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Cerro del Cuerno/10

La publicación de un libro de Alberto León Muñoz sobre el castillo de Belalcázar, que sitúa la construcción de la fortaleza en la época de Alfonso de Sotomayor y no en la de su predecesor, como hasta ahora se creía, me ha hecho recordar otros monumentos de Los Pedroches que han visto recientemente retrasada su fecha de edificación. El caso más notable sería el Pozo de la Nieve de Dos Torres, tradicionalmente considerado de origen paleocristiano, pero al que hace unos años un nuevo estudio reinterpretó como obra del siglo XVIII; o la torre de la Iglesia de San Sebastián de Añora, que no puede ser mudéjar porque documentación archivística demostró que había sido edificada en el último tercio del setecientos. En todos estos casos, la corrección de la fecha de construcción no afecta en absoluto a los valores artísticos o arquitectónicos de los edificios, pues conviene ya dejar de considerar la antigüedad como valor supremo a la hora de distinguir los méritos de un monumento.

Idéntico afán de prestigiar la historia de los pueblos a base de retrotraer sus orígenes en el tiempo es muy propio de algunas instituciones públicas, cuyo objetivo suele ser más propagandístico que científico, y de ciertos eruditos locales, que ansiarán siempre datar los comienzos de su población al menos en tiempos árabes, romanos o íberos, aun cuando las evidencias documentales nos sitúen tan sólo en el siglo XIV (nunca faltará una sigillata o una lasca de sílex para levantar hipótesis). En el ámbito comarcal, la historiografía antigua está llena de referencias a poblaciones romanas sin fundamento o a denominaciones producto de la fantasía por parte de aquellos que no entienden sus raíces si no se hunden en el pasado más remoto (“los íberos la llamaron Reino Servisino; los Fenicios, el Valle de las Maravillas; los cartagineses, el Valle de las Conquistas; los Romanos, el Valle de los Metales y los musulmanes el Valle de la Ilusión", he podido leer en varias ocasiones, sin que se cite la imposible fuente de tan fantásticos nombres). Y lo peor es que estos datos suelen arrastrarse de unas publicaciones a otras sin ser sometidos a crítica o a un mínimo contraste documental, sin duda en la creencia de que resultará cruel arrebatar de un plumazo quinientos años a la historia de un lugar. Y, sin embargo, conocer bien la historia verdadera de nuestros pueblos resulta imprescindible para comprender cabalmente nuestra realidad actual, pues mucho de lo que hoy somos como comarca está condicionado y es producto de un pasado intenso y siempre complejo, sea cual fuere su antigüedad.

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