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Demasiada verdad

El cartel de la fiesta de la Cruz de Añora reproduce este año una inquietante fotografía de Rafa Sánchez Ruiz, que no recoge, como en otras ocasiones, la cruz ganadora del año anterior, sino un detalle de la confección. Lo llamo arriesgado. La realidad del rito hay que enmascararla y no mostrarla en su completa desnudez, pues la visión de la verdad -como la de la belleza- en toda su turbadora inclemencia puede dañar. Los ritos populares viven, en eso que llamamos mundo rural, un momento de delicada transición, que esa imagen expone con despojada crudeza. Hay un amanecer de transformación en estos tiempos de mudanza que obliga a recoger el recuerdo en un Catálogo General del Patrimonio Histórico, ese álbum entomológico de especies en extinción. Pero cómo conservar en imágenes y palabras la sensualidad hambrienta, el deseo insaciable de adolescentes en flor, el brotar carnal de jóvenes a punto de explosionar, la irresistible tentación voluptuosa del azar en noches de luna y aguardiente.

Ay, esas manos, que han dejado de ser mudas, hablan demasiado. Más de lo que es lícito que sea conocido. Memento mori, parecen decir. Y lo dicen. La fiesta de la cruz es adorno y ocultación, para que lo que es parezca otra cosa. Todo se tapa para que no se vea, en una habitación virginal que esconde simbólicamente la realidad que más interesa. Y tras los tules está la sangre, que no se ve, y cada uno elija la suya: la del sacrificio ritual, del hombre que muere entre la angustia de no saber qué destino le aguarda, o la del hombre que mata con sus propias manos y arranca las entrañas de una memoria pasada, en un rito de paso que hay que superar para comenzar a vivir con el peso de la culpa para la eternidad. Las manos y la evidencia de lo que ha de llegar, el amargo futuro que nos aguarda, encubierto por la ilusión del renacer de la primavera en mayo, entre aromas de manzanilla y poleo, que embriagan y emborrachan en un sueño de alucinación, de muerte y de coñac.

Hay que mentir. Ocultar la verdad, pues nadie podría soportar su descarnada exposición, siendo como somos tan frágiles a la franqueza. Conviene morir de belleza antes que de realidad. La evidencia cierta, sin la apariencia quimérica del embuste que dulcifica (y permite) la existencia, resulta insoportable. La imagen de Rafa Sánchez muestra una verdad y una inversa forma de belleza que no debe ser mostrada. Porque, al hacerlo, se corre el riesgo de hacernos despertar de una ilusión y obligarnos a caer, vencidos, al abismo de la agonía que es vivir sin ritos ni engaños, sin ficción ni artificio, solo verdad terrible y subsistencia. La fiesta de la Cruz permite ese pacto satánico con el tiempo y su patraña, que nos da la seguridad y el cobijo de una certeza falsa que nos redime. Y ahora Rafa quiere mostrarnos sin anestesia que todo eso era mentira.

6 comentarios :

Francisco Carrillo | sábado, abril 28, 2018 9:20:00 p. m.

El cartel, precioso. La foto, demoledora. La entrada, sublime.
Se nota que Las Cruces sacan lo mejor de tí.

Pedro Tébar | lunes, abril 30, 2018 1:02:00 p. m.

