Una tarde en Santa Clara
El intenso frío contribuía al equívoco. Siempre que uno visita el convento de Santa Clara de Belalcázar parece encontrarse en otro lugar. No en Los Pedroches, quiero decir, sino en algún páramo de la Castilla más profunda. Cuando se cruza la puerta del huerto de las monjas o la del compás uno cree haber viajado en el tiempo y el espacio y que tan excepcional monumento no se halla aquí entre nosotros, en nuestra propia comarca. Pero sí. Y por eso celebraciones como la del Día del Dulce Conventual, que organizan las hermanas clarisas, resultan oportunas para divulgar el conocimiento sobre nuestro patrimonio no solo entre los que vienen de fuera, que son muchos, sino también entre nosotros mismos, quizás sus principales desconocedores.
Habrá que ir puliendo con el tiempo las aristas que mostró el pasado domingo una organización quizás desbordada por una asistencia de público no esperada. Aún así, las maravillas artísticas del convento compensan cualquier incomodidad. Hubo durante el día varias visitas guiadas que recorrieron estancias habitualmente vedadas al público y ahí reside gran parte del encanto de estas convocatorias, poder acceder a lo oculto. La jornada contaba con el aliciente de una exposición de fotografía del siempre impecable Moisés Vargas, que ofrecía un recorrido por algunos de los lugares más bellos de la comarca, y de un concierto de villancicos de Aliara, que ellos convirtieron en una reivindicación de la tradición oral de Los Pedroches como patrimonio cultural irrenunciable.
Mientras la vida bullía en el convento, el pueblo languidecía ajeno a todo. Vendrá algún día en que estas convocatorias se contemplen en su globalidad como un bien que afecta a toda la localidad, pero parece que aún no ha llegado ese momento.
4 comentarios :
Poco quieren saber del pueblo, el negocio es el negocio, aunque sean dulces conventuales. Está claro que ésto es como el guiso de Juan Palomo...
Las monjas están en peligro de extinción, la mayoría son ancianas. Las que trabajan son emigrantes(sudamericanas) estas si pueden que se planteen la clausura como un negocio, pero aguantan poco.
En mi familia había monjas de clausura, monjas de vida apostólica, sacerdotes, por lo que conozco bien el "negocio".
Tengo una tía enterrada en un carísimo panteón de la congregación, no heredé nada de ella, pero sé que me tenía presente en sus oraciones.
Seguro que estas monjas, además de hacer dulces para subsistir, rezan todos los días por el pueblo y por el ayuntamiento (para que no las echen).
Mi padre decía que es la única forma de comunismo que ha resistido 2.000 años, pero yo estoy seguro que no aguantará otros dos mil.
Que ricos los dulces de las monjas, siempre que puedo me acerco a comprar alguna caja, aunque ya no son como los que recuerdo de mi infancia, claro que ya nada es lo mismo, también aquellas monjas se las veía detrás de una reja y llevaban un velo negro delante de la cara, la verdad es que me daban un poco de miedo cuando me acercaba con algún familiar a hacer una visita. Ahora ni los dulces ni las monjas son lo mismo, son otros tiempos y la clausura pasa por instagram, fuera rejas y velos. Al final quien sabe si dan el paso definitivo al mundo de la hostelería, que son muchos metros de convento vacío, y ahora sin convenio con el ayuntamiento es de pleno uso para ellas, que claro son pobres y necesitan sacarse las castañas del fuego, que no reciben ayuda de nadie. Y lo de Belalcázar, pues de pena. Tanto que tiene y nada que gestiona, vaya na de na, ni convento, ni castillo, ni San Francisco... Pero bueno, siempre nos quedará el paseo para darnos una vuelta y la casa grande, pero ya sin arcangel que nos guarde.
Desgraciadamente, parece que el desencuentro (o los desencuentros) se han instalado en Belalcázar cuando atesora el patrimonio más importante de la comarca. Los tiempos han cambiado afortunadamente pero las monjas se tienen que buscar el sustento de la única forma que tienen y debemos agradecerles que todavía le den vida al convento. Ya sabemos lo que pasa cuando una casa, un monumento, se quedan vacíos.
Lo que hay que hacer, en mi opinión, es ayudar a que Ayuntamiento, Congregación y Junta se sienten a negociar y acordar cómo y de qué manera, se mantengan esos monumentos tan importantes y que los ciudadanos de Los Pedroches (y los negocios de Belalcázar) gocen de ellos y conozcamos algo más de nuestra historia. Esperemos...
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