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A cada cual lo suyo

He intentado sin éxito localizar la cita, pero creo que fue en un relato de Leonardo Sciascia donde leí aquella frase: "En los pueblos pequeños todos son de derechas, incluso los que creen ser de izquierdas". Muchas veces me he preguntado por el sentido y origen de la orientación ideológica de ciertas personas, el porqué de sus creencias y qué fortaleza las mantiene. No es sólo que hay muchos marxistas que nunca han leído a Marx o que muchos defensores de la ortodoxia conservadora desconocen absolutamente la historia de España y Europa durante el siglo XX, sino que la mayoría de los dirigentes que conozco, de una u otra facción, serían incapaces de escribir tres líneas coherentes sobre su propio pensamiento político, sobre los fundamentos de su ideología y de su compromiso con la sociedad. Así, muchos se aferran todavía a esta división radical derecha/izquierda como si nada hubiera pasado en el mundo en los últimos treinta años, por poner un corte, como si ideología todavía fuera sinónimo de ideas, como si tan cómodos compartimentos no hicieran aguas por todas sus rendijas. El debate sobre el ocaso de las ideologías es demasiado severo como para que yo ose siquiera rozarlo, pero me inquieta la deriva reaccionaria que observo en los comportamientos de algunas personas en cuyas manos están o estarán los destinos futuros próximos de la que es mi tierra, y no lo quise yo, sino el azar. Aferrados a modelos caducos, seguimos enredados en la insoportable rutina de asuntos meramente burocráticos (la gestión de subvenciones cazadas a lazo del BOJA, la ejecución formal de su consecuencia allá o acullá), que bien podrían ser resueltos por un auxiliar administrativo, mientras que no se afrontan con valentía, con el empuje del que verdaderamente defiende ideas avanzadas y libres, los retos que han de certificar un futuro de progreso. Uno soporta con dolor y resignación que le retiren la palabra o que en mensajes anónimos lo acusen de "traidor", pero la indignación ciudadana se impone a las promesas íntimas de callar (a los propósitos rotundos de sacar las narices de lo que no me importa) cuando en nombre de las ideas o de las ideologías algunos que jamás han cruzado los jalones divisorios del Horcón y el Guadalbarbo y beben de unas fuentes ancladas en el pasado, que desearían eterno porque en él se encuentran seguros, levantan sin pudor las banderas de la legitimidad para marcar la frontera de un territorio imaginario en el cual incluir o excluir a capricho. Sinceramente, me importan un pimiento la residencia, el teatro municipal y el polígono industrial, en los cuales no creo que se hallen las credenciales de ningún ideario, pero lucharía con todas mis fuerzas para poder seguir perdiéndome en los fantasmales abismos solitarios de la dehesa en diciembre, con las nieblas sobrecogedoras de San Alberto y la arcaica autenticidad de la sagrada Jara, placeres inmensos que valdrían, por encima de todos, una misa y un compromiso.




En Toledo, ondeando amigos y emociones.

2 comentarios :

Anónimo | domingo, mayo 20, 2007 1:13:00 p. m.

Pequeños reinos de taifas es lo que son los ayuntamientos y la primera preocupación de los que se sientan en los sillones es ahuyentar a los posibles contrincantes; no se hace política, se administran subvenciones. ¿Que pasará cuando se terminen, en el 2013, y no se haya construido un tejido económico, empresarial, que cree puestos de trabajo, fuera de los cuatro técnicos de los ayuntamientos?. La derecha y la izquierda, a estas alturas, no es más que cuestión de estilo, como mucho.
Por cierto, qué pasó con la proposición no de ley del Parlamento sobre la apertura de la estación en Los Pedroches, cuando seis meses más tarde, con el PP en el poder, que era el que la había propuesto, no la llevó a cabo en sus 8 años de gobierno? ¿Esas iniciativas las ponen en marcha sólamente para joder al contrario? Estoy hablando del año 1995 y el gobierno del PP estuvo en el poder desde el 1996 hasta el 2004, creo recordar. Los dos partidos mayoritarios tienen motivos para callar y ponerse a trabajar.

Anónimo | martes, mayo 22, 2007 11:09:00 a. m.

Antonio te importa un pimiento la residencia de ancianos. Lo entiendo todavía eres joven. Pero cuando se hace en un pueblo una residencia es para cubrir las necesidades de unas personas que si lo necesitan en un momento de su vida... Mira Antonio no se que tiene que ver pasear por la dehesa con gestionar un pueblo y ofrecer servicios a su ciudadnos. La gente aqui quiere pasear e ir a un teatro en condiciones. Pasear y tener un lugar para sus mayores y para ellos mismos. Y por supuesto tejido industrial para generar riqueza. Desgraciadamente a otros les importará un pimiento un IES en un pueblo o la enseñanza de sus convecinos. como atros la residencia.

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