Estoy todavía dándole vueltas a las palabras de Antonio ante la fotografía de Rafael Sánchez, al que sinceramente felicito. El simbolismo de la fotografía es inmenso. Las palabras de Antonio dignas de comentar y analizar. Pero no olvidemos que la fotografía solo es un mensajero: no lo asesinemos. Es el resultado lógico del invento o la aparición de este arte: la fotografía mostró desde el primer momento la fealdad, detuvo la realidad en un momento determinado y nos mostró también lo feo. Pero Antonio juega muchas veces con sus comentarios. Es un encantador de serpientes: Ha escogido uno de los dos lados que ofrece la imagen y lo analiza. Nos oculta el otro. O, más bien, parece que no está de acuerdo con el otro. ¿Con cuál de los dos, sinceramente, se quedaría Antonio? Él desarrolla la ocultación de la realidad para que la infancia no desaparezca. Para que las gasas y las luces nos sigan arropando y todos veamos un mismo cielo. Pero el lado oscuro estaba siempre ahí, detrás del mito. El "árbol de la Cruz", el árbol que se adorna con hojas en la primavera es el mismo árbol que sostenía las cabezas de los ajusticiados en los camino. El mismo árbol de las empalizadas y las cárceles, las vallas de los terrenos arrebatados a sus legítimos dueños. La fealdad es necesaria en el arte. Y esas manos de vieja nos remiten a un tiempo primordial donde las cosas que se hacían y se contaban eran sagradas, el tiempo fabuloso de los comienzos. Rechaza Antonio el "memento mori" y nos indica el "carpe diem". ¿Rechaza Antonio la foto por pura pedagogía? Ya sé que él admira también la foto. ¿Querrá que reflexionemos? Pura pedagogía.

Anónimo | sábado, mayo 05, 2018 3:29:00 p. m.

Yo lo que pienso es que quizás los del ayuntamiento estén un poco hartos de colocar siempre en el cartel una cruz que a fin de cuentas para los que no son eruditos en el tema es casi siempre igual y entonces han dicho "vamos a cambiar de estilo" y han puesto la foto de las manos de una persona mayor ejecutada con una máquina que dispone de un potente visor. Y nada mas. Ahora venís aquí algunos que sois intelectuales y empezáis a ver cosas que nadie ve; que si crudeza, fealdad, que si simbolismos, y no se cuantas cosas mas. Y que va, es solo una fotografía de las manos de una mujer que al igual que viste la cruz prepara la comida de su familia, acude a ayudar a sus vecinos y realiza las tareas que tenga encomendadas, nada mas. Lo demás es marear la perdiz e intentar imaginar cosas que no tienen mas recorrido que el que se produce en el corto trayecto de la mente de cada uno y que por lo tanto su exposición no aporta absolutamente nada a la fiesta de la cruz. Porque no hay nada mas ingenuo que ver lo que uno quiere ver y creer que eso es lo que ven los demás. SALUD Y REPUBLICA y felices fiestas de la cruz a todos los noriegos y visitantes.

Anónimo | sábado, mayo 05, 2018 8:50:00 p. m.

La verdad es que, vistas así las cosas, los dos comentarios primeros quedan un poco ridículos y, aparentemente, fuera de lugar. Afortunadamente hay personas que no se contentan y reflexionan ante una foto, un libro de poesía, un cuadro, una película etc. Y de esa reflexión pueden salir cosas que quizá le interesen a alguien. No creo que nadie pretenda educar a la gente. Para eso están las escuelas, las conversaciones, los discursos etc. Y el que no quiera ver más allá de lo que le permiten sus antojeras que no mire. A mí particularmente me han gustado los dos comentarios.

Juana Castro | domingo, mayo 06, 2018 12:19:00 p. m.

Ay, el arte. El arte y la belleza. Existe también la belleza de lo terrible. Y hay más belleza cuanto más cercana la muerte. Ese realismo de las manos es sublime. Genial y bello el cartel. Y genial también el texto de Antonio Merino.

Anónimo | domingo, mayo 06, 2018 11:06:00 p. m.

Los comentarios nos gustan a todos porque están escritos por grandes maestros de las palabras. Pero son solo eso, bellos relatos que nada tienen que ver con la realidad de la fotografía. Está bien lo de las antojeras pero muchas veces son necesarias para que los reflejos de los deseos no nos hagan ver espejismos. Por cierto, felicitar al pueblo de Añora que como siempre nos ha vuelto a sorprender con una fantasía e imaginación en la ornamentación de la cruz que no tiene parangón en ningún otro lugar.

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