La Diputación de Córdoba acoge desde
ayer la exposición
Memoria de la barbarie, que se presenta con el objetivo de provocar una reflexión sobre el intento de exterminio de los judíos por parte de los nazis y está centrada en las figuras de
Ana Frank y
Primo Levi. Como muchos otros lectores, descubrí el
Diario de Ana Frank en la primera adolescencia y las confesiones de esta niña, llenas de ternura en medio de tan penoso escenario, se presentaban con una mezcla de tristeza y ganas de vivir que difícilmente podía yo comprender entonces. A Primo Levi lo conocí a través de la magestuosa
Sefarad de Muñoz Molina: en una nota final de lecturas afirma, refiriéndose a los libros del judío italiano, que "honradamente no creo que sea posible tener una conciencia política cabal sin haberlos leído". Casualmente estos días acabo de terminar el último volumen de su trilogía memorial, titulado
Los hundidos y los salvados. Casi de un tirón leí previamente también
Si esto es un hombre y
La tregua, todos ellos publicados en asequibles ediciones de bolsillo. La huella dejada por el estremecedor testimonio de Levi ha sido tal que quizás me lleve este verano a recorrer los escenarios polacos de su historia: Auschwitz, Katowice, Cracovia...
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