Impresiones lectoras
Susana, de Siete Villas, se ha leído los libros en prosa candidatos al Premio Solienses 2011 y los comenta en su blog.Las ciudades de la luz, de Javier Jordán Redondo.
"Jordán se esfuerza por perseguir los tópicos del viajero solitario, asocial, introspectivo, bohemio, reflexivo y meditabundo, afecto a la muerte y comprensivo con el viaje de la vida..,etc. Esta perspectiva me agobia de verdad, sobre todo por ese esfuerzo tan cargado de voluntad por parecer raro, distinto y distante..., y creérselo". [Leer comentario completo]
Hija de Sexto Mario, de María Antonia Rodríguez.
"La caracterización de los personajes es atinada, y aunque no se profundiza en exceso en ellos, sí que adquieren la suficiente consistencia para dotar a la trama de contenido, y en ocasiones no le faltan matices desde un punto de vista psicológico". [Leer comentario completo]
¿Alguien más se anima a publicar sus impresiones?
3 comentarios :
Por Laila Escartín Hamarinen
Javier Redondo Jordán publica su primer libro; un viaje interior y exterior por tres ciudades que guardan magia en el universo del escritor: Pozoblanco, París, Benarés
Javier Redondo Jordán (Pozoblanco, Córdoba, 1982), ingeniero de telecomunicaciones de formación pero poeta y músico en el alma, es una persona excepcional, de las que no se encuentran en cualquier esquina; siempre que tengo la suerte de compartir con él unas horas de conversación me siento inmersa en un agradable, calmo y cálido atardecer de verano andaluz. La discreción y la delicadeza de su persona son bálsamo para su interlocutor (yo en este caso), y la alegría es grande al descubrir que esas mismas cualidades impregnan sus páginas literarias.
Leer comentario completo: http://www.revistamu.com/index.php?s=404&a=788
¿ Existe Susana ?
Javier Redondo ha escrito bastante sobre la India. Esta es otra muestra que se publicó en Ocholeguas del periódico El Mundo "Los jardines de Mandore"
http://www.ocholeguas.com/2008/07/03/asia/1215100142.html
Texto y fotos: Javier Redondo Jordán
«El viaje es el arte del encuentro y, en última instancia, del encuentro consigo mismo». Fernando Sánchez Dragó, 9º mandamiento del Decálogo del viajero (2002). La India es mentira. Cuando alguien le pregunta sobre su viaje a la India, uno tiene que echar mano de su capacidad de síntesis para intentar explicar en breves palabras la realidad de un país de enorme extensión, con decenas de estados gubernamentales, cientos de grupos étnicos y otras tantas lenguas, religiones y dioses.
Ante la imposibilidad de expresar su diversidad en tan poco espacio de tiempo, uno fue acuñando, a fuerza de improvisar resúmenes en conversaciones con amigos, ciertas frases de notable impacto que resultaran efectivas al oído. La más fiel y demoledora, a mi juicio, de las que fui pergeñando, es la que abría y abre toda mi perorata al ser preguntado sobre mi viaje al subcontinente: la India es mentira.
Imposible es, como ya anticipaba, describir el país de mayores contrastes y polaridades que el mundo haya conocido en un prólogo de un par de párrafos. Eso fue lo que me alentó a escribir el cuaderno de viaje que con tanta disciplina y sacrificio fui escribiendo entre dunas, polvo, selvas, tormentas, lluvia y nieve, hacinado en el suelo de los trenes, encaramado a la baca de los autobuses, de autoestop en motocicletas y camiones, en pequeños rickshaws y en jeeps que ascendían por laderas de montañasa toda velocidad.
En dos meses recorrí la India de arriba abajo. Apenas quedarían un par de horas de luz cuando llegamos a Jodhpur aquella tarde. José Andrés estaba exhausto, decía, por las aventuras pasadas y prefirió quedarse en la cama. A mí, en cambio, me restaban aún fuerzas y ánimo como para aguantar hasta la noche, de manera que me largué a ver mundo a solas, me encaramé a un tuk-tuk (vehículo pequeño a motor) y le di como destino el palacio de Umaid Bhawan, que en tiempos fue uno de los palacios más prodigiosos de la India.
Subíamos tranquilamente la colina, al ritmo de la tos del motor y la música estruendosa de Bollywood, cuando, antes de llegar a lo alto, un guarda de seguridad apareció en mitad de la carretera y nos ordenó parar. Según creí entender, Liz Hurley, conocida actriz inglesa, se encontraba en la ciudad rodando una película y había alquilado todo el palacio del maharajá, que ahora es un hotel de cinco estrellas, para ella y toda su cohorte. El acceso, por lo tanto, quedaba prohibido. Vaya inconveniencia.
El día griseaba y todos los monumentos con toda seguridad habrían cerrado ya. Iba a ser verdad que quedarse en la cama del hotel habría sido lo más acertado. Entonces vi en el plano fotocopiado que había cogido en el hotel un lugar llamado Mandore Gardens y le señalé al conductor esas dos palabras en el plano.
Los jardines que figuraban en el plano se encuentran en Mandore, una localidad cercana a Jodhpur que una vez fue capital de la región de Marwar, hasta que Rao Jodha la trasladó a la recién fundada Jodhpur. De pronto, uno cree haber llegado al edén, al menos lo más cercano al edén que se puede aspirar. Cúpulas de antiguos templos surgen entre la espesura y las copas de los árboles como si de una civilización perdida se tratara. Chhatris (cenotafios) de maharajás olvidados elevan sus torres al cielo, terrazas de arenisca esculpidas en la montaña parecen descolgarse entre los riscos como buganvillas de piedra roja. Monos, vacas, perros, pavos reales y toda clase de animales conviven en armonía y le salen al paso al visitante...
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