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Lo más indignante de escritos como el de hoy de Tomás Aránguez en el diario Córdoba es su total desprecio por los sentimientos. Los que trabajamos con personas sabemos bien que de nada sirve una argumentación fundamentada si no es capaz luego de mover la conciencia íntima de aquellos sujetos a los que va dirigida. Entiendo que Covap venía funcionando en realidad durante los últimos años como una sociedad mercantil y que su consejo rector, imbuido de su propia mentira, había considerado necesario ya formalizar de derecho lo que creían que existía de hecho, y no vieron en ese paso una gran complicación estructural. El fallo estratégico ha sido el impúdico desprecio de los sentimientos del que se ha hecho gala, como consecuencia del absoluto desconocimiento de lo que la cooperativa ha significado y significa en la vida de los habitantes de Los Pedroches. Es lógico que así sea, que jóvenes tecnócratas lleguen cargados de ambiciones empresariales dispuestos a comerse el mundo arriesgando los activos ajenos, así funciona el capitalismo feroz, pero, al despreciar de ese modo tan palmario los sentimientos, han cometido un error definitivo del que puede depender el éxito y el fracaso.

En este escrito del consejo rector de Covap no se aporta ni una sola razón mínimamente argumentada para justificar la reconversión de Covap, más allá de una mera consideración aleatoria elevada a inmutable. En cambio, se percibe un esfuerzo por desacreditar a los que hemos apelado a los sentimientos como contraargumento fundamental de oposición: "Vivir de añoranzas, recuerdos y sentimentalismos y retrasar las decisiones que hay que tomar en un momento determinado solo conduce al fracaso de las empresas", dicen. Cuánto error hay en estas afirmaciones y qué poca confianza merecen las personas que las firman. Las añoranzas, los recuerdos y los sentimientos son los que otorgan humanidad a cualquier realización colectiva y los que proporcionan raíces al árbol de su ciencia. Mira con lo que viene éste ahora, dirán, se creerá que el mundo de la alta empresa funciona a base de sonetos. Bien sé que no, pero esa constatación no puede ser agente de su perpetuación. Precisamente el cooperativismo fue concebido como un modo alternativo a los modelos más deshumanizados de producción y comercialización y despojarlo de su componente sentimental constituye un modo grosero de deslegitimación del sistema. No niego (ni acepto sin más discusión) que una sociedad anónima podría alcanzar como empresa mayores niveles de desarrollo productivo y elevar los niveles de riqueza de sus accionistas futuros, pero quienes propongan esta vía deberían poder arriesgarse a esa incertidumbre con sus propios activos, exentos ellos de añoranzas y recuerdos, y no con los conseguidos a lo largo de medio siglo por hombres y mujeres que concedieron a los sentimientos un lugar preferente en su trabajo.



Hemeroteca: El debate sobre Covap.

2 comentarios :

Anónimo | domingo, noviembre 05, 2006 6:57:00 p. m.

Resulta que contratan los servicios de una prestigiosísima consultora para que dictamine qué le interesa más a la cooperativa, y fundamente las razones del cambio y luego resulta que las razones que dan las elabora el consejo rector. ¿Dónde están los fundamentos?

Anónimo | jueves, noviembre 09, 2006 7:24:00 p. m.

Desde luego hay que ver y leer la cantidad de descomedimientos que tiene uno que aguantar a medida que pasan los días en boca y pluma de algunos de los que nos representan en Covap y de algunos de nuestros representantes políticos e institucionales, cual si fueran gatos defendiéndose panza arriba.

Me parece que Antonio Merino pone el dedo en la llaga que se le ha abierto a Covap. Con los sentimientos no se come, pero predisponen el corazón y el alma de las personas para la lucha diaria. Tal desprecio sólo manifiesta la prepotencia y el miedo al valor de la democracia y del pueblo.

De alguna forma, todos los vecinos de este Valle contribuimos a su desarrollo económico, cultural y social y siempre nos hemos sentido orgullosos de nuestra Cooperativa. Tanto, que incluso compramos sus productos aún siendo notablemente más gravosos que otros de los existentes en el mercado. Y esto no sólo lo hacemos los que aquí habitamos, sino cientos de personas que viven en otras tierras y sienten lo mismo. Por lo tanto, todos hablamos de un sentimiento que merece un gran respeto por parte de quién se debiera sentir representante del mismo y no sólo de los intereses económicos de parte de ellos.

Los que somos neófitos en estas materias mercantiles nos hemos hecho gran cantidad de preguntas - entre ellas ¿Por qué COVAP no podría tener la mayoría del capital de la tan pretendida Corporación? -, otras han sido respondidas desde el Consejo Rector con mayor o menor éxito para su entendimiento y a veces con gran imprecisión. Más, ¿por qué nos da la sensación de que esto no se está haciendo bien?
Recuerdo que a mis 12 años (1973) ya le ayudaba a mi padre, aliviando su ingente quehacer, en la trascripción al libro de Actas de las reuniones de aquellos Consejos, aún sin entender muchas de las cosas que escribía; pero lo hacía con orgullo, como si fuera un privilegio. Y mi padre, que en aquellos años veíamos poco por sus continuas e interminables reuniones nocturnas del Consejo y sus viajes a Madrid, me hablaba de la Cooperativa como la empresa que haría grande a este Valle. Personas como él, socios ¿no productivos? que nunca percibieron beneficio alguno por sus sacrificios, que jamás les fueron reconocidos por nadie y personas como los “indoctos” productores, han hecho de nuestras vidas lo que ahora son: familias felices que hemos podido crecer en nuestra tierra de una forma digna y hemos aprendido a amar la herencia que nos legaron.
Y esta es nuestra obligación ahora, transmitir esa herencia y enseñar a nuestras hijas e hijos a amarla y procurar que también crezcan e integren sus familias en esta tierra. Porque a mí me enseñaron que la herencia no se vende, sino que se acrecienta y se lega a los nuestros para procurarles los mismos medios que a nosotros nos han hecho prosperar en todos los ámbitos.
Por ello me entristece leer y oír tanta descortesía.
El Consejo Rector ha tenido la confianza de todos o casi todos desde el principio, que no es parvo, pero no hay que sobrevalorarla, más al contrario hay que reconquistarla cada día. Para ello no hay mejor norma que la fidelidad para con los socios y la humildad en la disciplina de la gestión.
Y no me cabe la menor duda de que hay que avanzar, adaptarse a los nuevos tiempos, a las exigencias del mercado. Pues bien, ¡AVANZEMOS!, pero de momento, no me han convencido, más bien me han creado demasiadas incertidumbres. ¿Es que no podemos hablar, informar y debatir sobre otras alternativas?

José María Sánchez.-

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