Banderas rojas contra el silencio
Francisco Javier Domínguez
EL silencio dura más de dos siglos. En 1787, Carlos III comenzó a repoblar todo el sur de Despeñaperros. Fue entonces cuando las rutas que discurrían entre el valle y la Meseta se desviaron hacia el este y los antiguos caminos que subían por Los Pedroches quedaron olvidados. Pero el AVE devolvió el protagonismo a la vía de Armillat, coincidente con la actual de Alta Velocidad, y los trenes rompieron el silencio a costa del desmonte de parte de la dehesa de Los Pedroches. El coste ambiental fue brutal, sufrido en silencio. Sólo eso justificaría ya una parada. Aprovechando la Vuelta Ciclista, se pidió el tren con banderas rojas en puntos donde, paradojas de la vida, el patrocinio era de Renfe. El problema es que me da la sensación de que quienes deberían encabezar la protesta son los que mejor representan el secular silencio de Los Pedroches. Son los mismos que, como Carlos III, gobiernan, pero o no están interesados en la ruta o trabajan en silencio... para el partido. [El día de Córdoba, 3-9-08]
Los Pedroches y la costalada
Pedro Horrillo
Hoy podría hablar de varias cosas, pero me da que, al final, terminaré hablando de lo que menos me apetece, de la causa de que esté escribiendo esto tumbado de medio lado sobre mi cama y con escozor en el otro. Y es que me he pegado una buena costalada. Podría hablar también del termostato, al igual que ayer. También, y ligado a lo anterior, podría hablar de Los Pedroches. Era la primera vez que pasaba por allí -bueno, creo que lo hice en coche cuando me limpiaban los mocos-, pero esta región ya pertenecía desde hace tiempo a mi imaginario ciclista. Porque más de uno y de dos corredores veteranos me han contado historias terribles que se pueden resumir en una frase: "Yo no he pasado nunca tanto calor como en aquella Vuelta a Los Pedroches". Era una carrera de amateurs que se corría en pleno verano. Y, según me contaban, era algo así como el infierno hecho carrera. Los corredores debían sobrevivir al calor. Por eso, cuando vi el libro de ruta, me asusté un poco, pero en cierto modo me alegré de que, por fin, iba a conocer in situ la mítica región de Los Pedroches. Ya pasó y, hombre, peor fue lo de Córdoba.
También podría hablar de la gran cantidad de pancartas rojas que hemos visto por el recorrido: "¡Tren ya!", "que pare el tren", "tren para Los Pedroches", "la estación ya existe en Villanueva de Córdoba..., ¿para qué?", y otras frases reivindicativas del mismo estilo. Lo irónico del tema es que, al paso por Pozoblanco, se disputó un sprint especial y, claro, allí en mitad del pueblo había una gran concentración de banderas rojas. Y, al levantar la vista hacia la pancarta del sprint, comprobé para mi sorpresa que el patrocinador de tal premio era Renfe: AVE, tu tren de vida. Ironías del destino.
Podría hablar de todo esto, pero me he pegado tal leñazo que es para reseñarlo. Casi debajo de la pancarta de los tres últimos kilómetros se ha oído un fuerte frenazo, he visto cómo caían justo delante de mí y he tratado de esquivar lo inevitable. He caído de culo, literalmente me he sentado, a gran velocidad sobre el asfalto. A mi lado, no sé muy bien procedentes de dónde, saltaban chispas. Después he tratado de levantarme y me he mareado por la fuerte contusión en el coxis. Al rato se me ha pasado y he continuado dolorido hasta la meta. Ahora estoy mejor, pero he terminado como no quería: hablando de la caída pudiendo hablar de tantas otras cosas. [El País, 3-9-08]
La Vuelta retrata a Córdoba
La Vuelta retrata, sin querer, el estancamiento de Córdoba, tan rica en patrimonio y belleza natural como escasa en vibrantes referencias que reflejasen una pujanza material y anímica en los tiempos modernos. La responsabilidad de esta situación la colocaba ayer Rodríguez Alcaide, en estas páginas, en los propios cordobeses: «Nos autoflagelamos ante la inoperancia de quienes se supone dirigen esta ciudad, y en las tabernas y en las tertulias nos dedicamos a especular, en lugar de poner un cohete en el trasero de los dirigentes, a fin de que consigan iniciar y terminar proyectos».
