Los dos lados de la frontera / 1. Trás-os-Montes
Un hombre mira por los cristales de la Capilla de Santa Bárbara en Bemposta.
Trás-os-Montes recuerda a Los Pedroches porque en todas las guías se habla de ella como una de las comarcas más deprimidas de Portugal. El tránsito desde la provincia limítrofe de Zamora, sin embargo, no resulta brusco. Comparten un mismo paisaje, separado brutalmente por los impresionantes acantilados fluviales del Duero en los llamados Arribes, que hoy componen el Parque Internacional del Duero. Territorio de frontera todo él, y en eso también nos parecemos.
El Duero discurre en los Arribes entre altísimas paredes verticales.
Miranda do Douro me sorprende por dos motivos, excluídos ya la nieve y el frío intenso que envueve estos primeros días del puente. Primero, por el paisaje indescriptible que se disfruta a través de un crucero ambiental por el río que organiza, allí mismo, la estación Biológica Internacional del Duero. Se trata de un proyecto luso-español de cooperación transfronteriza que permite un recorrido insólito allí donde el río no tiene riberas, sino paredes altísimas que lo encajonan violentamente formando un espacio inexpugnable, lo que ha pemitido precisamente el mantenimiento de unas condiciones ecológicas privilegiadas. Después, por el silencio. Pasear, durante el día o la noche, por las calles de Miranda, donde el turismo ya despunta, aún lejos de ser masivo, se convierte en un recordatorio para todos aquellos lugares que quieran ofrecer turismo rural: que el viajero busca algo de autenticidad en sus recorridos y que ninguna es posible con la banda sonora del botellón que los fines de semana destroza la utópica tranquilidad nocturna de nuestros pueblos.
Balconada sostenida por columnas en Duas Igrejas.
Sólo hubo tiempo para recorrer un puñado de aldeas de la franja ribereña del Duero, convertido aquí en frontera internacional, y lo visto advierte que será necesario volver, con menos urgencia. El mal tiempo continuado (lluvias, frío, nieve, hielo) ha impedido desplazamientos que parecen imprecindibles (como la ruta de los castros celtas, imposible de cumplir porque el acceso a todos ellos se efectúa a través de caminos de tierra, ahora intransitables). Como esperaba, lo más atractivo ha resultado ser la arquitectura tradicional, allí donde todavía se conserva no adulterada por eso que amenaza con borrar todo rastro de sabiduría popular transmitida generacionalmente, el progreso. Curiosamente, tampoco en este aspecto hay fronteras visibles. La lucha entre progreso y tradición se libra a ambas orillas del Duero.
Edificio agrícola en Bemposta.
Arquitectura tradicional en Picote.
Fuente pública en Duas Igrejas.
Miranda do Douro: estatua de mirandeses con trajes típicos en la plaza del Ayuntamiento.
Miranda do Douro: ventana de una vivienda tradicional, con nieve en el alfeizar.
Miranda do Douro: muralla nevada.
Menino Jesus da Cartolinha (Niño Jesús del Sombrero de Copa), en la catedral de Miranda do Douro.
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