
El Ayuntamiento de Pozoblanco ha editado recientemente el poemario
Memoria de las estaciones, de Rafaela Redondo Fernández. La autora, que tiene la suerte de trabajar en contacto permanente con los libros, había publicado anteriormente tan sólo el libro
Ciudadana del Silencio (1983). Esta morosidad en entregar al público lector su creación indica otra forma de entender la literatura, en estos tiempos en que los autores se complacen en amontonar títulos en los estantes.
Memoria de las estaciones es un bello libro que añade al valor de la poesía de Rafaela las acuarelas de Inmaculada Ortiz de Galisteo. En su prólogo, apunta Alejandro López Andrada: "El poeta auténtico va abriendo estancias de una casa derruida y cerrada, olvidada por la luz, y va descorriendo los visillos de las ventanas para que el cielo azul penetre en ella y la contagie toda de claridad. Así, de este modo sencillo, tierno, frágil, Rafaela Redondo va pergeñando su obra poética: en silencio, casi de puntillas, de espaldas al tiempo, con los ojos bien sumergidos en las estaciones, en los árboles y en los caminos de la infancia por la que siguen cruzando trenes lentos que llevan en la soledad de sus vagones los brillos de la inocencia que se fue (...). Huertos, caminos, árboles, mariposas, paredes y hierbas silvestres, olores del campo que se abren dóciles, en la voz de Rafaela Redondo, a un universo purísimo, intemporal".
En tanto que este tiempo
viene a sacarme de la duda
un día,
escuchad
el canto a la memoria vuestra.
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