Cultura
Cerro del Cuerno/50En declaraciones realizadas a este mismo periódico, el diputado provincial de cultura se enorgullecía recientemente de que la Diputación de Córdoba haya dedicado a Los Pedroches en los últimos dos años más de 800.000 euros, y aportaba como prueba de este apoyo de la institución provincial a la cultura comarcal el hecho de que seguramente no habrá ningún cartel que anuncie eventos culturales en nuestros pueblos en el que no aparezca el logotipo de la Diputación. Es cierto que hoy bajo el generoso nombre de cultura se ampara casi todo (en otra página del mismo periódico se habla de “la cultura del spray”), aunque sin duda entre las muchas actividades subvencionadas habrá importantes contribuciones al desarrollo artístico e intelectual de los ciudadanos de Los Pedroches. También los Ayuntamientos y la Mancomunidad son patrocinadores de múltiples actividades culturales que persiguen, con mayor o menor acierto, la ilustración de sus convecinos. Sin embargo, produce cierta desazón que esta omnipresencia de las instituciones públicas en el mundo de la cultura no se vea compensada por otra serie de actividades nacidas a partir de iniciativas particulares, críticas con el sistema y con presupuestos mínimamente rebeldes. Entristece ver que cualquier manifestación cultural que se produzca en la comarca lleve el sello de la oficialidad, con lo que ello implica, y que apenas pueda rastrearse un mínimo atisbo de planteamiento original que reclame una visión novedosa del arte, del pensamiento y de la sociedad. La cultura institucional es, por definición, conservadora, por cuanto persigue mantener unos principios y unas formas establecidas en cuya defensa deposita su propia supervivencia (entre esos principios se incluye una crítica moderada pero inofensiva, como una vacuna que consigue vencer la enfermedad) y resulta necesaria, por tanto, sólo en su justa medida. Pero la auténtica cultura no tiene sentido si no es revolucionaria, en el sentido de cuestionar las formas vigentes y plantear nuevos modelos de ver y sentir las cosas que nos rodean. En estos preceptos se fundamenta el progreso, que jamás puede tener en sus cimientos el conformismo y la complacencia que necesariamente conlleva la cultura institucional. En otros tiempos esta ruptura provenía de individuos o grupos necesariamente marginales que preferían actuar ajenos a cualquier apoyo oficial, pero hoy la búsqueda de la subvención parece ser la meta incluso de los más radicales planteamientos, que parecen tener en mente como máxima aspiración ver en sus propios carteles el logotipo de la Diputación.
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