La historia de Antonio Antón aún no ha terminado
Antonio Antón Garrido, en Melilla el 28 de septiembre de 1921, un día antes de su muerte [Fotos por cortesía de David Hidalgo Paniagua].El día que lo iban a matar Antonio Antón Garrido pensó en su paseo en motocicleta de la tarde anterior. Mientras se preparaba para llevar víveres a una remota aldea africana pérdida entre montañas, de la que nunca había escuchado hablar, recordó su viaje en barco desde la península apenas dos días antes, revivió las charlas a bordo con sus compañeros, unos chiquillos veinteañeros como él, y le vino a la mente Hinojosa del Duque, los paseos con su amigo Manuel hasta la ermita del Cristo, el olor a membrillo de aquel septiembre. El día que lo iban a matar Antonio madrugó y pensó en sus padres, en sus hermanos Manuel, Ramón y Ángela, en lo confortable de la vida familiar y quizás no pudo comprender del todo qué hacía él allí, por qué, para qué. Todos sus pensamientos de aquel día se encierran ya para siempre en una tumba del cementerio de la Purísima Concepción de Melilla.
Hay historias que no terminan con el punto final, sino que precisamente comienzan en ese momento. Hace algunas semanas, tras nuestra visita a Hinojosa del Duque invitados por su Ayuntamiento, escribí un artículo sobre el mosaico que sobrevive en la calle Corredera dedicado a la memoria de Antonio Antón Garrido, que murió en 1921 (hace cien años) durante el asalto de Tizza en la guerra de África con apenas 22 años. La existencia de ese mosaico individual, frente a otro colectivo que se hizo con el nombre de todos los demás hinojoseños caídos en aquella contienda, nos señalaba que Antonio debía pertenecer a una familia pudiente de la localidad, lo que quedó certificado cuando supimos que tenía tumba propia en el cementerio de Melilla y, sobre todo, que sus padres, Manuel Antón Blasco y Elena Garrido Loustalet, fueron reputados banqueros en la Hinojosa de la época, y lo de reputados es pleonasmo. Todo ello nos hizo llegar a la conclusión de que eso del poder igualatorio de la muerte debe referirse solo al otro mundo, pero no a este.
Pronto Satur me hizo caer en la cuenta de que algunos de los nombres que aparecían en aquel relato fueron personajes más o menos relevantes de la historia local. Por ejemplo, José Barbero Carrasco, que escribió la noticia de la muerte del joven soldado en El día de Córdoba, fue el fundador de la agrupación local del PSOE en Hinojosa y alcalde en más de una ocasión durante la II República. También me informó Satur de que Cándido López Castillejos, el capitán de infantería que desde Melilla y a través de telegramas se adhería al acto de inauguración de las dos placas conmemorativas, era igualmente natural de Hinojosa (donde nació en 1892) y terminó siendo presidente de la Izquierda Republicana de aquella ciudad africana. En su ficha consta que ejerció como abogado y profesor de árabe y del idioma rifeño chelja. Luego, fue fusilado en agosto de 1936 por los sublevados en el Fuerte de Rostrogordo de Melilla, sin el consuelo de ningún telegrama de adhesión ni placa memorial. Otro hijo ilustre de la localidad que yace en el olvido.
Precisamente en la crónica de aquel acto de inauguración de las placas conmemorativas a los hinojoseños caídos en África se cita al también abogado Manuel Antón Garrido, hermano de Antonio, quien "en nombre de su familia, agradeció el homenaje con palabras llenas de patriotismo". Manuel Antón sería luego el fundador del periódico "Hinojosa", que se publicó en los primeros años 30 del siglo pasado. Poco más sabemos de él, salvo que en el Centro Documental de la Memoria Histórica en Salamanca se conserva un expediente de correspondencia con Luis Ramírez González, vicesecretario de la agrupación socialista de Hinojosa del Duque en 1936, informando sobre las ideas contra la república de Manuel Antón, y otros deberán seguir el hilo de esa historia de delaciones tan tremenda como tantas.
