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El mundo onírico de África Villén


África Villén junto a algunas de sus obras, ayer en Pozoblanco.

Ayer quedó inaugurada en el restaurante La Cepa de Pozoblanco la exposición "Conceptualizando" de la artista pozoalbense asentada en Córdoba África Villén. Se trata de una inusual muestra compuesta principalmente por retratos conceptuales, con tintes oníricos, que buscan llamar la atención del espectador. Entre las fotografías que se exhiben se encuentra también la serie de tres imágenes que formaron parte de la exposición "Ellas", donde se muestran las tres edades de la mujer (juventud, madurez y vejez).

El lugar elegido para la exposición no resulta quizás el más idóneo para este tipo de actividades, pero merece destacarse y aplaudir la rara iniciativa de una empresa privada por comprometerse con el mundo de la cultura.


Una de las obras expuestas.
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Elogio de la sobriedad


Leonor de Guzmán (Paqui Jiménez González) llora la muerte de su esposo en la representación de ayer en Belalcázar.

He asistido a las tres ediciones de El halcón y la columna, desde que comenzaran las representaciones allá por 2006. Escribí mis pareceres de las dos primeras (2006 y 2010), dejando en ellos constancia de todo lo positivo que encontraba en unas puestas en escena muy meritorias al servicio de un texto muy bien construido y ejemplarmente ajustado al objetivo previsto: crear una obra emblemática que se erigiera como seña de identidad de un pueblo, indagando en sus orígenes históricos gracias a la presencia de unos personajes de carne y hueso que contienen todos los componentes esenciales de los prototipos dramáticos: la ambición, la crueldad, la nobleza, el despecho, la piedad… Hay en El halcón y la columna un profundo análisis de la compleja naturaleza del ser humano hilvanado a través de varias generaciones de nobles y vasallos en Gahete y Belalcázar, con un texto hermoso cargado de emocionantes reflexiones sobre el presente y el futuro, sobre el auténtico ser del hombre y sus inclinaciones.

Podemos asegurar que las representaciones de El halcón y la columna se han consolidado como la expresión cultural de un pueblo que la ha convertido en tradicional en solo tres ediciones. Belalcázar ha hecho suya en poco tiempo una inversión cultural que no solo implica un reclamo turístico para una localidad que tiene ya muchos, sino que exige además una predisposición a la reflexión histórica y filosófica, no siempre fácil de alcanzar. Los organizadores deberían, por ello, no dejarse vencer por la engañosa tentación de rebajar los contenidos más complejos de la propuesta escénica buscando agradar al mayor público posible, sino, aprovechando la sólida implantación que la iniciativa parece haber logrado, obligar al espectador a realizar ese esfuerzo de comprensión suplementario que con frecuencia se evita en las propuestas veraniegas, que alguien ha decidido que deben ser tópicamente ligeras.

En el preestreno ayer de la tercera edición de El halcón de la columna, destinado especialmente al pueblo de Belalcázar, a las autoridades y a la prensa, me pareció advertir una ligera inclinación en este sentido que apunto. El primer acto se demoró plácidamente en vistosas ceremonias (una boda, un funeral, con especial dedicación a un ritual religioso cuyo fin dramático no alcanzo a entender), con exceso de figurantes, con bailes y caballos que entran y salen a lo largo de toda la representación. Me pareció como si quisiera acentuarse el factor espectáculo (buscando, quizás, semajarse a otras propuestas vecinas) en una obra que posee las suficientes cualidades literarias y teatrales como para no necesitar adornos que distraigan de lo principal, haciendo de la sobriedad su mayor valor. Porque lo principal son los duelos dialécticos entre los personajes, la desnuda representación de las miserias y grandezas humanas a través de la simple palabra arropada por las históricas arquerías del convento de Santa Clara, donde sobran caballos, estandartes y fanfarrias.

La representación de ayer, en fin, adoleció de algunos errores técnicos y de interpretación que sin duda serán corregidos en las funciones siguientes y que, desde luego, no restan brillantez al mérito inmenso de todo un pueblo poniendo en pie de modo tan colosal la historia remota de sus orígenes.


Cola Mª Bazurto (Jorge López de Medina) y el maestre Gutierre de Sotomayor (Antonio Murillo Navarro).


El halconero Paniagua (Francisco Jurado Rodríguez).


El coro lanza sus advertencias desde la galería superior.


Elvira de Stúñiga (Loles Moreno Gómez), el alcalde de Gahete (José Soto Caballero) y Alfonso de Sotomayor (Francisco Javier Blázquez Pascual).


El patio de la huerta del Convento de Santa Clara presta el decorado ideal a la representación.
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Conceptualizando con África Villén

El próximo jueves 7 de agosto se inaugura en el restaurante La Cepa de Pozoblanco (Avenida de Villanueva de Córdoba, 20) la exposición fotográfica "Conceptualizando" de África Villén.

