Monumentos
Cerro del Cuerno/42La Asociación "Amigos de Belalcázar, villa de monumentos" ha tenido la iniciativa de celebrar este año el Día Internacional de los Monumentos y Sitios, que la UNESCO instituyó para el 18 de abril de cada año a propuesta de ICOMOS. Para ello ha preparado un programa de actos que gira en torno a dos de los monumentos belalcazareños más significativos y también más abandonados: el castillo de los Sotomayor y el Convento de los Cinco Mártires de Marruecos, de cuyo estado ruinoso ya hemos hablado aquí en otras ocasiones. La iniciativa no sólo merece todo tipo de apoyos, sino que debería ser adoptada por otras instancias que hicieran suyos de modo urgente estos objetivos de defensa y recuperación del patrimonio histórico monumental de toda nuestra comarca. Es cierto que, en general, las ermitas e iglesias de nuestros pueblos están siendo restauradas de modo adecuado en los últimos años, pero hay que recordar que son muchos aún los monumentos abandonados a su suerte que merecerían, por lo que significan de vínculo con nuestra historia pasada y por su interés de cara a las esperanzadoras perspectivas de un incipiente turismo rural, una mayor atención.
El castillo de Miramontes y el de Vioque, ambos en Santa Eufemia, son dos ejemplos de fortalezas situadas en entornos naturales espectaculares y que sin embargo apenas reciben cuidados. La mayoría de los escasos yacimientos arqueológicos de la zona son pasto habitual de los expoliadores, que sacrifican al beneficio económico eventual el conocimiento riguroso de nuestra historia más antigua. Muestras de tecnología tradicional, como el Molino de la Gargantilla de Alcaracejos, permanecen en el olvido, sinónimo desgraciado de destrucción. Testimonios de arqueología industrial, como toda la arquitectura perteneciente a la antigua línea del ferrocarril de vía estrecha entre Puertollano y Peñarroya o la relacionada con las explotaciones mineras de El Soldado y Las Morras, desaparecen día a día ante nuestros ojos, sin que nunca lleguen a materializarse los utópicos proyectos tantas veces anunciados. Y qué decir de la propia arquitectura vernácula de nuestros pueblos: la vivienda tradicional y todos sus componentes constructivos y decorativos se encuentran en franca regresión ante el empuje avasallador de unos muevos modelos de edificación absolutamente irrespetuosos con el entorno urbano en el que se ubican, permitidos y muchas veces promovidos por los propios ayuntamientos. La lista es larga y deudora con frecuencia de políticas demasiado volcadas en lo propagandístico y ajenas por completo a lo fundamental.
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