Nieve otra vez
Nieve en las dehesas cercanas a Cardeña
Anoche se presentaba en el salón de plenos de la Diputación de Córdoba la revista Arte, Arqueología e Historia, que edita anualmente la asociación del mismo nombre. Me pareció oportuno asistir, puesto que en ella se publica un artículo mío (por cierto, nacido a partir de un post de Solienses, luego de convenientemente anotado y puesto en lenguaje académico. Item más: en el número de este año sólo aparece otro artículo sobre Los Pedroches, a cargo de Juan P. Gutiérrez García, que habla sobre Conquista en 1900). Pero la sorpresa estaba reservada para el regreso. Justo al pasar el viaducto de Montoro la carretera se despertó blanca de nieve, la oscuridad de la noche era un diluvio de maná y, envuelto en una ventisca que uno sólo conocía de las películas polares, surge la duda de qué hacer: seguir o parar (¿pero dónde?). Uno se hace la pregunta y se propone la respuesta más lógica: ¿cómo va a nevar en Córdoba, así, de pronto sin avisar?; esto será cosa de poco, sigamos adelante. Pero no fue cosa de poco, sino de mucho y el regrero se convierte en una aventura con no poco de angustia. Esa sensación de que todo puede ocurrir en el próximo segundo, de que el vehículo no puede dominarse ni a 40 km/h, de que la gasolinera en la que confiabas detenerte está cerrada, de que no hay líneas visibles en la carretera y sabes que al margen está el precipicio, de que debiste parar antes, a la primera señal de alarma, de que cada vez hay más nieve en la carretera, ya más de un palmo en la mediana artificial formada entre las rodaduras de los escasos vehículos que circulan en ambas direcciones. Luego, de pronto, aparece a lo lejos una máquina quitanieves, tan sorprendente de ver por estos pagos que uno se pregunta de dónde habrá salido, un vehículo que echa sal, y un coche con luminosos que, como fantasma de leyenda urbana, de repente surge y te guía hasta cruzar el puerto más arriesgado. Y cuando todo acaba, y has llegado a tu casa sabiéndote imprudente, uno lo olvida todo, conforme acostumbra la naturaleza humana, porque todo sólo le pasa a los demás, y vuelve a contemplar la nieve con la mirada infantil de la belleza, pero sabiendo allí en el fondo de algún lugar que tanta blancura pudo tornarse en negro en una noche cualquiera en la que uno regresaba de la presentación de la revista Arte, Arqueología e Historia, que edita anualmente la asociación del mismo nombre.
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