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Un hotel rural



Lindando con el edificio del Ayuntamiento, en lo que era el Casino, acaba de abrir sus puertas en Dos Torres el hotel de tres estrellas Los Usías. El establecimiento responde a lo que se conoce en la actualidad como "hotel rural", ese concepto urbano que gusta de reproducir aspectos de postal idílica basados más o menos en la idea que los urbanitas tienen de lo que es el campo. Se trata siempre, obviamente, de una imagen sublimada de la auténtica ruralidad, que nunca conoció los ambientes de lujo y distinción que hoy se ofrecen bajo ese nombre.

No he visitado aún el interior, pero la opción que los arquitectos han elegido para el tratamiento de la fachada (y excepción hecha del exquisito mantenimiento de la magnífica rejería) no me parece la más acertada, puesto que, contrariamente a lo que pudiera parecer en un primer momento, no se muestra respetuosa con los usos tradicionales de la localidad. Es cierto que reproduce el modelo de algunos edificios nobles circundantes, como la propia iglesia de la Asunción o la antigua cárcel, e incluso alguna fachada lateral cercana, pero resulta que la apariencia actual de todas estas edificaciones es moderna, ya que hasta hace pocas décadas esas fachadas aparecían empañetadas y encaladas, como el resto de los edificios populares de la localidad. Esa nueva estética, que continúa el hotel, responde a los cánones artísticos impuestos por arquitectos foráneos que conciben lo rural como intrínsicamente ligado a la pobreza de materiales, en una plasmación ideológica que, además, como ejercicio de pedagogía alegórica, debe quedar claramente a la vista. Es, insisto, el modo en que se entiende la ruralidad desde el mundo urbano: la pobreza visible, considerada bella, es meramente simbólica, diríamos que exclusivamente estética, -al contrario que en la realidad-, y esa convención es aceptada por los posibles clientes, quienes, sin embargo, esperan encontrar en el interior todo tipo de lujos de última generación. Es el peligro subliminal del triunfo del turismo rural, que merecería en el futuro una mayor atención: la posibilidad de que las formas y los modos tradicionales acaben, inconscientemente, acomodándose a los gustos de los hipotéticos viajeros a los que van dirigidos, manifestándose así en toda su perversidad otro de los riesgos innecesarios de la globalizacón cultural.

3 comentarios :

Anónimo | viernes, marzo 30, 2007 8:48:00 a. m.

creo que lo del hotel y su fachada es mas similar a lo que usted le pasa que la fachada le da falsa apariencia.deja ya de criticar tanto.

Anónimo | viernes, marzo 30, 2007 10:32:00 a. m.

Me parece, amigo Merino, que después de tu artículo te vas a quedar con las ganas de que te inviten a ver el interior del edifcio....claro que siempre podrás entrar como cliente, pagando claro.
El caso es que, en este caso particular, estoy de acuerdo contigo y considero que el resultado final no se corresponde con nuestra arquitectura popular, a pesar de que, a quien nos visita desde fuera, pudiera parecerle lo contrario.

Anónimo | viernes, marzo 30, 2007 2:39:00 p. m.

Hemos caído en otro tópico del que se vale muy mucho la industria hostelera actual:
Tradicional igual a rural, rural igual a tosco, grosero.
Admire las incomodidades de antes disfrutando de las comodidades actuales, pero sobre todo que se vea que usaban piedras y no ladrillos.

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