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Hacia la construcción de una nueva identidad de género

“Sé que moriré extranjera”, proclama Julia Otxoa desde un poema de verso único en su libro Taxus Baccata (2005). Y poco más adelante sentencia: “Escojo ser en el margen como única posibilidad de existencia”. Este sentimiento de marginalidad en la sociedad, metaforizado a través de la figura del extranjero, ha sido expresado de modo constante por las poetas españolas a lo largo de todo el siglo XX, sin que, como vemos, su fuerza haya perdido vigencia con el cambio de siglo, no obstante todas las transformaciones sociales y culturales experimentadas durante las últimas décadas. Se trata de un modo poéticamente eficaz de que la mujer exprese la situación de sometimiento y rechazo que padece en la sociedad patriarcal y una forma de denuncia por el lugar secundario que con frecuencia se le reserva en el ámbito de la cultura hegemónica.

Ya en 1933 Elisabeth Mulder concluía un poema titulado precisamente “La extranjera” (Paisajes y meditaciones) con unos versos que declaraban su desubicación íntima: “No soy una loca, no soy una rara,/ ¡mas no soy de aquí!”, siendo “aquí”, probablemente, cualquier tiempo y lugar. La imagen de exclusión y no pertenencia está presente de modo recurrente en todas las generaciones de la centuria: en poemas individuales como “La extraña” de Julia Uceda (Sin mucha esperanza, 1966) o “Forastera” de María Beneyto (Nocturnidad y alevosía, 1993), ya desde el título, pero también en poemarios completos como Contemplación del destierro (1982) de Paloma Palao o En busca de Cordelia (1975) de Clara Janés.

En este sentimiento de cuestionamiento constante de una identidad incierta las poetas encontraron un reflejo mitológico en la figura de Odiseo, el extranjero por excelencia, el viajero incansable en busca de su destino que se siente forastero en todo lugar, incluso extranjero cuando consiguió regresar al hogar, porque lo encontrado no respondía ya a sus recuerdos ni al paisaje lejano de su memoria. Juana Castro supo recoger esta imagen y esta emoción en su obra titulada precisamente El extranjero, donde la figura de Ulises es tratada desde el alienamiento que vive el ser humano en las sociedades contemporáneas y particularmente a partir de la figura del inmigrante, que ha despertado en el mundo actual recelos y miedos todavía no suficientemente analizados. En esa expresión de marginalidad en que se hallan ciertos sectores sociales se encuadra el tratamiento de la propia figura femenina, autoconsiderada un ser situado siempre en los límites de la alteridad, observado con recelo y extraño ante unas reglas de relación social en cuyo establecimiento no ha participado.


Odiseo a su paso por las Sirenas (Mosaico romano).

En el ensayo “La joven nacida”, la influyente pensadora Hélène Cixous analiza el proceso de extrañamiento que con respecto a la mujer se ha producido en la sociedad “falogocéntrica”, que solo parece poder funcionar correctamente a través de la subordinación de lo femenino al orden masculino. El pensamiento de Cixous parte de una premisa básica: su rechazo radical de la tradicional jerarquización del discurso (filosófico, literario, cultural) en oposiciones binarias (actividad/pasividad, padre/madre, cultura/naturaleza, logos/pathos, etc.) por considerarla una disposición reduccionista que somete siempre de forma violenta a uno de los términos de la pareja y haber propiciado la marginación de la mujer a lo largo de la historia, por situársela siempre al lado de la pasividad. Esta situación ha de superarse a partir de la reivindicación del propio cuerpo de la mujer (“que vergonzosamente nos han enseñando a ignorar”) y de la bisexualidad femenina como modo de relación, modelo que supone la inclusión del “otro” en el sí mismo y rechaza la exclusión connatural al modelo monosexual masculino. La ruptura del sistema patriarcal ha de abordarse, precisamente, desde la escritura con un lenguaje propio que derribe los esquemas machistas (“hoy la escritura es de las mujeres” ), no solo como actividad que permite la aceptación frente al rechazo que supone la práctica masculina, sino como arma para conseguir la demolición del sometimiento falogocéntrico:

“Al escribir, desde y hacia la mujer, y aceptando el desafío del discurso regido por el falo, la mujer asentará a la mujer en un lugar distinto de aquel reservado para ella en y por lo simbólico, es decir, el silencio. Que salga de la trampa del silencio. Que no se deje endosar el margen o el harén como dominio”.

Cixous acomete su análisis sobre el discurso patriarcal impuesto secularmente a la mujer desde diversos ejemplos mitológicos. En la organización binaria en que el dominio patriarcal ha organizado el mundo, la mujer, dice Cixous, ha sido inmovilizada entre dos monstruos: entre la Medusa y el abismo. Esta dualidad ha de romperse mirándose fijamente a sí misma: “Para ver a la medusa de frente basta con mirarla: y no es mortal. Es hermosa y ríe” . En esta ruptura del papel tradicionalmente asignado a la mujer por el hombre, la filósofa imagina su participación en la guerra de Troya y se identifica con el personaje de Aquiles, por su carácter rebelde y poco acomodaticio (“incordiaba a la jerarquía, al mando”), pero también por su naturaleza bisexual (“el hecho de que los dos géneros armonizasen en mí me parecía muy natural”). Sustenta la naturaleza generosa y extensiva de la mujer en actuaciones como la de Ariadna: “dar todo lo que uno tiene, renunciar a todo lo que da seguridad (…). Teseo se une al hilo que la mujer sostiene firmemente para sujetarlo. Pero ella se lanza sin hilo”. Dido, Electra, Clitemnestra o Pentesilea son mostradas como ejemplos de lo que la mujer es y de la nueva identidad a la que se aspira.

