvo siempre atento a los problemas de su tiempo, como lo demuestra la controversia que mantuvo con Fray Bartolomé de las Casas sobre los fundamentos jurídicos de la conquista de América. Su producción literaria, como filósofo, teólogo, jurista, filólogo e historiador, es muy extensa, toda ella escrita en latín. Esta circunstancia, unida al hecho de que sus obras más importantes apenas se reeditan circunscritas a los ámbitos universitarios, hacen de Ginés de Sepúlveda un gran desconocido. La edición de estas obras completas, que incluyen estudio, edición crítica y traducción, deberá colaborar a la definitiva difusión de la obra y el pensamiento de Sepúlveda, puesto que, aunque las ediciones que ahora se realizan van dirigidas a un público especializado, podrán servir en el futuro de base para estudios de carácter más divulgativo. Porque quizás nos encantaría saber que Sepúlveda gustaba de comparar su finca de la sierra con la Tusculana de Cicerón y que, habiendo vivido en tan principales ciudades, cuando sintió cercano el fin de sus días mandó esculpir su epitafio en una lápida de mármol destinada a la parroquia de Santa Catalina de su pueblo: “Aquí yace Juan Ginés de Sepúlveda, que procuró comportarse de tal manera que sus costumbres mereciesen la aprobación de los hombres honrados y piadosos…”.

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