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Fuerza

De vez en cuando me gusta revisitar ciertos lugares de Los Pedroches que actúan para mí como cargadores de las pilas del ánimo, que me proporcionan la fuerza antigua de la tierra (no diré telúrica, que ya cansa), el espíritu de la historia centenaria y la esencia del ser y el sentir de las cosas de mis antepasados y el suelo en que vivieron. Uno de esos lugares es la ermita de la Virgen de Guía en Villanueva del Duque, santuario de aroma templario, de sobriedad acabada y misteriosa, que incrusta en uno de sus muros una estela funeraria romana consagrada a los dioses Manes, en un conmovedor ejemplo de tolerancia seguramente inconsciente. Ayer, cuando volví, al filo del anochecer, casi a oscuras, el templo desierto me trajo de nuevo a la memoria sensaciones antiguas. Eché 50 céntimos en un dispositivo que ilumina el altar mayor, mostrando unos relucientes frescos de reciente restauración. El tributo que hay que pagar a tanto esplendor es una placa de cerámica en plena capilla –casi sacrílega- con el nombre de la entidad patrocinadora de la restauración. Cuando de nuevo se apagó la luz eléctrica, volvió la oscuridad apenas quebrada por los pálidos rayos mortecinos que entraban a través del pequeño rosetón del frontal y se proyectaban sobre los arcos. Al salir, desde la puerta contemplas el sol que se oculta frente a ti. ¡Cuánta simbología!.

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