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Cómo traer la tradición al mundo de hoy

Hay que partir de dos premisas. Una, que el folklore es hoy ya un objeto de cultivo arqueológico y como tal hay que tratarlo: descubrirlo, delimitarlo, despojarlo de las adherencias del tiempo y mostrarlo como un día fue, sabiendo que su momento pasó y que cualquier aproximación implica interpretaciones siempre sospechosas de subjetividad. Otra, que solo puede acercarse el folklore a los jóvenes -tarea imprescindible para su transmisión- trayéndolo a su territorio, adaptándolo a sus códigos culturales actuales. Son premisas, en principio, antitéticas, y ahí está precisamente el reto.

El Folkpozoblanco comienza este año lastrado porque el Ayuntamiento de Pozoblanco parece haberse gastado todo su presupuesto anual para espectáculos en los conciertos del Slow Music, y para todo lo demás solo quedan ya las migajas. Se anuló este año el concierto estrella de El Silo, que en ediciones anteriores nos trajo eminencias del folk hispano como Eliseo Parra, Nuevo Mester de Juglaría, Los Sabandeños, Luar Na Lubre, Acetre o La Bazanca. En esta ocasión los veteranos Manuel Luna y la Cuadrilla Maquilera y los jóvenes de Las Colmenas intentarán mantener el nivel de una edición que parece concebirse de trámite para abordar el treinta aniversario del festival el año que viene.


Manuel Luna y la Cuadrilla Maquilera.

Dice José María Sánchez, director artístico del festival, en una entrevista en Hoy al Día: "el festival tiene que tener en cuenta al público. Hay cosas excepcionales que igual no se entienden aquí, nos da pena no ofrecer ciertas cosas, sobre todo de gente joven que están apostando por propuestas en base a la música tradicional pero aplicando nuevas formas, pero no va a encajar". Creo que se equivoca. Al contrario, pienso que ese es el único camino viable para que el folklore pase de la arqueología a la contemporaneidad. Personalmente, amo los grupos de música tradicional de raíz que conservan el legado de la tradición oral en frascos de formol ajenos a toda contaminación, como una delicatessen apta solo para paladares entrenados. Pero un festival se debe también a su faceta divulgativa y pedagógica y atraerse al público juvenil nos parece un reto principal al que aplicarse. La gente joven que combina -respetuosamente- la tradición con las nuevas formas musicales tiene la llave para obrar este difícil milagro. No hay que tener miedo a las reacciones. Quizás se gane más de lo que se pierda.

El Folkpozoblanco de este año tiene programado un taller de baile de jota como modo de contribuir a la recuperación de esta danza tradicional de la comarca. Pienso que será una tarea inútil, que ese no es el camino. La solución no es pretender que los jóvenes vayan a donde está la jota, sino llevar la jota a donde están los jóvenes. No intentar que los jóvenes se trasladen al pasado, con toda su anacrónica carga de severa ritualidad, sino arrancar la jota del pasado y traerla a la más frívola contemporaneidad, adaptándola a las fórmulas de ocio que triunfan actualmente. Es lo que, en una actuación que puede tener para el futuro óptimas consecuencias, se hizo en la pasada edición de las Olimpiadas Rurales de Los Pedroches en Añora. Jóvenes, y hasta niños, se enfrentaron a la jota como una prueba lúdica más y la abordaron con la pasión de quien ha encontrado en ella un sentido. La mayoría ejecutaron los pasos de forma muy torpe y con poco apego a las formas tradicionales del movimiento, pero significó un primer avance que, de seguir, alcanzará seguramente mayor perfección en próximas convocatorias. Recuerdo que en las primeras ediciones olímpicas nadie conseguía mantener el cántaro en la cabeza más allá de un par de pasos y hoy es habitual acabar el recorrido sin que se haga trizas en el suelo. Con la jota puede terminar ocurriendo lo mismo. Al haberla traído al campo de interés de los jóvenes, estos acabarán haciéndola suya, del mismo modo que han interiorizado otras actividades que hasta hace poco ni siquiera conocían, como el pingané, los mizos o el garrote, salvándolos así de la desaparición.

Es un camino peligroso, sí, por el riesgo de desvirtuación que implica, pero no hay que olvidar que el cante y el baile tradicional eran actividades lúdicas, de entretenimiento y diversión espontánea, no sujetas a las normas estrictas de ejecución que muchas veces quiere imponérseles, fruto de una mal entendida preservación. Renovación en la tradición, actualización del folklore y asimilación de las estructuras populares desde las formas contemporáneas son las claves más efectivas para que la herencia tradicional tenga su cabida viva en el mundo actual. Lo otro es arqueología, que tiene mucho mérito, pero es otra cosa.


Prueba de la Jota en las pasadas Olimpiadas Rurales de Los Pedroches.

4 comentarios :

Manuel | viernes, agosto 04, 2017 9:25:00 a. m.

Artículo muy acertado.

José Mª Sánchez | lunes, agosto 07, 2017 10:59:00 a. m.

