Pianos en la calle y su derrota
Un piano en la calle Mayor de Pozoblanco. [Fotos: Fundación Ricardo Delgado Vizcaíno].
La Fundación Ricardo Delgado Vizcaíno desarrolló ayer, en colaboración con el Conservatorio Internacional de Música María Canals, la actividad denominada ‘Pianos en la calle’, con la que se pretende acercar la música a la ciudadanía mediante la ubicación de dos pianos en la calle Mayor de Pozoblanco para disfrute de los aficionados a este instrumento y del público en general. Quien quiso pudo tocar el instrumento a la vista de los transeuntes que casualmente pasaban por allí o de colegiales que acudieron expresamente a disfrutar de esta singular cita. Se trata de una hermosa iniciativa, de gran valor artístico y alegórico, pues resulta realmente admirable encontrarse de pronto un majestuoso piano de cola en mitad de la principal calle comercial de Los Pedroches.
He visto varios vídeos del desarrollo de la jornada (como este o este, pero también otros) y, lamentablemente, no he podido sentir sino decepción. Es cierto que un piano en mitad de la calle supone una descontextualización absoluta del instrumento, concebido para otros ámbitos menos expuestos al ruido ambiental de la cotidianeidad. Sin embargo, lo que me ha llamado la atención es la gran falta de respeto hacia la música que manifiestan muchas de las personas que se acercan a contemplar tan novedosa propuesta cultural. Se observa una ausencia total de atención y de interés, de curiosidad por el sonido. La gente habla, a voces incluso, para destacar sobre la música que impide su conversación. Los niños juegan y gritan, ajenos al milagro que allí sucede. Algunos se hacen fotos simulando tocar, como quien se hace un selfie ante los búhos de una feria de cetrería. Los expertos siempre nos dicen que España tiene un gran déficit en cultura músical y, por desgracia, esta iniciativa tan encantadora, tan seductora, no hace sino demostrarlo una vez más.
La iniciativa incluía un concierto en el Teatro El Silo.
1 comentarios :
Para conseguir esa atención, ese respeto casi sagrado ante un instrumento y su música tiene que haber antes un largo proceso de educación. Aparecer de pronto un piano en mitad de la calle no llega ni a la altura del chiflo del afilador. Y qué decir del organillo que alegraba antiguamente las Tendillas. La música es algo serio. No vale con decir "Vamos a sacar los pianos a la calle". Ni aunque sea la Calle Mayor. Ese "Toro" hay que saber torearlo. En vez de a la calle llevar el piano a los colegios. Mucho concierto de piano en las aulas. ¡Leche!, por lo menos haber preparado a algún niño genio o mozalbete aventajado para dar un concierto en hora punta en alguna callejuela interior, recogida y silenciosa.
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