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La comarca de Los Pedroches, especialmente en las zonas de los antiguos señoríos de Belalcázar y Santa Eufemia , ha sido un destino habitual de invernadero de la ganadería trashumante desde la Edad Media hasta hoy. El sistema de explotación tradicional de la dehesa combinaba, así, las actividades agrícolas con los aprovechamientos ganaderos por parte de una cabaña fundamentalmente estante en la subcomarca de realengo y trashumante en las de señorío. Los ganados, procedentes especialmente de la provincia de Soria, llegaban a la comarca a través de la Cañada Real Soriana Oriental, que comunicó durante siglos los puertos riojanos y sorianos con los "extremos" manchegos y andaluces, y que conectaba, ya en tierras de Ciudad Real, con la Conquense, que permitía a los trashumantes de las serranías de Cuenca y Albarracín llegar a las dehesas pedrocheñas, tras haber dejado parte de sus rebaños en el Valle de Alcudia .

Desde antiguo, sin embargo, la Mesta encontró grandes obstáculos en su relación con las realengas Siete Villas de Los Pedroches, que prefirieron una explotación propia y exclusiva de sus términos comunales. Aunque la misma existencia de pleitos documenta que los ganaderos mesteños se asentaron también en sus tierras, sólo pudieron hacerlo hasta que, tras la compra por parte de las Siete Villas de su propio patrimonio comunal en el siglo XVII, las villas hicieron dictar normas que excluyeron al Concejo de la Mesta de cualquier derecho de aprovechamiento de estas tierras. En las condiciones de venta de las dehesas de las Siete Villas de 1644 se dice expresamente que "jamás los jueces de Mesta ni sus alcaldes entregadores" puedan "entrometerse" en la administración y uso de esas tierras. En 1773 de nuevo el Concejo de la Mesta quiso provocar litigio, pero se recordó entonces una ejecutoria de 1733 en la que se disponía que el uso y aprovechamiento de las hierbas que se criaban en esas dehesas era propio y privativo de sus villas.

Los ganados de la Mesta, por tanto, sólo podían pastar en las tierras de los señoríos de Belalcázar y Santa Eufemia, pero no en las de las Siete Villas, que en este, como en otros aspectos de administración, fueron siempre muy celosas de lo suyo. Su etapa señorial como villas del Marquesado del Carpio sólo duró desde 1660 hasta 1747. Las Siete Villas, por tanto, ya eran de nuevo realengas cuando en torno a 1753 se redactaron los libros de sus correspondientes Catastros de Ensenada, documentos fiscales que nunca pueden considerarse libros de historia en sí mismos, sino fuentes de las que obtener datos necesitados de crítica y revisión historiográfica.

1 comentarios :

Anónimo | viernes, octubre 21, 2005 8:09:00 p. m.

este arturito se mete en camisas de once varas

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