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Gloria Cambrón: "Me gusta ser de pueblo, son mis raíces y quiero mantenerlas"

Entrevista a los candidatos al Premio Solienses 2022


Gloria Cambrón, el pasado domingo en Córdoba [Fotos: Solienses].

Es domingo de Carnaval en Córdoba y el centro de la ciudad presenta un puro caos de aglomeración turística. Por eso resulta reconfortante haber quedado con Gloria Cambrón Pimentel en el tranquilo barrio de la Arruzafilla, ajeno en parte a aquellos bullicios. Vamos a hablar de su novela 3197 pasos, candidata al Premio Solienses 2022. Gloria ya optó al premio en 2018 con su anterior obra (La mula roja), que sale a relucir en varias ocasiones durante la charla. Aunque nacida en Hinojosa del Duque, Gloria se trasladó con sus padres a Córdoba cuando tenía nueve años y allí reside desde entonces.

Gloria Cambrón Pimentel es Doctora en Ciencias Químicas por la Universidad de Córdoba, donde trabaja actualmente como personal de administración y servicios. Ha publicado otras tres novelas: La inteligencia de las palabras (2013) y La Ciudad de Dios (2014) y La mula roja (2017). También ha realizado exposiciones de su obra poética y fotográfica.

Mientras tomamos café en un bar de la zona, fluye una conversación en la que se mezclan y se confunden los hechos que cuenta y la propia novela y terminamos hablando más de la historia real que de la obra literaria. Gloria reincide en un relato de historia local vinculado a su propia familia, a través del cual se refleja la realidad y el estado de ánimo de una época. La narración se sitúa en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado en Hinojosa del Duque, con una guerra todavía omnipresente en la memoria colectiva y con unos modos de vida rural aún encorsetados por una tradición de siglos. Los personajes se mueven entre la rutina impuesta por el orden social y el deseo imperioso de encontrar un futuro con mayor esperanza.

Pregunta. En esta novela vuelves al universo narrativo de La mula roja, tu anterior novela. ¿Te has propuesto realizar un ciclo sobre la memoria histórica hinojoseña?


Respuesta. (Ríe) Tanto como un ciclo no, pero las historias que tengo ahora en la cabeza son así, a medida que voy saliendo de una parece como que otra me va viniendo. Puede que escriba alguna más, de hecho tengo otra idea, quizás ya no tanto basada en la guerra y posguerra sino avanzando en el tiempo. Lo que tengo en mente pega un salto en el tiempo hacia la actualidad, aunque continúa desarrollándose en Hinojosa. Pero, vamos, que no es mi propósito escribir solo historias de mi pueblo. Ahora, por ejemplo, estoy trabajando en otro proyecto que no tiene que ver con Hinojosa, quiero novelar una leyenda, que ya está escrita, pero quiero ponerle un complemento, una explicación de por qué pasó aquello en aquella leyenda.


P. He sabido que el eje narrativo de 3197 pasos se basa en hechos reales. ¿Cómo has tenido conocimiento de estos hechos?


R. A través de mi familia. Es la historia de un familiar lejano, de una prima hermana de mi madre, y la había escuchado numerosas veces en el ámbito familiar. También conocía yo misma a la protagonista, desde pequeña la he visto en Hinojosa cuando coincidía que ambas íbamos de vacaciones o a pasar unos días en el pueblo y también conocí al resto de protagonistas de la historia. Luego, como en toda novela, hay una recreación literaria alrededor y he añadido episodios para comprender mejor la historia, pero el 90% es verdad. Ten en cuenta que mi propia madre aparece en la novela: es Paula la joven que se casa y a la que le hace el ajuar de boda la protagonista, Isabel.


P. En la novela has conservado los nombres auténticos de los personajes.


R. He conservado todos los que tenía claros, porque a veces una persona te cuenta la historia de una manera y otras de otra. Para facilitar el desarrollo de la novela también he eliminado personajes que existían en la historia real, el número de hermanos, por ejemplo, que de mantenerlos la hubieran complicado excesivamente.  


