La memoria que resiste y la que no
Tampoco en la muerte todos somos iguales.
Al final de la calle Corredera de Hinojosa del Duque, ya casi llegando a la plaza de la Catedral, hay un muro que recorta el solar de una casa recientemente derribada. Es la parte baja de la fachada de una vivienda que debió ser lujosa en su tiempo. Allí se ha conservado milagrosamente un mosaico de azulejos trianeros que honra la memoria de un joven soldado abatido hace justamente cien años en la guerra de África. Es curioso cómo la búsqueda de información sobre algo tan circunstancial acaba enredándose en marañas filosóficas.
Antonio Antón Garrido tenía veintidós años cuando encontró su destino en el combate de Tizza el 29 de septiembre de 1921. Era oficial de correos y soldado del regimiento de Wad-Ras. Dejó su vida en el asalto a un pequeño poblado a doce kilómetros de Melilla para llevar provisiones a los sitiados, en una arriesgada operación militar al mando del general Cavalcanti que pudo convertirse en otro desastre del Annual. En medio de una lluvia de balas y cañonazos cruzados, el convoy logró su objetivo, pero muchos soldados cayeron a la sombra del Gurugú. Antonio Antón entre ellos.
El periódico El día de Córdoba se hizo eco de su muerte el 5 de octubre. Sus padres eran el reputado banquero Manuel Antón Blasco y Elena Garrido Loustalet, que ocupó el puesto de su marido cuando enviudó. Su hermano era un ilustre abogado, corresponsal del diario. Mereció tal vez por ello los honores de una reseña elogiosa: "cayó como caen los buenos, con el bravo gesto del luchador henchido de ilusiones al derramar su generosa sangre por la Patria, como en vida derramaba por doquier la semilla del bien y la honradez...". El Cuerpo de Correos de Melilla adoptó también las medidas para honrar su memoria. Ya el 18 de enero de 1922 el semanario liberal demócrata La Defensa, editado en Pozoblanco, publica una crónica de Félix Aranda Arias enviada desde Canarias, en la que, entre los panegíricos de rigor, sugiere que el Ayuntamiento ponga su nombre a una plaza de la localidad y que "haga ampliaciones de una de sus fotografías y obligue a que en sitio de honor y visible se coloquen en las escuelas de niños, iniciándose una suscripción popular (...) para erigir un busto que será colocado en la misma plaza que lleve su nombre". Todavía hay en Hinojosa una placita que lleva su nombre.
Años después, dicen que por iniciativa del farmacéutico Ernesto Aparicio Vigara, se inició una suscripción popular para costear una lápida conmemorativa que se pondría en la fachada de su casa natal. Según el diario La Voz, habiendo sobrepasado la colecta el coste de dicha placa, la familia sugirió que se destinara el sobrante a otra placa "que perpetuara el nombre de todos los hijos de este pueblo que murieron en la campaña de África".
Así, pues, el domingo 3 de octubre de 1926 en Hinojosa del Duque se colocaron dos placas conmemorativas para honrar la memoria de los héroes caídos en África. Una en exclusiva para Antonio Antón Garrido, colocada en la fachada de su casa, y otra para todos -incluido él mismo-, que se instaló en la fachada del Ayuntamiento de la localidad. En esta última figuraban los nombres de Pedro Ureña López, Marcelino Herruzo Aranda, Antonio Antón Garrido, José Pérez Pimentel, Justo Sanz Perea, Ángel Luna Murillo y Cayetano Márquez Murillo. Todas las autoridades locales (encabezadas por el alcalde, Manuel Blasco Perea), junto con la banda de música y numeroso público, participaron en el acto de descubrimiento de las lápidas ("una fiesta patriótica", titula el diario), con discursos llenos de hermosas palabras. El capitán de infantería Cándido Lopeza Castillejos se adhería al acto desde Melilla mediante telegramas.
Antón fue enterrado en una tumba individual en el cementerio de la Purísima Concepción de Melilla, quizás porque sus padres pudieron ocuparse de ello, pudieron permitírselo, qué padres no lo harían, pudiendo. Un caminante que buscaba ha encontrado ahora esta tumba, porque el azulejo de la calle Corredera le impulsó a ello. La de los demás, si es que existe, no. Su memoria, mezclada entre los más de doce mil muertos españoles en África, ha resistido menos.
2 comentarios :
Me ha encantado echar un rato leyendo/documentándome en Hinojosa del Duque.
No lo puedo evitar, siempre que me acerco a Hinojosa del Duque se me actualizan los recuerdos, gratos, casi siempre. Por ejemplo, recuerdo cómo tuvimos un médico que escribía que su dirección era Calle Isabel (no quería que apareciera lo de "Católica) en Hinojosa, simplemente, pues decía que ya no era del Duque, que era nuestra.
Otro recuerdo me lo ha sugerido ver la foto del reloj de sol. Un día no reunimos con un grupo de chiquillos en la plaza y Salvador de la Cámara, que nos acompañaba, se subió en una escalera y le puso una barra de hierro para señalara la hora con su sombra. Luego, creo, que la sustituyeron por otra mejor colocada.
Por último, en la fachada de Santiago Jareño los chiquillos de la escuela pintaron un mural con la leyenda: "Hinojosa eres tú". En efecto, también soy yo.
Desde pequeño siempre me impresionaba observar la plaça de un hombre que murió en una guerra de la que nadie se acuerda. Ahora veo la placa de un joven, muy joven, que murió en una guerra que nadie se acuerda.
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