Por su parte, Julia Kristeva en “El tiempo de las mujeres” interpreta la lucha feminista desde tres posiciones históricas y políticas sucesivas. Una primera, que se basa en la reivindicación de igualdad de derechos con respecto a los hombres, de carácter fundamentalmente sociopolítico. Una segunda interesada especialmente en el reconocimiento de la “especificidad” femenina y sus realizaciones simbólicas, que a través del arte y la escritura “tratan de dar un lenguaje a las experiencias corporales e intersubjetivas que la cultura anterior dejó mudas”. La tercera posición que Kristeva propone, la que reivindica y que considera que está por llegar, es aquella que, buscando “otra regulación de la diferencia”, supera la dicotomía hombre/mujer por considerarla perteneciente a la metafísica y carecer de sentido el concepto de “identidad sexual” en un momento en el que se cuestiona el propio concepto de “identidad”. La nueva posición del feminismo, aún si definir en su totalidad pero claramente desexualizada, reservaría un papel principal a la experiencia estética y su realización ética, siempre en un contexto de profunda discusión de identidades.

En este contexto de pensamiento, la poesía busca posicionarse y recoge el desconcierto de la mujer ante un panorama abierto tan lleno de inseguridades como de esperanzas, al haber pasado de una imagen colectiva y homogénea de la mujer a otra cambiante y contradictoria, en continua construcción. Observaremos que las estrategias oscilan entre la exaltación radical de la feminidad (segunda posición de Kristeva), que analizaremos en la Narcisia de Juana Castro, a la plasmación de una identidad asexuada de carácter más antropomórfico, que distinguimos en obras más recientes, donde las voces de ambos sexos se intercalan como sujetos poéticos o aparece un sujeto neutro que no se identifica con ningún sexo (Rosa Romojaro, por ejemplo, llega a afirmar: “Si yo me viera abocada a la voz femenina, me pondría a mí misma una barrera, casi una mordaza (…). Prefiero el juego con la voz, la neutralidad”).

La serie de entrevistas realizadas por Sharon Keefe Ugalde a un grupo de representantes de “la nueva poesía femenina española” en Conversaciones y poemas nos da en sus respuestas algunas pistas de la dirección que señalaba la nueva mentalidad de la mujer creadora en la España de comienzos de los 90. Muchas de ellas continúan denunciando la ancestral dependencia del varón: “No es justo que sigamos siendo tan solo la eterna compañera de los eternos silencios de los hombres”, declara María del Valle Rubio Monge y Clara Janés apostilla: “Creo que sigue el dominio del hombre, que este no está dispuesto a soltar las riendas que posee”. Fanny Rubio, mucho más rotunda, proclama: “España ha sido y es la cuna del machismo y hoy por hoy cada una de nosotras ha pasado exámenes específicos y exclusiones por el hecho de ser de sexo femenino” .

El futuro, sin embargo, es contemplado, en general, con optimismo por parte de la nueva generación de poetas. Para Ana Rossetti, “la mujer está viviendo un momento muy interesante, porque se está dando cuenta de sus verdaderas posibilidades (…). Para la mujer es una época de conquistas” . Andrea Luca, por su parte, se muestra consciente de estar viviendo una época de cambios: “La mujer está dejando de ser satélite de lo impuesto para convertirse en epicentro de su propia realidad, de su forma de ver el mundo. Su revolución es la búsqueda de su propia entidad sin los falsos pudores con que llevamos arrastrando siglos de frustración y de no ser”. Esta nueva posición de la mujer frente al mundo y frente a sí misma no deja de recogerse en la poesía que se publica estos años, como en estos versos de Carmen Gómez Ojea del poema programático “Aleph” (En la penumbra de cuaresma), donde se rompe con todas las ataduras míticas que han secuestrado la libertad de la mujer durante siglos:

Indócil e insumisa, desobezco y vuelvo la cabeza,
igual que la terca Idit huyendo del incendio,
sin miedo a convertirme en piedra negra de diorita.
en mujer de sal, en cítara llorosa, en río, en sauce,
para siempre y sin remedio.
Me veo adorando fervorosa la cara pálida de Hécate:
estoy descalza y perfumada, tras el baño,
después de mis deseos de haber sido ante el espejo
nocturnal Susana impura.

[De mi tesis doctoral “La mitología clásica como instrumento
para la construcción de una nueva identidad de género
en la poesía española del siglo XX escrita por mujeres”,
leída hoy en la Facultad de Filología de la UNED en Madrid]

3 comentarios :

Anónimo | viernes, diciembre 18, 2015 8:50:00 a. m.

Yo esperaré a leer la tesis al completo, ahora estoy muy espeso para leer esto, lo siento. Solo quería decir que enhorabuena, tú y todos nosotros, ¡por fin volverás a Solienses con más asiduidad!

Juana Castro | martes, diciembre 22, 2015 12:28:00 a. m.

Gracias, Antonio, por haber puesto una nueva dosis de reflexión y estudio en el pensamiento y la poesía de las mujeres. Y enhorabuena por tu doctorado. Juana Castro

Juana Castro | martes, diciembre 22, 2015 12:31:00 a. m.

Gracias, Antonio, por haber puesto otra dosis de reflexión y estudio en el pensamiento y la poesía de las mujeres, con la mitología en el centro. Y enhorabuena por tu doctorado. Que lo disfrutes. ¡Felices fiestas!

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