"No era infrecuente repartir los hijos entre la familia que se encontraba en mejor posición económica para que los criaran".


P. ¿Qué viste especialmente en esta historia que te llevó a convertirla en argumento de tu novela?


R. Creo que se trata de una historia lo suficientemente interesante, intensa, íntima, que me llegó más que otras. Influyó el hecho de conocer a la protagonista, en numerosas ocasiones la saludé en Hinojosa y la veía feliz, encantada con su hijo, con su marido, como si no hubiera pasado nada. Sé que ella sufrió mucho, y su familia con ella, y el hecho de verla yo con toda naturalidad en el pueblo, cuando venía de Madrid, y siempre que la veía me sorprendía el contraste entre a historia tan tremenda que había sufrido esta mujer y la naturalidad con la que lo vivía todo ahora. 


P. Sin embargo, a Isabel, aunque tú la recuerdas en la realidad como una persona feliz y alegre, la plasmas en la novela como un personaje amargado, desencantado, desesperanzado, por su pasado y por la imposibilidad de ser madre. ¿Hay en este personaje quizás un reflejo del estado de ánimo general de la sociedad de posguerra?


R. En el libro se refleja cómo estamos saliendo de una posguerra que fue todavía más dura que la guerra. Era una situación muy compleja, porque el resultado de la guerra no fue una democracia, sino una dictadura, y a Isabel se le juntó con su situación personal. 


P. En tu novela se plantea el tema de la donación de niños sin trámites legales de adopción. ¿Has investigado si esto era una conducta frecuente en la época o se trata de un hecho excepcional?


R. Por lo que he oído contar a mis padres o a mis tías he sabido que era algo bastante común en la época, el hecho de que en una situación de guerra y posguerra, teniendo alguien tres o cuatro chiquillos y no poder darles de comer, de algún modo repartirlos entre familiares. En mi anterior novela, La mula roja, planteo la historia de mi propia abuela, que al desaparecer su marido y quedarse "viuda", de algún modo, se vio sola con cuatro niños, mi madre con dos o tres meses, y se le planteó esa situación. Una mujer sola, de treinta y pocos años, sin trabajo, sin recursos. En tales situaciones no era infrecuente llegar a repartir los hijos entre la familia que se encontraba en mejor posición económica para que los criaran. A veces se quedaban ya con ellos y otras veces al cabo de un tiempo volvían con sus padres biológicos. Hay muchos niños en esa situación, que se han criado con otra familia porque sus padres no podían siquiera alimentarlos.


P. Lo particular de este caso, sin embargo, es que se planteó ya el tener un niño con la intención de entregarlo.


R. Supongo que aquella mujer tuvo una capacidad de empatía bestial con su cuñada, que no podía tener hijos a pesar de haberlo intentado de todas las formas. Pero también la relación con los hijos era diferente en aquella época y ceder a un niño a un familiar para que lo criara no se consideraba una cosa tan tremenda como lo vemos en la actualidad, es decir, si una familia tenía cuatro o cinco hijos y no los podía mantener, entregar un hijo a otros familiares que no podían tenerlos y, sin embargo, contaban con mayores recursos era un modo de procurarles una vida mejor. Ello no quita, lógicamente, que posteriormente se produjeran situaciones de desarraigo con respecto a los padres y hermanos biológicos.


Gloria Cambrón en los Jardines de la Arruzafilla de Córdoba.


P. Isabel viaja a Madrid y allí descubre otra forma de vivir que la encandila. Curiosamente, en otra de las novelas candidatas al Premio Solienses de este año (Pueblo chico, infierno grande, de José Manuel Blanco), se plantea la situación contraria, un personaje de ciudad visita el pueblo y se siente atrapado por este modo de vida. En esta dualidad ciudad/pueblo, ¿dónde te sitúas?