Estimado Antonio, como he comentado en otra red social y en algún medio, puedo estar o no de acuerdo en algunas de tus afirmaciones, pero qué duda cabe que la descomunal falta de interés general (institucional y ciudadana) que existe en Los Pedroches por la música y la danza tradicionales merece cualquier propuesta de debate.
Sin embargo, a la jota o a cualquier baile folclórico (que es lo que es) no se le puede aplicar la regla o refrán “la letra con sangre entra”, es decir, “la jota la aprendes sí o sí, pues en caso contrario no puntúas”. No obstante, si lo aplicáramos en su sentido positivo, resulta que el aprendizaje y el trabajo exigente son imprescindibles para cultivarse en cualquier materia. También en el baile folclórico.
Lo acaecido este año en las encantadoras Olimpiadas Rurales ante la llamativa prueba del baile de la jota, ha suscitado gran atención por parte de los medios y de ti mismo, causándome bastante sorpresa el hecho de que sólo hayas visto en ello la superficialidad del hecho, sobre todo cuando eres un profesional de la cultura que constantemente te pones “en guardia” ante cualquier acontecimiento que tenga que ver con nuestro patrimonio material o inmaterial.
Las escuelas de música y danza tradicionales, públicas y privadas, que existen en nuestro país y que son relativamente numerosas (desgraciadamente no así en Andalucía y menos en Los Pedroches), aunque son escasas comparadas con el resto de países de Europa, realizan una labor de formación y aprendizaje que en absoluto pueden ser sustituidas por la banal iniciativa de una prueba deportiva. Lo cual no le resta el enorme valor y alcance que ha supuesto su promoción y difusión, de hecho, conocía con bastante antelación la propuesta que me pareció acertada, aunque puse de manifiesto que podría dar lugar a la burla y jocosidad que puede producir el baile mal interpretado, como así ocurrió inocente e ingenuamente en algunos casos. Lógico, pues como ocurre en todas las Artes en este mundo, no todos tenemos cualidades para todo.
Poco a poco intentamos conjugar todas las propuestas interesantes para un buen festival, también las de los y para los jóvenes. Ojalá te equivoques en tus afirmaciones tan implacables, pues lo cierto es que el cariño, la pasión y el respeto hacia nuestra cultura tradicional se conquistan igual que con las personas, a través del conocimiento y el convencimiento, que se adquieren con el aprendizaje y el bagaje y no sólo a través de pruebas de obligado cumplimiento. Un abrazo. José Mª Sánchez, de Aliara.

Antonio | martes, agosto 08, 2017 2:00:00 a. m.

Dentro del amplio debate que la cuestión puede suscitar, amigo José María, quizás no sea lo menos importante el hecho de que se pretenda considerar el baile de la jota como un "arte" y no meramente como una actividad lúdica. ¿Tú crees que los aceituneros, cuando tras una larga jornada de duro trabajo en la sierra se entregaban a la diversión del baile, se sentirían cohibidos por si acaso sus pasos y saltos no se adaptaban a las normas de las escuelas de música y danza?

Es cierto que la cultura tradicional merece un respeto, pero si queremos que sea algo vivo, y no solo materia arqueológica, debemos sacarla de los estrictos rigores del aprendizaje académico. El baile de la jota, como los corros y demás zaragatas de la tradición oral, son, por encima de todo, actividades lúdicas para el tiempo de ocio, cuyo objetivo principal era la diversión. El estudio sobre este patrimonio cultural ha venido después, y es otra cosa, también muy necesaria (y apasionante) y con sus propias normas y convenciones. Pero el baile tradicional auténtico es el que surge de forma espontánea porque así se lo pide el cuerpo a quienes lo practican, en cualquier ocasión festiva que se presente, sin necesidad de que haya un escenario, ni público, ni "trajes típicos" cuyo origen real tú sabes muy bien cuál es.

Anónimo | martes, agosto 08, 2017 10:32:00 a. m.

Si consideramos que el baile de la jota forma parte del amplio abanico que recoge la danza podemos decir que es un arte. Si queremos que este arte siga debemos conservarlo lo mas puro posible. El baile de la jota de las OO. RR. de Añora es a la danza lo que la achicoria al café; una burla. Si estas son las formas de querer preservarlo vamos mal. Las OO. RR. son solo una diversión para un grupo de personas. Se acaban las OO. y durante todo el año no se practicarán ninguna de las pruebas que forman los juegos. Es solo un espectáculo. Querer preservar el acarreo de agua como una tradición es un error. El acarreo de agua no es una tradición, era un trabajo que casi a diario se practicaba en los pueblos para llevar el agua a casa. Es como si queremos preservar el "arranque de garbanzos", eso sí con la fresca. Que el baile de la Jota se haga participe de la juventud es intrascendente y a la vez inútil e imposible si lo queremos realizar como forma de diversión por dos motivos fundamentales: Esta música no es atractiva para la juventud y la disciplina que supone el correcto ejercicio de dicho baile no invita a su práctica. La forma de preservarlo es con una enseñanza reglada que transmita su técnica.

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