Jeszcze Polska nie zginela
Rynek Starego Miasta o Plaza del Mercado de la Ciudad Antigua de Varsovia. El casco histórico de Varsovia fue destruido en un 90% durante la II Guerra Mundial y fue después reconstruido admirablemente a partir de pinturas (especialmente de Canaletto) y fotografías antiguas, de modo que hoy, al pasear por sus calles, uno siente estar contemplando la Varsovia anterior a la destrucción.
Uno vuelve de ver mundo con el alma ancha, con los pulmones llenos de aire renovado, viendo las cosas de otro modo, más sabio, más libre. Al pronto cuesta volver a la rutina diaria, donde cualquier problema insignificante se torna abismal, y hay que detenerse y respirar, y pensar que uno se haya todavía paseando por Trakt Królewski, y entonces todo vuelve a su ser, puede esperar, nada es tan importante ni urgente.
Realmente este viaje a Polonia ha sido intenso por varias razones. En primer lugar, era la primera vez que organizaba yo mismo un viaje al extranjero prescindiendo totalmente de agencias de viajes o de cualquier otro intermediario. A través de internet (ese futuro que ya está aquí), compré los pasajes de avión directamente a la compañía airpolonia y reservé los hoteles en Varsovia y Cracovia en la cadena Holiday Inn (cito a ambas porque las recomiendo), todo ello en una tarde de domingo cómodamente desde mi casa, pagando, eso sí, anticipadamente con tarjeta. Uno iba, pues, con la preocupación de si esas gestiones, de las que no quedaba ninguna constancia material ni existía nadie en concreto ante quien poder reclamar, habrían resultado efectivas, no fuera a pasar que uno llegara al mostrador de la compañía aérea y allí no supieran nada de mí o que al llegar al hotel la reserva no se hubiera hecho efectiva, y a ver quién reclama luego en polaco. Al contrario, todo resultó perfectamente y no hubo ni el más mínimo inconveniente. Antes bien, el precio final del viaje fue muy sensiblemente inferior (más de un tercio menos) al que las agencias ofrecían, y además uno iba con la libertad de moverse a su aire y detenerse donde más le apetecía.
Con todo, lo fundamental ha sido descubrir un país muy interesante, todavía no invadido por el turismo masivo (aunque no tardará, dado lo que hemos visto), con precios muy competitivos e infraestructuras todavía en desarrollo pero muy prometedoras. Y qué decir de Varsovia, esa maravilla del afán humano, reconstruida de sus cenizas tras su destrucción casi total durante la Segunda Guerra Mundial. O Cracovia, tan elegante, tan llena de artistas, con su hermoso barrio judío de Kazimierz tantas veces visto en las películas. Y por otro lado, ese descenso a los infiernos que fueron las visitas a los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau, terrible experiencia pero indispensable para la formación de una conciencia personal política e histórica, de la que algo más se podrá leer en mi Cerro del Cuerno del próximo sábado, aunque poco, pues todavía hoy faltan las palabras para describir tan gran horror. Yo, que algo he viajado, puedo decir que jamás había visto nada semejante y que todavía hoy, desde mi casa, desde mi sofá viendo la televisión, se me eriza el vello y enrojezco cuando pienso en esos lugares que nunca debieron existir, pero que ahí están, para vergüenza del género humano.
En fin, regresar al hogar siempre es un placer. Habrá que resolver ahora los asuntos pendientes y volver al trabajo, donde este mes se presenta ajetreado. No importa. En los momentos de mayor cansancio, de mayor agobio, siempre nos quedará el dulce recuerdo de Varsovia.
Cracovia: Fachada lateral de la catedral, desde un patio del castillo de Wawel.
Campo de concentración de Auschwitz II-Birkenau. Una superficie de 175 hectáreas dedicada a la tortura y el exterminio.
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