El alcalde de Añora ha llamado “pervertidos” a los concejales socialistas de su Ayuntamiento al acusarles de ser los responsables de ciertos comentarios sobre su gestión efectuados en el
Foro noriego, en el que alguna implicación tengo. El primer edil añadió que “le han contado que existe un foro en internet y en él se refugian los/as cobardes, los/as pervertidos, los insatisfechos de la vida y algunas personas que tienen que salir de muchos armarios”. Ante este lenguaje tan impropio de una primera autoridad, uno siente vergüenza cívica, pero me llama la atención sobre todo una palabra. Pervertidos. La palabra, como un disparo, impacta tanto por lo que dice como por lo que esconde. Es un término cargado de ideología, que aguanta involuntario el peso de nuestra historia, de cuarenta años de historia. Parece que alguien puede llamar “pervertidos” a quienes piensan y actúan de modo diferente y seguir con la cabeza alta, rigiendo los destinos de un pueblo, que es el mío. No importa que semejante insulto alcance más allá de lo puramente personal, por cuanto ofende sobre todo a una ciudadanía que respeta a sus representantes y quisiera ver en ellos modelos de conducta, algún tipo de ejemplaridad. La reacción de los atacados ha sido, por decirlo generosamente, tibia, quizás por no ser conscientes de la brecha tremenda que tal agresión abre, los muros que levanta. Yo aquí, donde con mi nombre al pie me arriesgo a escribir opiniones, ni insulto, ni injurio ni calumnio, y, por la razón que sea, amo tanto a mi pueblo que tales palabras y hechos me duelen como persona y como ciudadano, pero sobre todo como noriego, la única patria que verdaderamente siento, y no me pregunten por qué.
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