Todo hubiera terminado aquí si no fuera porque hace unos días me escribió David Hidalgo Paniagua, que se presentaba como periodista de Canal Sur (luego he sabido que también es autor de varios libros y coleccionista de fotografía antigua). Por uno de esos caprichosos designios del azar, paseando quizás sin ningún interés concreto entre los puestos de anticuario del Rastro madrileño, David tuvo la fortuna de encontrar por casualidad "una caja de fotos que pertenecían en su totalidad a Manuel Antón Garrido". Fue el 5 de diciembre, apenas cuatro días antes de mi artículo sobre la placa de Antonio. David desconocía inicialmente quienes eran los que aparecían en las fotos, pero un rastreo en internet le trajo hasta mí, aunque fuera persiguiendo a otra persona. El afortunado buscador de antigüedades me informó de la existencia de algunas fotografías de Antonio Antón tomadas los días anteriores a su muerte y quién podría resistirse a este reclamo. Con una generosidad poco habitual en estos casos, David me ha enviado esas imágenes junto con otras de las muchas que componen el lote de Manuel. Son fotos entrañablemente familiares que, sin embargo, documentan una época y sacan a la luz la historia de varios personajes significativos de la Hinojosa de comienzos del siglo XX: el propio Antonio, sus hermanos Manuel y Ramón, sus padres Manuel y Elena y otros pendientes de identificar. Ahí hay una historia que contar y será más fácil entenderla con estas fotografías. Le sugerí a David que el sitio adecuado para conservar esa colección que él tuvo la fortuna de encontrar sería el Museo Etnológico de Hinojosa, que precisamente tiene una sección dedicada a la fotografía, o el archivo municipal, y él estuvo de acuerdo y se mostró dispuesto a negociar sin especial interés económico.
Esta anécdota no cierra la historia, sino que abre un nuevo capítulo, el del respeto a la memoria de los paisanos muertos en tantas guerras. Antonio Antón, como todos los caídos en África, no es un héroe, sino una víctima, como lo son todos los jóvenes veinteañeros que mueren en conflictos tan lejanos. Recuperar su memoria (sí, la suya, porque es de la que han quedado rastros) es un homenaje a todos los demás que murieron en el anonimato de aquellas tierras yermas en las laderas del monte Gurugú. Antonio Antón perteneció a una familia pudiente que le permitió hacerse fotografías antes de su muerte y costear una tumba particular después. Su vida no fue como la de los demás que le acompañaron y corrieron el mismo destino. Pero su muerte sí. Observando estas fotografías, que algún destino caprichoso ha tenido a bien conservar, vemos ahora parte de nuestra historia, de la historia de España, pero también de Los Pedroches, que debieron sufrir una gran sangría entre su juventud en aquella época, como testifican las placas de homenaje en algunos pueblos, los monolitos de otros y las referencias documentales en tantas actas municipales. La mañana que lo iban a matar Antonio Antón pensó que comenzaba una etapa fascinante y aventurera de su vida, porque había llegado a África hacía tan solo dos días. Tenía 22 años. No podemos consentir que allí acabara todo.
5 comentarios :
Su hermano, Manuel Antonio Garrido, fue fundador con Domingo Rex, del periódico “Hinojosa” 1931-1933 y su último propietario. Ambos, aparecen la la famosa fotografía de la II República tomada en Hinojosa.
El “Hinojosa”, fundado por un grupo de amigos, del que Manuel Antón acabó siendo su propietario y su director durante más tiempo. Formaron un tándem imbatible, hasta que Rex se marchó como profesor a Argel. El periódico “Hinojosa” que publicó recordatorios de las misas dadas por el alma de Antonio, no sobrevivió a la marcha de su verdadero director: Rex.
Ambos, entusiastas de la II Republica, aunque de convicciones hondamente católicas, entraron en claro conflicto desde las páginas del “Hinojosa” con muchas de las decisiones tomadas por el ayuntamiento. Otra historia que no se debe olvidar.
María Dolores Rubio de Medina.
Muchas gracias María Dolores,y muchas gracias "Solienses".
Con permiso y sin intento de "comparación de tipo alguno",he recordado a lo sucedido por otro cordobés,Niceto Alcalá Zamora.
Saludos y Feliz año.
Mi felicitación más sincera a María Dolores. Hay que decir a favor de ella que conoce muy bien la historia de Hinojosa, años 20 del pasado siglo y Segunda República. Saludos y feliz años a Solienses y a sus lectores. Luis Romero Fernández, Cronista de Hinojosa del Duque.
Es raro que siendo de familia pudiente acabase su vida como soldado en África, cuando por el sistema de reclutamiento de España en esas fechas, pagando cierta cantidad monetaria, podría haber eludido el destino en la guerra de África.
Muy interesante y cierto éste "apunte".
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