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Los 50 influencers

El episodio de los 50 influencers se presta al chascarrillo y a la mofa despiadada, para qué vamos a negarlo. Una treintena de perfectos desconocidos, con unos cuantos miles de seguidores en Twitter entre todos ellos (algunos ni siquiera alcanzan el millar), llegaron a Los Pedroches conduciendo unos flamantes Jaguar que les habían prestado en Córdoba y recorrieron en un fin de semana varios pueblos de la comarca a cama y mantel, todo gratis. A sus pies se pusieron alcaldes, empresas y gestores turísticos, con el apoyo de los centros Guadalinfo. Les dieron unos baños en el centro termal del silo de Alcaracejos, les abrieron museos y conventos habitualmente cerrados, les ofrecieron jamón y queso del bueno. ¿Quién podría hablar mal con este trato? Porque esa era la tarea de los 50/30: tuitear a todo trapo todo lo que veían, con muchos hashtags y muchas fotos, todas muy bonitas. Su misión era transmitir al mundo digital las maravillas que encontraran en Los Pedroches, en el convencimiento de que sus legiones de seguidores acudirán prestos a visitar estos lugares con tanto encanto.


Los "50 influencers" en el Ayuntamiento de Villanueva de Córdoba [Foto: @juanduqueoliva].

Todo el episodio, digo, mirado fríamente, ofrece una gran lección de papanatismo. Esa sumisión al totem digital por parte de empresas y autoridades resulta conmovedora en su despiadado reflejo de una realidad: el desconocimiento absoluto de cómo funciona el mundo virtual. Varios lugares de Los Pedroches fueron trending topic durante unas pocas horas, hubo no sé cuantos millones de impresiones y el alcance de su repercusión mediática fue infinito, según los propios organizadores. Pero todo eso ¿qué es? Nada. O casi nada. Al menos mientras no llegue un informe del impacto económico recibido o se calcule el retorno de la inversión realizada. Los 50 influencers (apenas 30) se fueron muy contentos, sí, y ya preparan otra salida por cualquier otro lugar de nuestra Andalucía, pero ¿qué han dejado aquí? ¿su influencia? Sus tuits, que hoy yacen perdidos en lo más profundo del timeline. Ni un solo vídeo, de momento, en YouTube. Y supongo que algún día alguien, en una noche de insomnio, escribirá una crónica en su blog.

Mientras tanto, cuando llegue un turista, se seguirá encontrando con los museos cerrados, con las iglesias cerradas, con las ermitas cerradas, con los conventos cerrados. Tendrá dificultades para comerse una ración de jamón ibérico. No encontrará oficinas de turismo en la mayoría de los pueblos. Si acude en fin de semana, no habrá tiendas abiertas para adquirir derivados del cerdo, ni quesos, ni siquiera perrunas. Y el castillo, ah, el castillo. Que se acaba marzo y los andamios no se ven por ningún lado.

4 comentarios :

Anónimo | jueves, marzo 22, 2018 9:14:00 a. m.

Mira que me costó en muchos casos encontrar reseñas, y muchas de ellas confundiendo lugares y nombres, y eso que sabia lo que buscaba. Por otro lado estaba entusiasmado en ver los andamios en el castillo de Belalcázar ahora que voy por Semana Santa, Antonio, otro jarro de agua fría. Y yo que me lo había creído...

Anónimo | jueves, marzo 22, 2018 3:15:00 p. m.

Otra historia de listos y tontos como en los pasos de Lope de Rueda.

Anónimo | jueves, marzo 22, 2018 6:15:00 p. m.

Y estos "influencers", ¿qué méritos han demostrado o tienen reconocidos para, supuestamente, influir tanto?

Anónimo | miércoles, marzo 28, 2018 5:25:00 p. m.

Yo quiero ser influencers cuando sea mayor, me gusta el SPA, conducir coches buenos, adoro el jamón ibérico, aunque no desprecio los torreznos y la morcilla, el queso añejo me encanta, los monumentos los miro pordentro y por fuera, de noche y de día. Soy capaz de escuchar a un político horas y aplaudir al final.¿Porqué no me llaman? o ¿Donde se apunta uno?.Ah! se me olvidaba que tengo un smartphone con cámara de 12 megapixels y activada la localización en Google.

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