Sobre el futuro que ya está aquí
Como algunos lectores de esta bitácora saben, desde hace unos días estoy intentando realizar una encuesta sobre monumentos de Los Pedroches entre personas representativas de diversos sectores profesionales y geográficos de la comarca, con el denominador común de su interés por la cultura comarcal y de su accesibilidad a través del correo electrónico. Esta segunda condición, en contra de lo que pudiera creerse, es la que me está planteando mayores problemas. Resulta desalentador comprobar que para muchas personas el correo electrónico resulta todavía una rareza, que apenas es utilizado o al menos no explotado en todas sus posibilidades. Me encuentro con cuentas abandonadas a pesar de que siguen activas, con que en ciertas páginas se ofrecen para contactos direcciones de correo que sin embargo ya están dadas de baja, y, en fin, y sobre todo, muchas páginas de organismos oficiales que todavía no han considerado necesario incluir direcciones de correo para acceder a sus cargos más representativos. Es como si todavía mucha gente (y los organismos oficiales, al fin y al cabo, están compuestos por personas) no confiara plenamente en esto de internet, como si lo vieran aún como un exotismo, como una rareza, como una curiosidad, ¿como un pasatiempo?, sin acabar de entender la gran revolución que este medio significa, un medio que no es para el futuro, sino para el presente, y, conociendo la velocidad con la que avanzan las cosas del mundo informático, quién sabe si ya del pasado.Al igual que antiguamente algunos se vanagloriaban de no saber programar un vídeo (como si ello fuera un mérito y no una prueba de torpeza y abandono), con frecuencia te encuentras con personas, de un cierto nivel cultural, que presumen de no saber nada del funcionamiento de internet y muestran su satisfacción por no sentir el más mínimo interés por este mundo, quizás convencidos de que, en realidad, internet sólo puede interesar verdaderamente a pedófilos y pervertidos sexuales. Jamás se les ocurrirá pensar que padecen alguna forma novedosa de analfabetismo. Hablan todavía, insisto, como si la comunicación virtual fuera cosa del futuro y no la gran revolución del presente. Los que vivimos apasionadamente frente al ordenador corremos el riesgo de pensar que es una pasión generalizada, pero una encuesta sencilla como la que ahora yo pretendía viene a poner las cosas en su sitio. Queda aún mucho por avanzar, quizás en todas partes, pero especialmente en nuestra comarca, donde, según he podido comprobar, la conciencia real de las posibilidades infinitas de la comunicación electrónica dista de estar desarrollada. Confiemos en que las nuevas generaciones suplan esta deficiencia, aunque de momento, y visto el uso que los adolescentes hacen del ordenador en horario escolar, el futuro no parece muy prometedor.
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