R. (Duda sobre cómo explicarse) Sin llegar a gustarme las grandes ciudades, yo soy más de vivir en una ciudad, cómoda para residir, pero que te ofrezca más posibilidades de las que existen en el pueblo. Quizás por eso luego en mis novelas reflejo la vida en el pueblo, porque aquello no deja de ser una parte de mí y me gusta ir con cierta frecuencia, aprecio sus costumbres, porque son mis raíces y quiero mantenerlas, porque me gusta ser de pueblo. 


P. Me llamó la atención esta curiosidad de que en las dos novelas se planteara esta situación inversa, la ida del pueblo a la ciudad y de la ciudad al pueblo, y en ambos casos el que va al otro sitio resulta seducido por la nueva forma de vida que descubre.


R. Tenemos esa dualidad. Los que somos de pueblo nunca nos desenganchamos totalmente de él, aunque, como en mi caso, lo hayamos dejado siendo niños.


"La forma en que hablamos es una riqueza cultural y he querido reflejarlo así en mis novelas".


P. ¿Crees que en los pueblos se puede hablar ya de forma abierta sobre los temas de memoria histórica, sobre asuntos relacionados con la guerra, o todavía hay miedo o al menos cierto temor?


R. Espero que no haya temor a estas alturas. En los contextos en los que yo me he movido al menos no lo he advertido. De todas formas, la intención de mi novela no es política, sino que sencillamente trato de reflejar la realidad de una época. 


P. ¿Qué acogida ha tenido esta novela en Hinojosa, donde seguramente habrá gente que reconozca la historia real?


R. En general, buena. Encantados de que cuente una historia del pueblo. En realidad, la novela es un homenaje a la protagonista y a sus vivencias y a todos los que la rodearon y la apoyaron e hicieron que luego yo la recuerde a ella feliz, con el paso de los años. He intentado tratar a todos los personajes con mucho cariño.


Gloria y el editor de Solienses, durante la entrevista.

P. El mundo rural está de moda en la literatura, en torno al fenómeno de la España vacía o la despoblación. ¿Tú te reconoces en esta corriente literaria?


R. Realmente en mi novela se reflejan los inicios de la España vacía, cuando mucha gente comenzó a emigrar a las ciudades. Yo recuerdo el "saure", el autobús, que se llenaba de gente todas las semanas con personas que se iban a Madrid o Barcelona, cada vez más gente vendía su casa para poderse ir, porque no se podían ir si no vendían la casa, no tenían dinero para llegar a su destino y arrancar allí, entonces no tenían más remedio que vender la casa, con lo cual terminaban rompiendo ese nexo de unión con el pueblo. Ahí está el inicio de lo que ahora vemos. Aquí no hay un futuro claro ni para nosotros ni para nuestros hijos, se decían, y arrastramos muchas penalidades, así que vámonos a otro lado a ver si podemos volver a empezar. De todas formas yo no he querido reflejar expresamente ese hecho, sino que es una circunstancia que aparece dentro de la trama porque era lo que estaba sucediendo entonces.


P. Una característica de tu novela es que en los diálogos intentas reproducir la lengua oral, con apóstrofes, síncopas y contracciones.


R. Los diálogos están escritos tal como suenan, y es una forma de reproducir una variación del lenguaje propia de la zona. Como digo en la introducción, me parece alucinante que nos califiquen de catetos por comernos palabras o sílabas cuando yo misma, cuando hablo francés, me como la mitad de lo que digo y el francés parece sin embargo lo mayor de la elegancia. Yo creo que esa tendencia a la brevedad de nuestro lenguaje es una riqueza y quiero reproducirlo de una forma natural. Aun así, en este libro he querido mostrar que el lenguaje de los pueblos también evoluciona y digamos que es un poquito menos cerrado que en La mula roja, donde este recurso aparecía más potenciado, y en la próxima será aún menos, porque la sociedad va evolucionando y ya no se hablaba tan cerrado como en los años cincuenta o en los años treinta, pero no dejamos de hablar como hablamos, eso es una riqueza cultural y he querido reflejarlo así en mis novelas.

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