Demasiado insoportable
Ha resultado muy decepcionante leer las consideraciones de Piedra y Cal sobre la restauración de la ermita de San Antonio de Pozoblanco. De una asociación conservacionista se esperaría mayor espíritu combativo y menos conformismo, porque para amparar los desmanes contra el patrimonio ya se bastan las institucionas en sí mismas sin que requieran también el concurso de quienes estaban llamados a sacar los colores y no a cubrirlos. Una actitud tan tibia en asunto tan grave supone, por lo demás, una importante pérdida de credibilidad para cuando en el futuro sea necesario denunciar nuevas actuaciones.Desde luego, a la hora de valorar la restauración que se está llevando a cabo en la ermita, resulta absolutamente irrelevante tanto su propietario como el uso asignado al edificio y, desde un punto de vista conservacionista, la restauración nunca puede estar condicionada por "los legítimos intereses de la propiedad". En la rehabilitación de un edificio histórico-artístico, condición que yo le concedo sin matices a la ermita en cuestión, deben primar en todo momento precisamente los intereses históricos y artísticos, muy por encima de los meramente funcionales y técnicos, los cuales, al contrario, deben ponerse obligatoriamente al servicio de los primeros.
Resulta desolador que Piedra y Cal, descuidando su propio nombre, considere "compatibles y reversibles" los materiales que se están utilizando en la restauración, justificando un uso denunciado por la Carta de Restauro de 1972, tan oportunamente aludida, que, al exigir la diferenciación entre los elementos nuevos y los originales, recomienda sin embargo "la máxima sobriedad", que puede consistir a veces tan solo en una mera desigualdad en la colocación. Desde luego, no creo que al hablar de materiales diferenciados, el redactor estuviera pensando en colocar tacos industriales de termoarcilla al lado de ladrillos artesanos ni enlucidos de cemento sobre los tradicionales de tierra y cal.
También desalienta que, antes de comprobar el resultado, se bendigan actuaciones como el desmontado de la espadaña, que presuntamente se volverá a colocar con sus materiales originales (pero visto el proceder general de la obra, no parece haber buenas razones para confiar); o que se alabe la conservación de la cornisa que adorna algunos paramentos, como si hubiera sido tolerable otra cosa; o se destaque la "inspección realizada por un licenciado en arqueología", sin que haya in situ ninguna evidencia de intervención arqueológica en el lugar.
Precisamente donde Piedra y Cal quiere colocar el debate es donde, a mi parecer, más irrelevante resulta en este momento. Pues poco importa ahora que los dinteles de la puerta de poniente se cubran o no con cal, que la esquina construida con bloques de granito quede cubierta o velada, o que la recién descubierta puerta sur permanezca oculta o a la vista, al constituir todas ellas actuaciones perfectamente reversibles con una mínima intervención en cualquiera de las opciones elegidas. Lo que resulta ahora definitivo es determinar si la terminación de los arcos o de los contrafuertes o de los muros está suponiendo una alteración estructural del edificio imposible ya de corregir, o si los remates del pequeño pórtico de poniente (cuya demolición, desde luego, a ninguna mente sana se le puede siquiera haber ocurrido) supondrán una modificación estética sustancial del edificio.
Tan sólo el trato dispensado por los restauradores hacia los pequeños muros que señalan el ruedo de la ermita justificaría una acerba denuncia por parte de la asociación, en la convicción de que su deber está de parte de lo intervenido y no del ejecutor. Pienso que las denuncias públicas de organismos comprometidos resultan necesarias para la concienciación general que conduzca a un mayor respeto (un respeto extremo, diría) hacia la protección suprema, radical, del escaso patrimonio auténtico y sin adulteraciones que va quedando en nuestros pueblos. Una ermita como la de San Antonio de Pozoblanco era una joya anacrónica (o más diría: ucrónica) que debía haberse intervenido con pinzas y bisturí, con gasas de seda y algodón, para no herir siquiera uno solo de sus ladrillos. A muchas personas esto les resulta dificil de comprender, quizás porque no poseen la suficiente sensibilidad ante la belleza de lo esencial, ante el vértigo de la historia reflejado en una estampa que se desvanece, pero no son sus voces las que hay que escuchar en estos trances. Ni siquiera disculpa que otras veces se haya actuado de igual modo. Ocurre que cada vez van quedando menos oportunidades para corregir y algún día el remordimiento llegará a resultarnos demasiado insoportable.
9 comentarios :
Estoy completamente de acuerdo con las consideraciones de solienses. La gravedad de la ineptitud en la restauración es manifiesta, y los argumentos de Piedra y Cal son peregrinos. Claro que a nadie le pasa inadvertido el hecho de que esta Asociación es completamente afín al Ayuntamiento, que son los que le subvencionan, etc. Ya vemos donde llegaban sus proclamas de la restauración. Creo, sin embargo, que más que nada es fruto de un desconocimiento de la materia; no son realmente entendidos en el tema; simples aficionados con prurito de defensores del patrimonio. Con amigos como estos...no necesitamos enemigos. Quedan conocidos ya para siempre.