José Javier lanzaba tres avisos sobre las consecuencias del silencio de los cordobeses, más grave en el caso de los intelectuales. Primera: «Hemos perdido la confianza en nosotros mismos y en quienes nos dirigen, puesto que históricamente muchos proyectos, anunciados múltiples veces, jamás se iniciaron ni se terminaron». Segunda: «Córdoba es una ciudad que no ha sido ni será respetada en sus proyectos por padecer la enfermedad del individualismo. Somos unos ciudadanos conformistas que formamos una masa necesitada de un sistema asistencial». Y tercera: «Una ciudad como Córdoba, entregada al remordimiento porque no asume sus responsabilidad, es una ciudad llena de anorexia moral».
No sería justo terminar este artículo hoy sin recordar que no en todas partes de nuestra provincia se actúa así. La plataforma «Que pare el tren en los Pedroches», incansable en su justa reivindicación y al haber concluido el plazo para que el Ministerio de Fomento señalase dónde se ubicará la estación, aprovechó el recorrido de la Vuelta ayer por Villaharta, Villanueva de Córdoba, Pozoblanco, Pedroche, Torrecampo y el Puerto de la Chimorra, para hacerse presente de forma pacífica y masiva. [ABC Córdoba, 3-9-08]
2 comentarios :
No pude estar en Pozoblanco o en otro lugar de la Vuelta como tenía previsto por estar sin coche y por otras razones. Pero me alegro y FELICITO A LA PLATAFORMA porque una vez más HA TRABAJADO BIEN y felicito también a mis paisanos los vallesanos. El diario Córdoba también ha sacado una foto en portada. Vamos a ver si este septiembre los políticos se ponen las pilas qu eestán muy cansados, pobrecitos míos.
Yo tampoco puede estar en La Chimorra, en Pozoblanco, en Pedroche, en Torrecampo... Me encanta escribir estos nombres. Son nombres de mi comarca. Son nombres oídos desde la infancia y queridos por mí sin ninguna reserva, sin restricciones. Me alegran mucho estos artículos de prensa que hablan de nuestra tierra. Me alegra sobremanera ese que dice que Córdoba está parada en su desidia, pero que un signo de vida se percibe en la provincia: La Plataforma "que pare el tren en los Pedroches". Me emociona esa mención. Es una gran verdad. En La Plataforma están el tesón, la voluntad, el empecinamiento si se quiere, tan valioso a veces, la inteligencia, el dinamismo, la honradez y clarividencia de nuestros antepasados pedrocheños, la mujer y el hombre unidos destripando el duro terrón de nuestros campos.
Yo voté con una papeleta roja. Pedonad paisanos si me repito. Ya sé que lo he dicho antes. No sabéis lo que ahora me alegro. Lo volveré a hacer una y mil veces. Antes no se podía. No nos dejaban. Ahora sí podemos decirle a los candidatos políticos, que no tienen ni una sóla de las cualidades que reune La Plataforma.
Cuando ellos lo decidan, sólo cuando ellos lo decidan, volverán de nuevo a acercarse a nuestra tierra, nos echarán el aliento perfumado de una nueva mentira y la vida seguirá su rumbo, artificialmente, sostenida en los puntales de los subsidios, del paro que está ya y que vendrá, de los caciques de siempre que han puesto todos sus valores en esa honra pequeña del pequeño y miserable poder que ellos creen que administran. Todos. Absolutamente todos. Ni una sola virtud de las muchas que tiene La Plataforma. Para mí, insisto, para mí, en mi exclusiva opinión, sólo La Plataforma me representa. Y el pecho se me llena de orgullo al escribirlo.
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