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Ecos del Premio Solienses (y un círculo)


Juana Castro con el arado romano del Premio Solienses 2019
[Foto: Agustín Merino].

Juana Castro no cesa de recibir distinciones durante las últimas semanas (ayer mismo, homenaje de la Asociación de Escritores de Andalucía; hace justo un mes, el Premio de Poesía Ciudad de Cabra) e incluso Carmen Lozano, en una entrevista que publica hoy el diario Córdoba, insinúa la posibilidad de "reconocimientos aún más importantes" próximamente. En esa misma entrevista, Juana recupera una declaración efectuada durante la entrega del Premio Solienses en Torrecampo a través de una imagen que nos estremeció: "Este último invierno he visto a la vejez andar por el pasillo de mi casa". Luego, en ese repaso a su poesía a través de la palabra con la periodista, la Castro llega inevitablemente a la tierra: "He pasado por todos los periodos y por todos los temas, y ahora estoy en la poesía esencial, que es a la vez la de lo agrario, el tiempo, mi campo, la intrahistoria de Los Pedroches, su mítica y su épica". A la que, una vez más, le declara su amor: "Amamos la tierra primera, la de los primeros recuerdos y los primeros aprendizajes. Los Pedroches es una tierra lejana y sola, como Córdoba en los versos de Lorca. Y allí, en lo agrario antiguo, se desarrollan las gestas y las virtudes humanas". Y el Premio Solienses como referencia ante el anuncio de algún final:
Pregunta. Cuando le entregaron el premio Solienses dijo que llegaba en un momento en el que no sabía si seguiría escribiendo poesía. No será una despedida.
Respuesta: Sí. Llevo un año sin sentir el deseo ni la necesidad de la poesía. La buscaré, porque es difícil vivir sin ella.
Quizás era este el círculo que se cierra al que aludía Julia López en su crónica de Hoy al día, pero también pudiera ser otro, porque el hecho de que Juana recogiera al fin en el duodécimo año su arado pendiente desde la primera edición supone como un cierre, alfa y omega, y doce eran las tribus de Israel, como los hijos de Jacob de las canciones infantiles, y doce los meses del año y las horas que completan el reloj tras recorrer el círculo.

Ya unos días antes Manuel Fernández en su columna semanal del diario Córdoba había acudido también a su experiencia en la entrega del Premio Solienses para explicar el cambio climático:
El domingo al mediodía, camino de la Virgen de Veredas, a siete kilómetros de Torrecampo, solamente saludé a un ciclista que terminaba la aventura de pedalear contra el cambio climático viniendo de la ermita, una soledad de pastos secos. Luego, en el santuario de la Virgen de Gracia, donde Juana Castro recibió el Premio Solienses, el ambiente era pura historia y belleza de la comarca. Pero al salir era como si abandonases el asilo en sagrado que la Iglesia ha prestado desde siempre a los perseguidos por la justicia --en este caso de frescor-- y te expusieses al ardiente tormento abrasador de algo parecido al infierno. Todavía no eran las dos de la tarde y fuera del amparo que los libros, la música y la cultura te proporcionaban en la ermita de la Virgen de Gracia, contemplabas desde la cima una especie de valle tórrido donde el calor estaba empezando a mostrar el cambio climático, contra el que protestan ya los niños de ahora. 
En la prensa impresa, también el semanario La Comarca informó de la entrega del Premio Solienses en la ermita de Gracia, y valoramos estos reflejos en papel de nuestra pequeña historia de la cultura, porque, cuando un día inevitablemente venidero todo lo digital desaparezca en cualquier armagedón de los muchos que nos amenazan y solo quede en pie la memoria grabada en piedra y en papel, permanecerá aún entonces gracias a ellos el recuerdo de que una vez en Los Pedroches existió el Premio Solienses, al que, como Cortázar a Glenda, queremos tanto.

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