Se trata de una colección de 24 imágenes realizadas durante el último año y agrupadas bajo la etiqueta de "fotografía conceptual", donde la artista pozoalbense reconoce haber encontrado su "gran pasión" y su mejor forma de expresarse. "Con ella puedes expresar cualquier sentimiento, por muy extraño que parezca, sin necesidad de poner limite a la creatividad", confiesa. Entre las imágenes de la muestra abundan los retratos, "pues me encanta el tratamiento de la expresión facial, el transmitir el mensaje por medio de una simple mirada o un gesto", y sus protagonistas suelen ser mujeres, como modo de reivindicar su condición y porque "las curvas y la belleza de una mujer potencian la belleza de la fotografía".

La exposición podrá visitarse de lunes a sábado de 10:00 a 14:00 y de 20:00 a 23:00 horas.


África Villén participó en la exposición "No palabras. Los ganadores del Premio Solienses vistos por siete fotógrafos de Los Pedroches", que organizamos en marzo.
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Esperando "El halcón y la columna"


Actores de "El halcón y la columna" durante su presentación en la Diputación de Córdoba. [Foto: Diputación]

Cuando todavía no han terminado las representaciones de "La vaquera de la Finojosa", que concluyen esta misma noche con su cuarta sesión, ya nos preparamos para el estreno el próximo jueves de la recreación histórica del nacimiento del Condado de Belalcázar titulada "El halcón y la columna", de Francisco Benítez, que se pondrá escena del 7 al 10 de agosto en el entorno monumental del Patio de la Huerta del Convento de Santa Clara de Belalcázar. En la obra participan casi 150 vecinos de la localidad bajo la dirección de Rafael Patiño. El halcón y la columna, que se representó por primera vez en 2006, comienza con la muerte del Maestre de Alcántara, Gutierre de Sotomayor, y, después, se adentra en la unión entre Alfonso de Sotomayor y Doña Elvira de Zúñiga, para abordar finalmente las relaciones de Doña Elvira y su primogénito, primer Conde de Belalcázar, que pasó a la historia como Juan de la Puebla. Las entradas (8 euros) pueden adquirise en el Ayuntamiento de Belalcázar.



Críticas de las anteriores representaciones de "El halcón y la columna":

2006: "El halcón y la columna"
2010: "El halcón, la columna y todo un pueblo"
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Vuelve la alfombra


Viviendas en el Paseo Los Llanos de Pozoblanco. [Foto: hoyaldia.com]

Hace casi nueve años (dios mío, ¡nueve años!) escribí este artículo que se publicó en el desaparecido semanario Los Pedroches Información, en una columna quincenal que titulé genéricamente "Cerro del Cuerno". Estos días, tras leer el insólito escrito de la Asociación de Vecinos "El Pilar de los Llanos" de Pozoblanco contra la concejala de IU Manuela Calero (pero ¿qué está pasando en Pozoblanco?) me he acordado de él y me ha parecido oportuno reproducirlo de nuevo aquí:

La alfombra
Cerro del Cuerno/58

Los violentos acontecimientos ocurridos semanas atrás en Francia, donde ciudadanos de los barrios económicamente más deprimidos han sacado a la primera línea informativa una situación de desigualdad e injusticia que se viene gestando desde hace años, han sorprendido a muchas personas que no alcanzan a comprender el porqué de estos comportamientos. Hay en la sociedad actual una tendencia a ocultar las miserias en las afueras de las ciudades, como quien esconde la suciedad bajo la alfombra, de tal modo que los ciudadanos normales podamos vivir con la comodidad hipócrita que supone fingir que lo que no se ve no existe. Pero basta un pequeño detonante para que la realidad de las cosas se haga visible y entonces nos sorprendemos de cómo pudo llegarse a ese extremo que nuestra cada vez más atrofiada capacidad de análisis nos impide comprender. Y sin embargo, estos conflictos se van gestando de modo latente poco a poco, fomentados por los comportamientos insolidarios de la ciudadanía en general, que prefiere vivir de espaldas a la compleja realidad social del momento y exige a sus autoridades que, si no puede solucionar los problemas, al menos los oculte. Resulta revelador en este sentido el triste espectáculo vivido semanas atrás en Pozoblanco, con agrupaciones de vecinos y partidos políticos de la oposición en pie de guerra denunciando el rumor de que en Los Llanos fueran a construirse viviendas sociales para las familias más desfavorecidas (y, en justa consecuencia, más conflictivas) y el propio equipo de gobierno, negando su esencia socialista y apresurándose a declarar que jamás se le había ocurrido tal cosa, sino que los terrenos en cuestión serán dedicados a viviendas para jóvenes matrimonios burgueses, más dóciles y acomodaticios. Los vecinos no quieren problemas en su barrio: no niegan solidaridad al necesitado, pero siempre que éste se encuentre lejos de nuestro hogar y, preferentemente, donde no se vea, donde no incomode la quebradiza conciencia del ciudadano que se siente más solidario con la injusticia social cuanto más lejos de nuestro salón-comedor se halle. Los políticos nunca son lo suficientemente valientes para afrontar ciertos problemas, necesitados como están del alimento del voto popular, escaso en los suburbios. Así se forman las periferias del estado del bienestar, que un buen día decidirán hacernos la pascua a todos metiéndose sin permiso en nuestras casas para mostrarnos que, bajo la alfombra del salón, está toda la suciedad que hemos ido ocultando durante todos estos años de mirar hacia otro lado.
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La nueva vaquera y los nuevos tiempos, que parecen viejos


La vaquera de la Finojosa y el Marqués de Santillana, durante la representación de anoche.

