El pastor, el porquero y el casero

El pastor, el porquero y el casero

Como en otros asuntos, la asunción partidaria de la denominada (con poca fortuna, a mi parecer) memoria histórica ha privado a la recuperación de cuerpos de fusilados durante la guerra civil y posguerra, y enterrados en fosas, del reconocimiento únánime que correspondería a hechos de tan relevante compromiso ético. Sólo cuando se desciende al caso particular, individual y personal, se recobra la emoción y la humanidad, la justificación de la necesaria exigencia que nunca debió haber sido puesta en cuestión si las cosas se hubieran planteado de otro modo. El caso de Pedroche resulta paradigmático para entender nuestra historia reciente, cuya esencia hay que rescatar, y no sólo en su memoria contaminada, sino en toda su grandeza cívica y política. Si acaso las muertes de inocentes alguna vez tienen sentido, alguien podría intentar explicar el porqué del fusilamiento de un pastor, un porquero y un casero en la noche encinada de una posguerra de hambrunas y desesperanza. En ese lodazal de miseria moral resalta aún más la tenacidad de los familiares empeñados en descubrir una verdad y un lugar. Sólo quienes conozcan cómo se viven y se sienten aún estos temas en nuestros pequeños pueblos, llenos todavía de tantos rencores, podrán comprender el alcance titánico de esta tarea felizmente completada. El caso de Pedroche es sólo el primero de muchos otros que, inevitablemente, están por venir, porque setenta años de silencio son ya muchos años de silencio y hay voces que siguen llamando desde un subsuelo cuajado de injusticias y de olvido que ha soportadodo el peso de la culpa durante demasiado tiempo.