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El Catastro de Arturo Luna

Portada del libroArturo Luna Briceño es fundamentalmente un periodista, un hombre de televisión. Por eso hay un cierto sentido del espectáculo que no le abandona incluso cuando presenta su libro de historia, y, así, habla de misterios finalmente desvelados, de arduas investigaciones y de cuán equivocados estaban otros, como quien presenta una gran exclusiva periodística que mañana nadie recordará. Sin embargo, me parece que la historiografía tiene otros métodos y otras formas, otra morosidad, que no precisa tantos reclamos, especialmente en una obra de estas características, que difícilmente encontrará acomodo en el gran público.

Insiste el autor en las dificultades de recuperar los diferentes volúmenes del Catastro de Ensenada, para lo que tuvo que trasladarse al parecer al Archivo General de Simancas por haber desaparecido las copias más cercanas. Sin embargo, todos los volúmenes referidos a Pozoblanco se conservan en el Archivo Histórico Provincial de Córdoba (así se afirma, al menos, en la Guía de este archivo) y yo mismo pude consultar hace unos años el tomo correspondiente al Interrogatorio General e incluso hacer unas fotocopias, sin necesidad de digitalizaciones ni luz fría. Por lo demás, y según un artículo de Rafael Yun Cabrera publicado en 1978 en las Actas del I Congreso de Historia de Andalucía, cinco volúmenes del Catastro (al parecer, todos menos el de Haciendas Eclesiásticas) se guardaban en el Archivo Municipal de Pozoblanco "en perfecto estado de conservación" ["La población de Pozoblanco a mediados del siglo XVIII. Su actividad y sus pertenencias", pág. 345.].

No deja de ser llamativo que las únicas referencias bibliográficas de Pozoblanco en el Catastro del marqués de la Ensenada. Tomo I sean la Corografía de Casas-Deza y otra obra del propio autor. Resulta extraño que en un trabajo de tal magnitud, que juzgo arduo y laborioso, se obvie todo lo escrito con anterioridad sobre el tema, no sé si por desconocimiento o voluntariamente con alguna intención. Pero escribir sin tener en cuenta la bibliografía anterior sobre los temas que se tratan lleva, por ejemplo, a afirmar que no existía cofradía de la Virgen de Luna en el siglo XVIII o a asombrarse porque se diga que en 1752 Pozoblanco era tierra de realengo, o, en fin, a declarar que "si [el Catastro] hubiera seguido aquí no se hubiera podido desamortizar la Jara". La historia tiene que huir de estos "titulares" y precisa un análisis que resulta imposible de conseguir si se tiene al Catastro por "el documento más exacto y exhaustivo de nuestro pueblo en el siglo XVIII" (pág. 15), pues ya están muy estudiadas las limitaciones de este documento fiscal. Lo que, insisto, no resta méritos a la ardua tarea de recuperación y transcripción llevada a cabo por el autor.

Pozoblanco es, en fin, una ciudad con la suficiente entidad para que dispusiera ya a estas alturas de una historia seria y rigurosa de la localidad. Creo que corresponde al Ayuntamiento la iniciativa de promover esa obra, que debe ser encargada (y pagada) a especialistas, del mismo modo que se encarga (y se paga) a los arquitectos los planos de un edificio o a un fontanero la reparación de una grifería. Y Pozoblanco cuenta con grandes historiadores, no sólo veteranos maestros como Emilio Cabrera Muñoz, sino también jóvenes ya consolidados como Juan Bautista Carpio Dueñas, autor de una de las mejores obras historiográficas de la comarca. No puede ser que esta tarea, tan importante, se abandone tan sólo a la buena voluntad de iniciativas particulares.

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