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Everness

Hay nombres que, siendo tan ajenos, van de tal modo unidos a la experiencia personal que uno no sabría ya cómo dibujar un florilegio sin pincharse con alguna espina. Cuando escuchamos su voz por primera vez, en aquella remota juventud, nos pareció demasiado hermosa para que se malgastara entre encinares yermos y el entusiasmo que derrochaba se mostró en exceso fabuloso para la terquedad zorruna del granito. Resultaba incómodo el despilfarro de su genio anunciando bragas entre una entrevista con Miguel Delibes y un pescozón, siquiera pequeñísimo, al alcalde desviado de turno, pero su empuje vigoroso y cordial se mostró imprescindible en aquel primer nacimiento de conciencia comarcal, cuando Los Pedroches no era un nombre, sino un mito. Una vez, en aquella marabunta de proyectos, estuve en los estudios de su emisora con Concha -otra flor de un día- y delante del intimidador micrófono apenas supe balbucear un sí o no. En el poco tiempo que duró aquella vivencia colectiva nos veríamos quizás media docena de veces, pero parecieron más, y así complace al poder multiplicador de la cultura. Yo fui de los primeros en salir, cuando el destino de los adultos comenzó a llamar a las puertas, y después otros, y apenas hubo entonces momento de despedidas, pues una palabra a destiempo y una ausencia no justificada pusieron el final en tangle.

En la radio y en la televisión andaluza aparenta felicidad, haciendo lo que siempre quiso. No he visto sus programas lo suficiente para opinar, pero el Premio Nacional de Fomento de la Lectura son palabras mayores, un reconocimiento importante a una labor que sin duda lo merece. Que lo comparta con la titánica colección Austral de Espasa Calpe lo engrandece a mis ojos aún más si pudiera y aumenta el mérito, a la vez que descubre otro secreto bien guardado: de la colección Austral era aquella Ilíada de Segalá y Estalella, de portada gris y apretadísimo texto con sabor a hexámetro marinero, mi primer Homero, mi primer clásico, el primer libro que robé.

Y el segundo fue de Borges. El que reza:
Sólo una cosa no hay. Es el olvido.
Dios, que salva el metal, salva la escoria
y cifra en Su profética memoria
las lunas que serán y las que han sido.

3 comentarios :

Anónimo | viernes, noviembre 24, 2006 10:17:00 a. m.

Trabajar en la roñosa Canal Sur es como ponerte en la picota. Pero este señor Vigorra, se salva. Estoy convencido, con los años, que es un grandísimo profesional, casi que lo prometía cuando hacía aquellos programas en la hora del café en la emisora de Villanueva de Córdoba. Bien por él y por su programa El Público, de los pocos de esta cadena que no tiene ese sabor a cutrería que la caracteriza.

Anónimo | viernes, noviembre 24, 2006 3:58:00 p. m.

Bueno,Vigorra.Todavía me acuerdo caundo, haciendo autostop, fui una tarde con mis amiguetes de instituto Pedro -Pericles- y Rafa -De Torres- para que nos dejara hacer un programa de radio.Ya se sabe, cultural, transgresor y contrario al capitalismo cabrón y todas esas cosas de cuando uno tiene poco más de 16 años.

Nos recibió con cordialidad y nos dijo que le entregáramos un proyecto, que ya se estudiaría.

Sobra decir que el proyecto nunca llegó a su mesa de trabajo.

Creo que parte se perdió esa misma noche en una farra en un bar de un tipo que luego me dijeron llamaban "el nabo".La otra se perdió definitivamente cuando un municipal nos pidió el carnet por mear en la fachada del ayuntamiento.

¿La vuelta? Una llamadita a casa y papá que nos recogió con el Renault 6.

Jóvenes, éramos tan jovenes...

Anónimo | viernes, noviembre 24, 2006 6:31:00 p. m.

En primer lugar enhorabuena al amigo Jesús, y a su delicado programa de Canalsur tv y radio. Lejos quedan aquellas reuniones de cultura en la comarca -especialmente una en alcaracejos convocados por D. Manuel Moreno- para hablar de eso, cultura , asociacionismo y de una comarca llamada valle de los Pedroches.

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