Cuando en todas las informaciones promocionales de la VI edición de La vaquera de la Finojosa se destacaba la renovación de su argumento como una de las principales novedades de la representación de este año, no podía imaginarme que lo fuera tanto. Pues, en realidad, no se trata de que haya cambios en la puesta en escena o nuevos detalles argumentales: La Vaquera que vimos ayer en la Plaza de la Catedral de Hinojosa del Duque es una obra completamente distinta de la representada, al menos, en sus dos anteriores ediciones (2006 y 2010). Sí, allí están los bailes populares, los trajes suntuosos y multicolores de Tamaral y la seductora música ambiental de Miguel Cerro, pero todo lo demás es nuevo, radicalmente nuevo, aunque parezca lo mismo. Y no solo porque en las ediciones anteriores la vaquera rechazara desdeñosamente al marqués, sin que supiéramos por qué, y en esta aparezca rendidamente enamorada a sus pies, contradiciendo la serranilla en la que se inspira.

Se ha hecho hincapié en que la versión de este año, aunque con algunas interpolaciones de Antonio Javier Cortés Jurado, se basaba en la obra de Luis de Eguílaz, abandonando, salvo en una escena, el texto de Francisco Benítez que sustentaba las anteriores ediciones y que nos parecía, sinceramente, carente de cualquier interés dramático. La obra de Eguílaz, en cambio, es un drama histórico de raíz calderoniana, tradicionalista y adoctrinador hasta tal punto que cuesta imaginar las razones que han llevado a recuperarlo como seña de identidad de un pueblo del siglo XXI, salvo que haya una voluntad ideológica de recuperar también ese mensaje moralizador que transmite. Pues, entre la trama de conflictos territoriales, lucha de legitimidades y enfrentamientos estamentales, el tema central de la representación deviene en que el honor del padre de la vaquera, como el del alcalde de Zalamea, depende de la honra de la hija y que la pérdida de virginidad de la doncella -que ni siquiera es real, sino producto de una calumnia- condiciona la legitimidad de un representante público, todo lo cual nos impacta más que la ucronía que representa la anagnórisis final del personaje de Alonso.

Por lo demás, como ya hemos advertido en otras ediciones, el trabajo actoral es inmenso, tratándose de voluntariosos aficionados, y la dirección prodigiosa. Una vez más, admira que decenas de figurantes se muevan con tanta soltura por un espacio escénico tan poco teatral, por sus dimensiones, y que el ritmo de la obra, a pesar de su larga duración (¡dos horas y media sin pausa!), no decaiga en ningún momento, favorecido por la alternancia de escenas cómicas, líricas y dramáticas. En el aspecto interpretativo, debe destacarse sin duda el trabajo colosal de Mª Carmen Fernández Nogales dando vida a la simpar Doña Aldonza, que consigue robar todo el protagonismo a una Vaquera (Patricia Muñoz Murillo) con un papel muy mermado y excesivamente inclinado al dramatismo.

El conjunto resulta, sin duda, un espectáculo deslumbrante, con una puesta en escena que se beneficia del escenario natural que representa la parroquia de San Juan Bautista y una acertada disposición de escenarios para las diversas acciones (aun haciéndose notar el anacronismo que supone la presencia del escudo de los Sotomayor y Zúñiga en la fuente, que reproduce la del Pilar de Los Llanos). El público acudió predispuesto a una convocatoria que tiene ya también mucho de reafirmación identitaria, al participar en ella 250 vecinos de la localidad. La nueva trama resultará, sin duda, más atractiva para el público ajeno que asista a la representación como a una muestra de teatro clásico sin más implicaciones, aunque quizás los más iniciados no dejen de sentir cierta nostalgia por la fina gracia de la vaquera desdeñando los requerimientos del marqués, en una actitud emancipadora no exenta de voluntad subversiva: "que ya bien entiendo / lo que demandades;/ non es deseosa/ de amar, nin lo espera,/ aquesa vaquera/ de la Finojosa". Pero, a lo que parece, ahora el signo de los tiempos es otro.


La fuente pública se convierte en uno de los puntos principales del escenario.


La fachada de la Catedral de la Sierra presta solemnidad a la representación.


Destaca el colorido de los trajes de Tamaral para las mozas.


Doña Aldonza se retira digna del escenario en su carruaje.