Publicar para saber
La irrupción como un torbellino de Wikileaks en el mundo de las comunicaciones globales nos demuestra por dónde va el camino futuro de la información y cómo, a partir de ahora, habrá de revisarse toda la teoría periodística que se enseñaba en escuelas y facultades. La gran revolución de internet no tiene, de momento, límites, ni sabemos exactamente a dónde podrá llevarnos, si a un mundo mejor o peor.Me ha venido esta idea al comprobar cómo pasan los días, las semanas, los meses, y nada se resuelve en los asuntos abiertos de nuestra política comarcal, esa que condiciona nuestras vidas mucho más de lo que algunos aciertan a comprender. Hay asuntos oscuros de mucho interés, local y comarcal, que de pronto se volverían diáfanos si salieran a la luz documentos oficiales que duermen en archivadores o hibernan en discos duros de ordenadores. Quizás hacerlos públicos sería un deber ciudadano, ya que los políticos, locales y comarcales, y los organismos públicos que administran han hecho del oscurantismo y la opacidad su seña de comportamiento. Lograr que la documentación oficial que genera la administración, en cualquiera de sus ámbitos y territorios, llegara a ser pública debería ser un propósito moral irrenunciable de quienes tienen fácil acceso a ella. Si no se hace de modo reglamentado, habría que buscar fórmulas alternativas. Porque los ciudadanos queremos saber: es nuestro derecho y nuestra obligación.
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