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Pedroche, siempre


La Plaza de las Siete Villas de Pedroche, esta mañana.

Resulta difícil pasar cerca de Pedroche y no sucumbir a la incontenible tentación de detenerse y disfrutar de una nueva visita. Es como si desde el campanario de su torre renacentista se expandiera un seductor canto de sirenas que, si no aguantaron los héroes, los simples mortales estamos dispensados de resistir. Cada recorrido por sus calles es nuevo porque, habiéndolo efectuado tantas veces, cada ocasión depara nuevos rincones, nuevas sensaciones.


Una curiosa portada, con arrabá de ladrillo visto.

Esta misma mañana el ambiente local era sencillamente encantador: la displicencia jaranera de los que andaban trabajando, la pereza veraniega de los que vagaban en la plaza, el bullicio de los niños que van a la piscina, la falsa urgencia de las señoras que vienen de la compra... Descubrí con sorpresa y agrado que la iglesia del Salvador se hallaba abierta -un lunes a media mañana-, no sé si por ser costumbre habitual o por la proximidad de un funeral, según anunciaba doliente el doblar de las campanas. Entré, por supuesto, y la soledad del templo conmueve. A la salida me fijé en esa inoportuna placa que anuncia las obras de reparación del empedrado del entorno. Hombre, hombre, ya que no quitamos las antiguas, no adornemos la fachada con nuevas placas y búsquese, si es forzoso el anuncio, un sitio menos llamativo. Por cierto, que la leyenda contenida en el metacrilato del monolito de granito que ofrece información al viajero incluye una tremebunda falta de ortografía, pero yo propongo que no se corrija, sino que se convierta en atractivo turístico: dado el actual nivel general de conocimientos ortográficos, hallar el error de escritura puede convertirse en un reclamo aún más complejo que localizar la rana de Salamanca o la salamandra de Palma de Mallorca.


Portada de entrada a la Iglesia del Salvador, con exceso de placas.


Restauración del empedrado que rodea a la iglesia del Salvador.

Pero el interés principal que me guiaba en esta ocasión residía en echar un vistazo por las obras de restauración del Convento de la Concepción (de cuyas gestiones para su declaración como Bien de Interés Cultural dimos cuenta recientemente), que lleva a cabo en la actualidad una escuela taller promovida por el Ayuntamiento. Era la primera vez que -con gran emoción- entraba en este monumento comarcal y, aunque mi estúpida costumbre de no querer abusar de la amabilidad de los demás me frenó a perderme por los laberínticos y anárquicos pasillos del edificio, lo poco que he visto me ha parecido espectacular, lleno de riqueza artística y de posibilidades turísticas.

Desde la calle se accede, a través de esa peculiar puerta de tradición gótica con doble arco suspendido, a un patio en cuyo flanco izquierdo se abre una puerta de acceso a la iglesia (a la que también se puede entrar desde la calle). El templo, de principios del siglo XVI, es de una sola nave, imponente, con artesonado mudéjar de par y nudillo, rematada por una cabecera con cúpula y espadaña barrocas. Las paredes están ahora desnudas, mostrando impúdicas sus sillares de granito, sus ladrillos y sus cascotes de relleno, y, al moverse junto a ellas, aun entre sacos de cemento y hormigoneras, uno siente más fuerte el turbador desasosiego de la historia. Por el flanco derecho del patio discurre un pórtico con arcos de ladrillo de medio punto sobre columnas graníticas coronadas con capiteles trocopiramidales. Desde él se accede al laberinto de estancias y añadidos que a lo largo de los siglo han ido conformando un confuso edificio, mezcla de estilos y funcionalidades que tiene precisamente en el desorden uno de sus mayores encantos. Deseosos estamos de que se abra a las visitas libres del público para poder disfrutar de lo que sin duda será en el futuro uno de los mayores atractivos de Pedroche, que ya cuenta con tantos.


Vista de las obras de restauración del convento desde el exterior.


Pórtico del patio de entrada.


Celosía del coro de la clausura, en la iglesia del convento.


Interior de la iglesia del Convento de la Concepción.


Uno de los coquetos patios interiores.

1 comentarios :

Anónimo | martes, julio 03, 2007 9:35:00 a. m.

Enhorabuena Antonio por el artículo, la verdad no esperaba menos de ti, por transportarnos con tus palabras a este magnífico pueblo. Comparto tu opinión, es dificil no pasar por Pedroche y no pararse para deleitarse con su rica arquitectura y sus maravillosos paisajes. gracias.

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