Perdona, informate tú antes, el ayuntamiento aquí no tiene nada que ver. Averigua quuien es la propiedad y quien es quien pone el dinero....... y copio lo dicho con anterioridad"Creo, sin embargo, que más que nada es fruto de un desconocimiento de la materia;
Al Merino ahora le ha dado por atacar a los de Piedra y Cal, lo mismo piensa que han tenido que ver con que Baldomero llegue a la alcaldía ¡¡ MERINO, TRANKIMAZIN EN VENA ES LO QUE NECESITA !!
Cada vez pierde usted más los papeles, señor responsable de este blog. Desde que le dan de su propia medicina en su propia casa, lo que dice no tiene ni pies ni cabeza. Ya ni los borreguitos que deslumbrados por sus cruzadas que solo existen en la mente de un don quijote trasnochado y sin conocimientos suficientes que apoyen sus argumentos, logran salvarlo del desahucio intelectual que su "personaje" está sufriendo en la comarca de Los Pedroches. Eso le pasa por despotricar contra todo y todos sin tener capacidad para hacerlo, buscando sólo la notoriedad.
Al final, los que le hacemos un favor, somos aquellos que seguimos opinando en su blog.
Ay, los críticos como este ultimo anonimo resultan muy pateticos, los pobres. Pues señor, no le haga usted mas favores a Antonio y deje de "opinar" aqui, que seguro que se lo agradece
Lo mejor es cuando el Merino se defiende a sí mismo con comentarios anónimos, cuando llueve palos, nada mejor que autoelogiarse
¡Olé!, ¡hacen falta muchos "Antonios Merinos" en esta comarca!
Antonios Merinos, Diarios Córdobas, etc... le hacen mucha falta al PSOE
Insistimos:
La conservación conlleva que el edificio rehabilitado pueda perdurar en el tiempo, y esto no significa precisamente que deban prevalecer los intereses de la propiedad sobre otros de índole histórica artística, máxime cuando estamos hablando de un inmueble que precisamente por su carga histórica nos pertenece en cierta manera a todos.
En las obras de rehabilitación de la ermita desde el primer momento se ha considerado necesario retirar algunos materiales que por su escasa calidad, desgaste o deterioro no eran susceptibles de ser reutilizados, y en eso coinciden muchas opiniones autorizadas
Sí que es muy cierto que estas opiniones resultan divergentes en cuanto a la naturaleza de los elementos a utilizar en la reposición de los sustituidos. Y la mayoría de estas opiniones, conforme hemos podido conocer, se decanta por utilizar materiales que se asemejen o igualen a otros que ya forman parte de la estructura, como ladrillos toscos, piedras de la zona, e incluso reproducir formas de trabajo como seria enlucir “echando tiraillos”.
Por tanto si convenimos en la necesidad de sustituir ciertos materiales irrecuperables, el debate se produce en la calidad y origen de aquellos que vendrán a sustituirles.
Ahora bien, por muy bien que imiten a los antiguos, estos materiales serán de factura moderna y en las obras de rehabilitación actuales la tendencia es evitar el fraude que pueda suponer la imitación, en algunos casos fraudulenta, de los materiales originales.
Hasta ahora y pese a los fantasmas que no dejan de rondarle, la estructura del edificio no se ha alterado, excepto el insidioso aumento de pendiente de la vertiente de la cubierta del pórtico del que esperamos una explicación. Ni tampoco hasta ahora a sufrido modificaciones estéticas que no sean recuperables.
La historia de la ermita , a la que Vd. tanto se alude, se ha conformado a base de muchas actuaciones sobre ella a lo largo del curso del tiempo, y cada una de ellas a contribuido a dejarnos la ermita tal y como la conocemos. Esta actuación, necesaria, debe de incorporarse, perfectamente documentada, a aquellas que ha sufrido o sufrirá (optimista señal de que al final a conseguido perdurar) en tiempos venideros.
No creo que el debate de la conservación a la vista de los pórticos sea irrelevante, pues si insiste en catalogar al edificio de artístico, no me negara, que precisamente los elementos más significativamente artísticos sean precisamente estos dos dinteles y sus correspondientes jambas.
Es ardid simple y sencillo apelar a la sensibilidad de las personas amantes de la historia y su patrimonio y convocarlas a la defensa a ultranza de la que como Vd. muy bien califica joya y que sin embargo no se puede adjetivar tan alegremente de ucrónica, puesto que ha últimamente ha sufrido varios retoques, y no precisamente insignificantes . Y con ello me estoy refiriendo a las casi recientes -si tenemos en cuenta los años que lleva construida la ermita- intervenciones que se realizaron en los años sesenta y a la ultima del año dos mil.
Por cierto, y haciendo un aparte, sensibilidad es la que no han mostrado los responsables de la rehabilitación al no hacer publico el proyecto de obras, a pesar de ser numerosísimas las personas interesadas en el tema.
De todas formas y por último, no se inquiete, pues a pesar de sus consideraciones iníciales, ni tan siquiera está en nuestro animo proponer el proyecto de rehabilitación de la ermita de san Antonio para el Premio Nacional de Rehabilitación y Conservación de Bienes Culturales.
Un saludo.
Jesús Redondo
Secretario de Piedra y Cal.
Publicar un comentario