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Nuestro casi paisano Manuel Gahete (natural de Fuente Obejuna) ha ganado recientemente el premio de poesía Mariano Roldán. Enhorabuena. Me llama la atención, no obstante, el rico curriculum del autor: a sus 46 años ha publicado nada menos que 16 libros de poemas y dos antologías (y eso sin contar sus obras de teatro, ensayo y prosa: pero no vamos a esto, hoy toca hablar de poesía). Desde 1986, sale prácticamente a poemario por año, lo cual constituye una meritoria hazaña en estos tiempos en los que la lírica goza, al parecer, de tan pocos adeptos entre los lectores. No cabe duda de que tan numerosos libros -y cuántos más quedarán inéditos- obedecen a la gran necesidad de comunicación de su autor y a las muchas cosas que, sin duda, tiene que decir.
A mí, sin embargo, la poesía actual no me dice nada. Naturalmente, debo ser un lector trasnochado, de aquellos que buscan en un poema la belleza de las palabras ordenando pensamientos en una elegante estructura, pero, chico, qué quieres que te diga, yo en la mayoría de los poemas actuales sólo veo palabras aisladas que juntas no significan nada, que han sido caprichosamente cortadas en líneas que simulan versos (que pueden ser kilométricos o constar de una sola palabra), sin ningún sentido métrico (y no hablemos ya de la rima, esa antigualla) ni, a veces, la menor concesión al ritmo. Encontrar sentimientos sinceros es obra titánica. Si a la mayoría de los poemas actuales les quitas el salto de línea, te queda una prosa empalagosa de la que poco jugo se puede sacar (desde luego, compadezco a los profesores de literatura que hayan de analizar tales escritos). ¿Será que los poetas actuales escriben en prosa sin saberlo?.
Pero no puede ser. Lo más probable es que yo no entienda nada, que sea incapaz de comprender el arte y los mensajes ocultos que allí se esconden, pues la poesía, como declara el flamante premio Adonais de este año, "es un producto de culto", y, debo entender, sólo para iniciados, es decir, jardín cerrado para muchos y abierto para pocos, y bla, bla, bla.
Recuerdo que hace algunos años una profesora compañera me contó que había puesto a sus alumnos un comentario de texto sobre un fragmento de La Regenta. Como el texto había sido fotocopiado y pegado en un folio, quedaba dispuesto en una columna central, por lo que visualmente se presentaba a modo de poema y los examinandos, ni cortos ni perezosos, hicieron un análisis métrico que ríete tú de Navarro Tomás. Y es que con la poesía actual ya no sabes a qué carta quedarte. Si he de creer a Elvira Lindo en su columna de El País de este domingo, a Luis Alberto de Cuenca (que no falta en ninguna antología del momento) se deben estos versos: "A ver si aprendes a cocinar como mi madre./ Y tú a ver si aprendes a comerme el coño". Y remata ella: "Yo a eso le llamo poesía de la experiencia y lo demás son tonterías". Y que lo digas.

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