Francisco Onieva,
candidato al Premio Solienses 2014 por su poemario
Las ventanas de invierno, escribe hoy en
Cuadernos del Sur una reseña sobre
Pañuelos bajo la lluvia, de
Félix Ángel Moreno Ruiz, obra que también es candidata al galardón de este año.
Drama comprometido
Después de su primera novela, Un revólver en la maleta (Editorial Cuadernos del Laberinto, 2012; Premio Solienses 2013), y cuando el lector espera la continuación prometida de las aventuras del inspector Homero por las calles de la Córdoba de principios del siglo pasado, el pozoalbense Félix A. Moreno Ruiz (1969) sorprende con una obra teatral, Pañuelos bajo la lluvia, merecedora del accésit del VIII Premio el Espectáculo Teatral y recientemente editada por Ediciones Irreverentes. La obra, un drama a la manera de Buero Vallejo, trata sobre la desaparición, tortura y asesinato de Carlos, profesor universitario sospechoso de pensar de manera distinta al régimen, y de su mujer, Lucía, que está a punto de dar a luz a la hija de ambos. Veinte años después, Inés, hermana de Lucía, consigue encontrar a Julia, su sobrina, entregada a una familia afín a la dictadura, y decide actuar para que la joven conozca tanto su auténtica identidad como lo sucedido a sus verdaderos padres.
Se trata, pues, de "una historia de niños robados" que, aunque en la contraportada se nos sitúe "en una dictadura hispana cualquiera" y aunque la simbología del pañuelo que Inés y Lucía llevan para resguardarse de la lluvia sea un homenaje a las madres de mayo, suena muy española, además de por los antropónimos elegidos para los personajes, por el modo de comportarse de los mismos y por el aire de los diálogos y situaciones. Formalmente, la pieza se divide en dos actos asimétricos en cuanto al número de cuadros --que no en cuanto a la extensión de los mismos--, por lo que en el acto primero los diálogos son más breves y la acción sucede con mayor rapidez, mientras que en el segundo las intervenciones de los personajes se vuelven más extensas, lo que da pie a una mayor profundización en los mismos. Junto a esto debemos destacar que el primero es más innovador, en la medida en que el autor acude a técnicas de inmersión y hay una mayor funcionalidad de los juegos de luces que, además, dividen el escenario en dos espacios --a la izquierda del espectador, en penumbra, la desaparición, tortura y asesinato de Carlos; a la derecha, la vida a punto de nacer y la desesperación de Lucía e Inés ante la incertidumbre-- que se alternan a la par que los cuadros hasta que en el Cuadro IX los personajes del plano iluminado invaden, como siluetas, el ámbito izquierdo, donde actúa la ignominiosa represión. Por el contrario, el acto segundo es más convencional y transcurre todo en el salón de una vivienda de clase acomodada.
El resultado es una obra ágil, planteada con inteligencia, en la que los personajes están bien caracterizados, los diálogos suenan espontáneos y la acción se sucede de modo natural, consiguiendo que la intensidad vaya en aumento e implicando, en todo momento, al lector, que, al final, se reconcilia consigo mismo, a través de una catarsis sustentada en la contemplación y en la condena de la injusticia y de una de las atrocidades cometidas durante la dictadura y en el enaltecimiento de la dignidad de los perdedores, de los que sufren, de aquellos que se mojan bajo la lluvia.
Francisco Onieva
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