Veredas y el porvenir

Veredas y el porvenir

Cientos de fieles asisten a la misa de campaña durante la romería de la Virgen de Veredas de Torrecampo y, al fondo, el paisaje infinito.

La romería de la Virgen de Veredas de Torrecampo es probablemente la más multitudinaria de la comarca, aquella donde los romeros ocupan mayor superficie. Ignoro realmente si tales evidencias son valores. Llega un momento en que el catálogo mariano se vuelve él todo uno y resulta complejo apreciar las singularidades. Sin duda las hay para los devotos de cada lugar, pero vistas desde el intrusismo se pierden muchos matices. La fe se tambalea cuando a escasos metros de la misa de campaña crepitan los chorizos sobre la plancha grasienta del chiringuito. La Virgen, con su disparo en la frente, observa la selva de castillos inflables y puestos de sombreros que amenzan con inundar la propia ermita. Habrá miles de personas, diseminadas por las suaves colinas que rodean el santuario. Al fondo pervive mayor espesor salvaje, el punto mismo de la aparición y, luego, tierra de bárbaros. Esta Virgen, que nació para marcar fronteras, escucha cantos romeros, predicaciones venidas allende los mares, los llantos de un bebé de rasgos asiáticos y la displicente conversación de una pareja de la Guardia Civil. El paraje se transforma en todo un mundo y mientras largas filas de coches se apuran todavía por encontrar un hueco y bajo las efímeras lonas familiares se repiten los roles hogareños, abajo alguien tal vez musita un canto y una oración, por los años que vendrán, por los que han de venir.


Al fondo, el santuario de Veredas durante la celebración de la misa.


La ermita de la Virgen de Veredas rodeada de romeros.


La Virgen de Veredas durante su celebración.


Vista del multitudinario acto religioso desde la ermita.