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¿Mujer poeta o poetisa?

Extracto de un apartado de mi tesis doctoral "La mitología clásica como instrumento para la construcción de una nueva identidad de género en la poesía española del siglo XX escrita por mujeres" (2015).

Eva Mª Durán García, Araceli Fernández Rojas y Victoria López Mata, candidatas al Premio Solienses 2025.

Las palabras no son inocentes, sino que vienen revestidas, a su pesar, de una gran carga simbólica e ideológica. La discusión terminológica en torno a la dualidad “poeta/poetisa” (que no existe, sin embargo, con respecto al doblete “escritor/escritora”) responde a evidentes motivaciones de tipo histórico que han convertido a la palabra “poetisa” en un término desprestigiado y cargado de resonancias despectivas. En realidad, la historia del término “poetisa” es un reflejo de la consideración que tradicionalmente se ha tenido hacia la mujer dedicada a la literatura, siempre contemplada como un ser excéntrico y poco de fiar, ajena a las auténticas obligaciones como mujer que le ha reservado la sociedad tradicional y sospechosa simplemente por eso de todo tipo de inclinaciones malsanas e inconfesables. Poetisa es la poeta de salón decimonónica que, ante el forzado gesto condescendiente de los invitados, avergüenza a su marido leyendo públicamente composiciones ñoñas de exacerbados sentimientos y alta impostura emocional escritas en tardes de ominoso aburrimiento.

Ello explica quizás la propia resistencia de las poetas a ser llamadas “poetisas”. “Hago versos, señores, hago versos,/ pero no me gusta que me llamen poetisa”, confesaría ya Gloria Fuertes en un poema de su libro Todo asusta (1954). Pilar Paz Pasamar declaró en 1964: “Soy una mujer poeta. Poetisa me parece una palabra detestable que la Real Academia debería prohibir” y Olvido García Valdés en 1999: “Detesto la palabra canon lo mismo que detesto la palabra poetisa” . Y ya también Ernestina de Champourcin en 1934: “En la actualidad no puedo oír mi nombre, acompañado por el horrible calificativo de poetisa, sin sentir vivos deseos de desaparecer, cuando no de agredir al autor de la desdichada frase” . La poeta canaria Tina Suárez Rojas (Pronóstico reservado, 1998) ridiculiza en uno de sus poemas el uso de términos específicos para designar a la mujer poeta: “que poetazas riman con tetazas y/ padecen cacofonía/ de estado civil poetita/ poetisa/ poetísica” . Los testimonios podrían multiplicarse. ¿A qué se debe esta actitud? José María Balcells estima que las causas se reducen básicamente a dos: “la carga de connotaciones a menudo peyorativas que soporta aún la palabra “poetisa”, y la voluntad de desmarcarse de temáticas, de puntos de vista y de actitudes que han sido asociadas a la escritura de las poetas desde el XIX” .

Entre ambas palabras, en efecto, no hay solo una diferenciación de género. “Poetisa” conlleva una carga histórica e ideológica que no resulta grata a las mujeres que desean ver juzgada su tarea literaria con los mismos criterios artísticos que la de sus colegas varones y sin los prejuicios socioculturales que la palabra arrastra. Aunque el término aparece ya en el Diccionario de Autoridades de la RAE (tomo V, 1737), el concepto que designa esta palabra en la actualidad se forjó desde comienzos del siglo XIX, cuando, tras la revolución liberal, la mujer comenzó a acceder a la educación y la cultura de forma creciente. El reconocimiento de la tarea literaria ejercida por las mujeres no resultó, sin embargo, nada fácil y su modo de escribir fue analizado desde el principio bajo parámetros patriarcales que anteponían en la consideración de su escritura la condición de mujer antes que la de escritora.

La “poetisa” fue vista como un ser extraño que despreciaba el perfil patriarcal de mujer sumisa, esposa y madre entregada al hogar para dedicarse caprichosamente a unas tareas que no eran propias de su sexo y que nunca serían realmente valoradas. Ni siquiera algunas mujeres de clase alta, como Emilia Pardo Bazán o Rosalía de Castro, que reivindicaron ya a su modo una nueva identidad, consiguieron ser observadas en su época como auténticas escritoras. La propia Rosalía se lamenta en 1866 de esta situación: “Sobre todo los que escriben y se tienen por graciosos, no dejan pasar nunca la ocasión de decirte que las mujeres deben dejar la pluma y repasar los calcetines de sus maridos, si lo tienen, y si no, aunque sean los del criado (…). Pero es el caso, Eduarda, que los hombres miran a las literatas peor que mirarían al diablo”.

Ya desde esta época el término “poetisa” aparece revestido de connotaciones despectivas, como lo demuestra esta afirmación sobre Gertrudis Gómez de Avellaneda: “No es Avellaneda poetisa, sino poeta: sus atrevidas concepciones, su elevado tono, sus acentos valientes, son impropios de su sexo”. La afirmación la realiza en 1846, obviamente, un hombre, cuyo nombre no viene al caso. De donde deducimos que cuando la poesía  resulte vulgar, sin tono, cursi y plana habrá sido obviamente escrita por una poetisa, por una mujer que jamás podrá alcanzar las cotas literarias del varón, quizás como Carolina Coronado, a quien el mismo autor la coloca “al frente de las poetisas españolas”. Ya vamos entendiendo por qué las poetas no quieren ser llamadas poetisas. “Cuando en una soirée recita sus versos una poetisa, obligada por las mil instancias del ama de casa, las risas irónicas de las necias y las miradas sarcásticas de los ‘filósofos de salón’ se desencadenan sobre ellas”, escribe Concepción Jimeno de Flaquer en 1877. Denostar la palabra poetisa manifiesta una voluntad de apartarse de aquella concepción antigua de la poesía femenina en busca de una mayor libertad expresiva y reivindica una catalogación no sexista del fenómeno literario desde parámetros exclusivamente artísticos.

Ello no obstante, en los últimos años se registra una tendencia a reivindicar por parte de algunas autoras el término despreciado a partir de una valoración diferente de la propia identidad. La literatura escrita por mujeres ha alcanzado en el último medio siglo una estimación pareja a la de los hombres, favorecida por el papel desarrollado por la mujer en la cultura y en la sociedad actuales. La recuperación del término, ahora levantado como una marca de prestigio, implica la superación de una etapa desde el triunfo de unos postulados que antes se discutían y era necesario afianzar. El término “poetisa” para algunas autoras ya no produce daño porque ha dejado de comportar los sesgos negativos a él ligados históricamente y porque bajo esa etiqueta las escritoras plantan cara al universo literario con la firmeza de quien ya no necesita justificarse. 

Balbina Prior ha sido una de las abanderadas de esta recuperación del término “poetisa”: “Recientemente, el término está en regeneración, algunas poetisas pertenecientes a las nuevas generaciones sin complejos hemos decidido poner fin a esa travesía de penalidades, por cierto, todavía no advertida por numerosos poetas varones. Se está tratando de recuperar el antiguo nombre "Poetisa", denostado durante tanto tiempo”. Juana Castro, por su parte, manifiesta su nueva admisión del término al haber aceptado en su pueblo natal una calle con el rótulo de “Calle Poetisa Juana Castro” en 2010.

A pesar de esta última reacción, por mi parte prefiero referirme siempre a las autoras con el término “poetas”, por ser el preferido por todas ellas en los años 70, 80 y 90 del siglo XX, época en la que principalmente nos centramos en nuestro estudio. Según la propia Balbina Prior, el proceso de rechazo de la palabra poetisa por parte de las mismas autoras que se había iniciado a principios de siglo se agudizó en los años 60 y 70: “Ninguna autora se ha querido denominar desde entonces "poetisa", vocablo que fue atacado con virulencia. Fue la Primera Reacción, nadie en su sano juicio quería asumir tan pesada carga, por eso lucharon por denominarse "poetas"”. 

Y así las llamaremos también nosotros.

2 comentarios :

Anónimo | sábado, marzo 08, 2025 7:23:00 p. m.

Se podría decir poeta si es mujer y poeto si es hombre.

Anónimo | domingo, marzo 09, 2025 11:24:00 a. m.

Se puede decir La Sierra Boyera o El Sierra Boyera con casi el 100 % lleno está a puntito de desembalsar agua como La Colada o El Colada hizo hace un par de días.
Un saludo de La Poeta y El Poeta.

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